Capítulo 36.

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Año 2021. Lugar No Especificado, Número de Vuelo: RUS24999.

Con John y Carlo a salvo, tras haberle sacado toda la información a aquel sujeto que había tratado de atentar contra sus vidas por órdenes de Dimitri que se encontraba tan desesperado por recuperar la herencia familiar que no reparó en los medios para hacerlo, ambos, Giovanni y él, estaban montados en un avión en clase turística tratando de pasar desapercibido para reunirse con el primo de este último que aparte de formar parte de la Casa Alexandrovich, también era uno de los miembros de la embajada rusa.

Alessandro apretaba con fuerza el deteriorado reloj de bolsillo mientras se apuntaba mentalmente repasar sus idiomas ya que, los conceptos básicos y lecciones que había recibido durante su niñez junto con Giovanni de tal lengua habían ido oxidándose poco a poco y aunque había tratado de hablarlo fluidamente antes de subir al avión, solo pudo conseguir que el otro hombre se partiera de risa.

Hacía mucho tiempo que Alessandro no se sentía tan relajado, eso le traía recuerdos de su juventud, de aquellos dieciséis años en los que ambos se desvivían en las guerras africanas tratando de cumplir las misiones imposibles que les imponían los gobiernos por ser mercenarios.

Giovanni siempre le había tenido un terrible pavor a los aviones cuando era un crío ya que, al ser un obsesivo del control, temía que el piloto por negligencia lo matase en medio de un océano cualquiera y hasta que cumplió la mayoría de edad, no pudo viajar solo sin la calidez de la mano del que ya no consideraba solo un hermano.

Pero en aquel momento, sosteniendo esa mano tan conocida, la leve ansiedad que le hacía mantenerse alerta en el vehículo desapareció sin dejar rastro mientras contemplaba los ojos cerrados de Alessandro quién dormía como un seductor demonio, con la camiseta medio desabrochada dejando entrever su el inicio de su pecho, el cabello oscuro y sedoso revuelto y sus tiernos y rojos labios entreabiertos respirando suavemente.

Giovanni sintió que la excitación recorría su cuerpo, pero controlándose y haciendo memoria de las palabras de su ex-amante Carlo, se centró en el tacto de las manos de Alessandro dándose cuenta de que, aunque eran unas manos que tenían una hermosa figura, con dedos largos y finos, las puntas de estos poseían un tacto calloso y estaban llenos de pequeñas cicatrices que, a pesar de estar curadas, se seguían notando como pequeños salientes en aquella lisa y fina piel.

Ese hecho, lo puso a reflexionar.

Alessandro era un auténtico experto en las armas blancas, cuchillos, dagas, espadas, kunais, machetes y todo lo que poseyese un borde afilado y capaz de rasgar la piel.

El pelinegro era un profesional sigiloso destacable por su alta capacidad de asesinato cuerpo a cuerpo y tortura, un ninja para escapar o un shinobi para esconderse y desaparecer en la nada, pero, sin embargo, Giovanni Salvatore, no poseía esas cualidades ya que, su padre lo había enseñado a matar de frente, a disparar con seguridad y a que las balas fuesen certeras a la hora de pelear para que su enemigo no pudiese tener la oportunidad de acabarle a él primero.

Lo raro de la historia, se encontraba en que ambos habían recibido el mismo entrenamiento y aunque algunas nociones básicas de todo tipo de armas se habían inculcado en ambos, ninguno de sus instructores manejaba la pelea cuerpo a cuerpo con la soltura con la que lo hacía su hermano, como si este hubiese sido entrenado a parte para ello, para mancharse las manos de sangre directamente.

En ese punto, Giovanni, por primera vez sospechó seriamente de Alessandro.

Con unos nueve o diez años, aquel chico débil había mejorado su estilo de combate de un verano a otro, un avance tan brutal, que ni siquiera él, considerado un genio había conseguido a tan temprana edad.

Alessandro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora