Capítulo 19.

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Año 2021, La Toscana, Italia.

Alessandro respiró profundamente.

Había anhelado ese ambiente, el olor a playa, la arena deslizándose entre sus dedos, el sonido de las olas chocando con los peñascos de aquel acantilado o simplemente el viento rozando ferozmente contra su rostro.

Lo primero que hizo al regresar a Italia fue ir a aquel paisaje tan especial para ambos, a aquel lugar tan cargado de buenos recuerdos que jamás volverían a ocurrir.

Si iba a caer directo en una trampa al menos lo haría tras haber repasado todas aquellas viejas memorias con la persona que amaba.

Aquellos helados compartidos bajo bromas.

Aquellas bengalas que Giovanni encendía al amanecer para él.

Aquellas noches en las que habían compartido esterilla y saco, durmiendo bajo ese cielo nocturno lleno de estrellas.

Aquellos baños en el mar azul llenos de risas en familia.

Todo aquello que él mismo sabía que no volvería a pasar.

Alessandro se agachó para recoger una hermosa caracola de la arena y acercándosela al oído escuchó el sonido del oleaje tal y como años atrás le había enseñado Giovanni ilusionado por ver su reacción.

Y después de reflexionar unos minutos sobre todo aquello que quería olvidar, la lanzó con todas sus fuerzas hacia el mar observando como la caracola se perdía entre las extensas aguas al igual que todo aquello que sentía por su hermano.

Por fin lo estaba dejando ir.

Alessandro en aquel atardecer en una de las playas costeras más recónditas de la Toscana en Italia, se prometió a sí mismo de nuevo que aquella sería la última vez que le daría una oportunidad.

Lo estaba jurando, esa playa había sido el oasis en el que sus padres los habían criado, el único recuerdo que poseía de su ángel, el lugar dónde poco a poco se había ido enamorando más de Giovanni y ahora también el sitio en el que se había decidido a que aquello fuese todo o nada.

Alessandro no quería asesinar, ni robar, ni realizar esos trabajos sucios que hacían los mercenarios de Giovanni.

Él amaba el arte y solamente quería pintar porque el ser reconocido por ello era su sueño.

Si regresaba con vida al lado de su hermano lo soltaría todo.

Esa declaración de amor que jamás se había atrevido a decirle, esos sentimientos que se había guardado todo ese tiempo para él mismo y esa confesión en la que renunciaba a ser la afilada espada de Giovanni para poder dedicarse a sí mismo.

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Ingenuo e imbécil de él.

Cuando Alessandro llegó al lugar dónde le indicaba el rastreador que tenían instalados aquellos documentos, había anochecido y un escalofrío recorrió su cuerpo mientras se adentraba en aquel aterrador edificio.

No llevaba ningún arma y cualquiera que lo viese pensaría sin equivocarse que aquello era un suicidio, tendrían que ser las enormes ganas de morir de un loco.

Pero a él no le importaba y caminaba seguro, con la intención de que lo cogieran.

Alessandro se iba a dejar capturar ya que sabía con certeza que los documentos probablemente estarían custodiados por el propio jefe del grupo mercenario y este último aparecería en cuanto el estuviese inmovilizado para cortarle la cabeza personalmente.

Alessandro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora