Capítulo 16.

6.5K 587 69
                                    

Año 2021. La Toscana, Italia.

¡Le habían robado!

Francesco Montesino se pasaba las manos nerviosamente por su canoso cabello mientras caminaba frenéticamente de un extremo a otro de la sala.

Un par de millones de euros no le importaban, es más, deseaba que lo que se habían llevado aquellos cabrones fuese dinero en lugar de aquellos documentos de suma relevancia, pero por desgracia no había sido así.

Miró de nuevo el interior de aquella caja fuerte que guardaba en el lugar más recóndito de su despacho y no pudo evitar soltar un alarido de frustración alertando a todos los trabajadores de la mansión.

La caja estaba totalmente vacía, aquellos documentos confidenciales habían desaparecido de la noche a la mañana y lo que le preocupaba no era perder los activos de su empresa o que saliesen a la luz todos aquellos tratos sucios que había hecho por beneficio propio, era algo mucho más profundo.

Su corazón empezó a dolerle indicando que, si no se sentaba y reflexionaba hasta tranquilizarse, iba a sufrir un gran ataque de ansiedad que podría llevarlo hasta la muerte y como no le quedó más remedio, se tiró con cansancio sobre su silla presidencial observando el escritorio que tenía justo en frente.

La mesa era de madera de roble y aparte de una pileta de papeleo desordenado junto con algunas plumas estilográficas sin tapar y un portátil que desprendía humo y calor por el continuado uso, solamente tenía encima de él una fotografía enmarcada.

Era un marco de bordes dorados con la imagen de su difunta esposa.

Carina estaba en la etapa de su juventud y era una mujer hermosa, de profundos ojos castaños que junto a ese hermoso vestido de satén rojo y aquellas perlas brillantes que llevaba como pendientes, dotaban su imagen de un aspecto elegante y adulto.

Algo curioso era que no sonreía a la cámara, solo ponía una expresión serena, como si hubiese sido forzada para fotografiarse.

Y mientras centraba su mirada en el retrato, Francesco Montesino se preguntó que era aquello que había hecho mal.

---

Su matrimonio había sido arreglado por ambas familias y por ello Francesco no la amó plenamente y ella a él tampoco, o al menos eso creía hasta que se suicidó.

Él solamente había querido de verdad a una mujer, alguien que brillaba más que el sol y la luna juntos, la chica más vivaz y alegre que había conocido alguna vez en su vida.

Su primer encuentro con ella ocurrió dos años después de haber contraído matrimonio con Carina, en una de esas reuniones sociales a las que tenía que asistir la élite de la sociedad italiana.

Y desde que la vio, no pudo olvidarse de ella ni siquiera sabiendo que tenía una mujer y un hijo esperándolo en casa.

Francesco había sentido que aquello era el destino, algo mágico que por fin lo liberaría de su monótona vida.

Alessa Bellucci era una chica joven que iba a comenzar la universidad y cuyo único fallo era su padre, pues en lo demás era perfecta.

Los Bellucci y los Montesino siempre habían tenido una relación muy tensa debido a la lucha por la supremacía del comercio fronterizo en el mar Mediterráneo.

Y Alonzo Bellucci, su mayor rival era el padre de aquella joven que lo había engatusado inconscientemente hasta robarle el corazón.

Francesco Montesino que era creyente y muy religioso, en aquel momento se acordó de la creación de Adán y Eva y lo tentador que era ese fruto prohibido que él no tenía derecho a tocar pero que al final, sin poder resistirse, probó atraído por el placer.

Alessandro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora