Capítulo 8.

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Año 2021. Nueva York, Estados Unidos.

Ya estaba anocheciendo cuando Alessandro comenzó a avanzar con paso firme.

Los coches negros que rodeaban aquel edificio destartalado le transmitían muy mala vibra y su cuerpo automáticamente se puso alerta.

Escondiéndose en la esquina de uno de los edificios comenzó a investigar y observar maneras de colarse dentro de forma segura.

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Mientras tanto, Giovanni Salvatore se encontraba fumando un cigarrillo electrónico mirando, a la vez, la figura de John, que se retorcía tratando de liberarse de las sogas que aprisionaban sus muñecas y pies.

Había echado un vistazo hacia fuera y tras ver la cantidad de vehículos que los Kaminsky se habían molestado en enviar, se preguntó de qué manera Alessandro los eliminaría a todos mientras su mente se perdía entre recuerdos.

En sus memorias, Alessandro siempre se había esforzado por superarle y desde que entró a la familia, a los siete u ocho años fue sometido al mismo entrenamiento que él.

Su hermano nunca se había quejado, al contrario que Giovanni que no dejaba de protestar, de lamentarse por su situación y de culpar a su progenitor porque con la misma edad que tenía Alessandro en esa época, a él su padre lo forzó a entrenar sin dejarlo disfrutar de su niñez.

El antiguo jefe Salvatore le había enseñado que no había que tenerle miedo a la muerte, le había mostrado como ser valiente sin rendirse ni bajar la cabeza ante nadie cuando lo envío a la contienda contra los talibanes, en Afganistán.

Giovanni había tenido una vida difícil, pues tras perder a su madre cuando tenía seis años, su padre comenzó a ser cada vez más estricto con él.

Fabrizio Salvatore llevó su actitud hasta el extremo de acabar odiándose a sí mismo.

Sí, debía ser severo con Giovanni y no le importaba ser despreciado por este si eso lo convertía en un hombre fuerte, valiente y digno de heredar la familia.

Su pequeño debía ser capaz de hacer lo que él no había podido conseguir.

Y ahora, Giovanni se lo agradecía profundamente, pues gracias a la dureza del trato de su padre hacia él, se había salvado el culo incontable de veces.

Giovanni ya era tremendamente fuerte cuando conoció a Alessandro.

Él solito había pasado por miles de adversidades junto a aquellos mercenarios que, con el paso del tiempo, se habían convertido en su segunda familia y lo habían nombrado el jefe de su escuadrón cuando tenía tan solo doce años.

Cuando su padre lo mandó a todas aquellas misiones peligrosas, nadie sabía su identidad, pero, aun así, Giovanni fue capaz de destacar entre todos aceptando encargos que ni siquiera los más fuertes querían para ellos.

Y por ello, se sentía orgulloso todas aquellas marcas y cicatrices que tenía en su cuerpo.

Cada una de ellas, eran señal de su fuerza y experiencia, de las diferentes adversidades y obstáculos que había tenido que superar un crío para llegar a la cima y todas eran tan viejas, que ya casi no podía sentir el dolor o la tortura que había sufrido cuando se hirió.

Su memoria más espantosa era la muerte de su madre por un cáncer que la marchitó y arrastró su espíritu vivaz sin darle la oportunidad de luchar.

Aún era capaz de recordar lo hermosa y dulce que era ella y lo amoroso que era su padre con su familia en aquel entonces, pues, en esos días, al menos no le pedía que fuese a morir en algún oscuro y recóndito lugar de aquellas tierras manchadas de la sangre de la Guerra.

Alessandro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora