|Capítulo 10|

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Me di cuenta de que mi idea tal vez no había sido la mejor cuando ya me encontraba sentada en la mesa

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Me di cuenta de que mi idea tal vez no había sido la mejor cuando ya me encontraba sentada en la mesa. Devon estaba a mi lado, también jugando, y Nick era el dealer. Al final, no era tan desastroso en la tarea que el bruto de Jake le había asignado.

Era consciente de que era muy buena jugando al póker. Durante los veranos en los que solía irme a la ciudad, destrozaba a cualquier idiota pedante que se creía el mejor. Había hecho mucho dinero y lo ahorraba para cuando tuviera que ir a Varsado para la universidad.

Pero nunca había jugado en Rusbell. Mi padre me lo había prohibido cuando era pequeña y recién comenzaba a enseñarme. Él decía que el póker creaba enemigos y era algo que yo sabía muy bien. En Varsado, varios tipos con el ego herido querían mi cabeza.

Vi quienes estaban sentados y los analicé. Éramos cuatro en total los que jugábamos. Tyson, un chico regordete con gorra de béisbol y una pulsera con la bandera nacional; Ronnie, un flacucho de pelo negro y ojeras; Devon y yo. Ninguno tenía cara de asesino.

Siempre era bueno analizar el aspecto físico de las personas, pues solía decir mucho de cómo jugarían. Apostaba que Tyson iría a lo seguro y el Ronnie mentiría como el mejor. Pero me sorprendí a mí misma sin tener ni la menor idea sobre cómo jugaría Devon, a pesar de haber sido tan amigos en su momento.

Había otro problema. Mi figura en Rusbell era la de una chica reservada. Desde que Devon había decidido odiarme a los catorce no me abría a nadie, ni siquiera con Luce. Si me veían jugar póker, verían una faceta mía que no me sentía a gusto mostrando en un pueblo chico.

Pero las cartas habían sido repartidas y ya no había vuelta atrás. Solo quedaba sacarles todo el dinero que pudiera.

Estábamos jugando póker de Texas. Cada uno tenía dos cartas y en la mesa se mostrarían cinco. Todos tenían sus fichas y yo tuve que comprar un paquete en la mesa fuera de la sala.

—¿Tan pocas fichas? —preguntó Tyson con sonrisa burlona— No te va a alcanzar para muchos juegos.

Puse mi mejor cara de niña buena e inocente.

—No quiero perder mucho dinero —dije encogiéndome de hombros.

La realidad era que sabía que no necesitaba gastarme mi efectivo, conseguiría fichas a medida que avanzara el juego.

Levanté mis cartas: rey de picas y siete de corazones. Nada mal. Mantuve mi cara inescrutable, era buenísima en eso.

Mire a los otros. Tyson tenía la cabeza apenas inclinada hacia un lado y pude ver una pequeña arruga en su entrecejo, casi imperceptible; tenía malas cartas. Ronnie tenía la pera en alto y una sonrisa, pero se lo atribuía a su personalidad presumida, no revelaba nada acerca de su mano.

Por último, estaba Devon que solo me miraba. Inexpresivo.

Entonces, me concentré en sus ojos y supe que, en principio, no tenía una buena mano. No sabía qué era, pero había algo en la mirada de Devon que me hacía sentir conectada con él de alguna forma que era imposible de explicar.

Sobre el hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora