Capítulo 4.

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Año 2021. Nueva York, Estados Unidos.

Un golpe, dos golpes, tres golpes, el sudor recorría su frente.

El saco de boxeo que tenía enfrente estaba sufriendo su plena frustración.

Giovanni nunca había estado tan tenso en toda su vida, pero al parecer, estar a un paso de confirmar si su querido hermano, ese que parecía estar jugando al infantil juego del gato y al ratón, estaba a la vuelta de la esquina, recibir una confirmación, un sí o un no, hacía que la cuerda que mantenía firme su pequeña paciencia se tensase hasta puntos inimaginables.

- Señor, el chico está aquí, quiere verte. -

Uno de los guardaespaldas, entró y no pudo evitar que un escalofrío recorriera su columna vertebral cuando vio cómo de un golpe, una de las costuras del saco cedió y su contenido comenzó a esparcirse por el suelo.

- Dile que pase. -

Dijo Giovanni mientras cubría su cuerpo semidesnudo con una fina bata blanca, se limpiaba el sudor de la frente y bebía de una botella de agua.

Un chico pálido con el rostro infantil entró a la lujosa habitación sosteniendo una pluma estilográfica a la vez que lo miraba seductoramente.

A simple vista, tenía una cara tan inocente, que cualquier persona que lo viese, jamás pensaría que fuera capaz de esbozar una sonrisa tan descarada.

Los primeros botones de la camisa blanca algo arrugada estaban desabrochados y su pecho se podía marcar a través de la tela, aparte, su pelo estaba revuelto, y él se insinuaba cada vez que podía mientras lo miraba y se relamía los labios con vicio.

- ¿Mi recompensa? -

El joven arqueó una de sus cejas mientras le tendía con burla la grabadora con forma de bolígrafo y jugaba con la poca paciencia del hombre que tenía enfrente, alejando su brazo justo cuando este iba a tocar el objeto.

Uno de los guardaespaldas, al ver al chico que había escogido su maestro para la misión, se lamentó internamente.

¿Cómo podía ser que el joven lograse leer al extraño pintor, pero no pudiese notar el ambiente tan terso que flotaba en el aire?

Al menos tenía que haberse fijado en el saco de boxeo roto que reflejaba la ira de Giovanni Salvatore.

¡Si seguía jugando con fuego, su vida correría peligro!

Giovanni suspiró, cargó su mente de aguante y esbozó la sonrisa más amable que pudo mientras le daba un pequeño beso en los labios y en uno de sus descuidos, le arrebataba lo que le había mandado conseguir.

Al ver el engaño, el joven chico esbozó un mohín adorable, y siguió extendiendo las manos hacia el cuello del hombre para continuar con su propósito.

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Horas antes, cuando ambos se conocieron, después de tomarse una copa de vino afrutado que uno de los camareros le había ofrecido, sintió un tremendo calor en el cuerpo y se arrepintió de haber ido a aquel espantoso lugar cargado de pijos siendo consciente de que quizá podría haber sido drogado.

Él solamente había asistido para sacar un reportaje en representación de su universidad junto a otros dos compañeros de cursos superiores.

La institución de periodismo era muy prestigiosa y él conseguía dinero y buenas notas acostándose con cualquiera que pudiese ofrecerle un beneficio.

Por eso, cuando el joven se vio acorralado por esos dos idiotas tampoco le importó mucho.

Aquella no era la primera vez que tomaba drogas, es más, se podía decir que lo hacía con frecuencia para poder soportar el asco que sentía cuando tenía que meterse en la cama de cualquiera.

Alessandro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora