|Capítulo 13|

35K 2.6K 359
                                    


Tenía una respuesta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tenía una respuesta. Después de haberlo discutido con la almohada toda la tarde y noche, para cuando llegué al punto de encuentro del instituto para ir a las nacionales, mi mente se había aclarado.

Me había pasado los últimos cuatro años encerrándome en mí misma por miedo a volver a salir lastimada. La experiencia de amistad que había tenido con Devon había afectado cómo me comportaba hasta un punto que había perdido el control. Era tiempo de sanar y tomar decisiones sin dejar que el miedo me afectase.

En pocos meses estaría yendo a la universidad en una ciudad donde solo algunos me conocían. Sería un nuevo comienzo y no quería cargar conmigo las heridas del pasado, así que debía hacer algo al respecto.

Devon me había dicho que había cambiado y podía intuirlo con su comportamiento. Ya no era el chico infantil de catorce a dieciséis años que me hacía sentir insignificante. Había madurado.

Iba a darle una única oportunidad. Pero eso no significaba que iba a exponerme a salir lastimada.

Me gustaba la idea que me había planteado porque él sería el vulnerable y no yo. Pues todavía no estaba lista para que me rompieran otra vez. Iba a evitar terminar en esa situación tomando precauciones a la hora de hablar con él. No iba a compartirle suficiente información como para que pudiera usarla en mi contra.

Dejaría que se abriera y evaluaría si su amistad valía la pena.

El único reto era contenerme cuando habláramos. Devon había sido mi amigo alguna vez y aún tocaba una fibra sensible en mí. Cuando estuvimos en el sótano solos y me confesó que nunca había sido tan feliz como conmigo, tomó cada gramo de voluntad en mí no ceder y acceder a ser su amiga.

Algo en mi interior quería prometerle que todo estaría bien y que me mantendría a su lado siempre para lo que me necesitase.

Y ahí era cuando se complicaba la cosa. Porque la razón por la que su dolor y felicidad me preocupaba tanto no era solo por el recuerdo de amistad que guardaba dentro de mí.

Había algo más. Una llamita que nunca se había apagado. Y estaba convencida de que él hablándome y abriéndose conmigo solo la reavivaría.

No quería lidiar con ello.

Ocultar mis sentimientos cuando éramos amigos era extenuante y lo más probable era que nada cambiaría. Así que mi segundo reto era controlar mi corazón y mantenerlo en la caja de hielo que había estado los últimos cuatro años.

Estaba por verse qué tan buena era en eso.

—Te estuve llamando ayer —me dijo Luce mientras me veía acercarme con mi valija

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Te estuve llamando ayer —me dijo Luce mientras me veía acercarme con mi valija.

—Estaba demasiada ocupada durmiendo, perdón por ser tan mala amiga.

Se limitó a sonreírme y darme un leve empujón con el hombro.

Alguien estaba de buen humor y yo sabía el porqué.

Nos miramos en silencio por unos segundos, haciendo crecer la tensión entre nosotras. Alcé las cejas dándole la oportunidad de hablar. Quería que fuera ella que me contara sin tener que preguntarle. Pero de su boca solo salía una sonrisa tonta.

Estaba bajo el efecto de Jake Tomello y le deseaba una pronta recuperación de su enfermedad.

—Si vuelve a cagarla está muerto, ¿de acuerdo? —rompí el silencio.

—Esta vez es diferente, te lo prometo —estalló en alegría.

Como todas las veces.

—Siempre lo es.

Los siguientes diez minutos consistieron en escucharla hablar de cómo fue que se reconciliaron y lo mucho que lo extrañaba. Se la había llevado a recorrer el pueblo y fueron a ver el amanecer en el techo de la casa de Jake. Hablaron de los mismos problemas de siempre, a los cuales jamás les encontraban solución.

Le di el mismo consejo que todas las veces. No se puede tapar una grieta tan profunda con una cintita, ambos debían resolver sus problemas personales y de pareja a conciencia. No estar juntos ignorando todo hasta explotar para luego romper.

Eran tóxicos y lo sabían, pero no les interesaba. Creían que la euforia valía la pena como para soportar el dolor posterior. Era cuestión de tiempo para que todo terminara mal de verdad.

Había hablado sobre ello mil veces con Luce, pero nunca me escuchaba. Tuve que resignarme y aceptar que ella sabía dónde se metía.

El frío mañanero era el peor y, aunque ya casi era verano, Rusbell era muy fría. Sin embargo, la ciudad donde competiríamos era incluso más gélida.

—Espero que traigas ropa abrigada en esa valija gigante —le dije a Luce.

—Por supuesto, seguí tus indicaciones —hizo su cara de niña buena.

Podía llevar un acompañante al viaje y, como mis padres jamás podían pedir vacaciones en sus respectivos trabajos, decidí que ella fuera quien me viera patinar. No era el primer año que sucedía, estaba acostumbrada. Trabajaban sin descanso.

—A ver, quiero que los competidores armen una fila y los acompañantes otra —vociferó la directora del instituto cuando llegó el autobús que nos llevaría a todos. Éramos pocos así que todos los participantes de Rusbell íbamos juntos, sin separar hockey de patinaje artístico.

Al decir esto vi como todo el equipo de hockey, que había estado apartado, se acercaba a donde estábamos parados el resto, junto al autobús. Eran todos hombres, el equipo femenino no tenía suficientes jugadoras como para competir. Ninguno de ellos traía acompañantes. De hecho, los únicos adultos que había eran los padres de los niños de patinaje artístico.

De mi edad solo estaban Kiara, que competía sola; Marco, mi pareja de patinaje; Tara y Blake, que competían juntos; y yo que patinaría para ambas categorías. Había sido difícil el entrenamiento durante el año, pero había logrado perfeccionar ambas rutinas con ayuda de Sammy, nuestra entrenadora.

Luego, había unos cuantos niños patinando solos, ninguno se había animado todavía a patinar en parejas.

Yo estaba última en la fila de participantes antes de que viniera el equipo de hockey. Me volteé un segundo para mirarlos y cuando encontré a Devon no pude evitar una pequeña sonrisita.

Vi la sorpresa en sus ojos. Le estaba sonriendo, no era normal.

Pero, cuando me llevé la mano a la oreja y tiré de ella, su cara mostró verdadera estupefacción. Porque ese gesto lo usábamos cuando éramos amigos para indicarnos que teníamos que hablar.

 Porque ese gesto lo usábamos cuando éramos amigos para indicarnos que teníamos que hablar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

N/A:

Hola a toda la gente nueva! Gracias por leerme :)

Parece que las cosas están a punto de cambiar... Cuéntenme qué les parece!

Amo leer sus comentarios, gracias por tanto apoyo <3

-Cat

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora