Capítulo 32.

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Año 2021. La Toscana, Italia.

La rabia recorría los vasos sanguíneos de Giovanni quién, había quedado abandonado de nuevo a su suerte en aquel indignante motel.

Ahora, solo podía hacer una cosa, recoger e irse en silencio pues, su carácter hilarante le dijo que debía matar a ese extranjero por arruinar de una manera tan burda sus disculpas y para ello, no tuvo más remedio que dejar de lado sus pataletas y regresar a casa para poder presentarse de una manera decente y amenazante ante aquel tipo que codiciaba lo que era suyo.

Giovanni estaba terminando de abrocharse últimos botones de la impecable camisa blanca que su hermano le había conseguido cuando el reloj digital que llevaba en la muñeca comenzó a pitar ruidosamente y su mente se puso alerta automáticamente.

La brillante y pequeña luz roja que parpadeaba junto al estridente sonido de la alarma le hicieron reaccionar con velocidad al tiempo que abría el maletín traído por su hermano sacando un último modelo del fusil que estaban distribuyendo en el Imperio Negro.

Y sin perder más el tiempo, corrió hacia el exterior lo más rápido que pudo.

Su reloj estaba programado con diferentes alarmas que solo se activaban en casos concretos cuya magnitud de peligro fuese la suficiente como para necesitar su presencia en aquel embrollo, pero cuando la que pertenecía al vehículo de su hermano se activó, no pudo evitar maldecir mientras en su teléfono movil trataba de rastrear su posición.

¡Joder! ¡La ayuda no llegaría a tiempo!

De alguna manera, la guardia de la familia Salvatore se vio distraída por un pequeño incendio que se inició justo al lado de la mansión y comenzó a extenderse rápidamente por lo que cuando quisieron responder ante la llamada de alarma, ya se habían perdido unos veinte minutos del valioso tiempo que Alessandro no podía perder, al que, si se le sumaba lo que iban a tardar en movilizar a un par de hombres llegarían en unos quince minutos más.

Como la luz de la alarma que sonó era del brillante color rojo que solamente usaban los miembros de la propia familia principal, el personal encargado de la seguridad de la mansión trató de darse prisa, pero, aun así, era difícil llegar a tiempo.

Y puesto que Alessandro se encontraba en la frontera con el territorio Salvatore, al menos debían conducir por la vía otros veinte minutos más atravesando todas aquellas inmensas fincas.

La ansiedad pudo con Giovanni quién, al ser el mas cercano a su posición, desesperado, solamente pudo agarrar la culata de la pistola que tenía encima y reventar el cristal del primer coche ajeno que vio a la vista.

Nunca en la vida, había hecho algo tan humillante antes como tener que robar un coche, pero si era por esa persona, el vandálico acto lo valía con creces, y tras forzar el sistema de cableado del auto, Giovanni Salvatore pisó a fondo dejando atrás una Florencia nublada, turbulenta, como sus sentimientos.

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La niebla y el frío del primer mes de invierno se hacían presentes, pero los escalofríos que subían por la espalda de Alessandro no se debían a este factor.

La adrenalina activó su mente mientras sus sentidos se agudizaban y cuando Alessandro se dio cuenta de que él ya no era lo que había sido en el pasado la inseguridad comenzó a invadirlo mientras sus manos se congelaban poco a poco.

Como esperaba, su sensible oído percibió la parada del motor del primer coche que habían dejado atrás y cuyo dueño se encontraba tratando de cargar la pistola para abalanzarse contra él en una especie de factor sorpresa que Alessandro predijo a tiempo a la vez que trataba de previsualizar la trayectoria de los disparos y esquivarlos.

Alessandro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora