13 - Fotogramas de un pasado

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Can

La miro alejarse pensativo, estoy curioso e intrigado por esta chica, no hay duda. La delicadeza que mostró al dar las gracias a las enfermeras, la hermosa relación que ha establecido con Aysef que, de hecho, me pareció un verdadero ángel en estos días en que tuve la oportunidad de conocerla, la dulzura del toque de su mano en el coche cuando debió percibir toda mi confusión de ese momento.

No lo sé, de hecho cada uno de sus gestos parece asombrarme y envolverme profundamente, empiezo a entender por qué mi padre la llamaba una perla rara, definitivamente es única debo admitir.

Entro en la casa y hago un rápido recorrido por las habitaciones para ver si algo me resulta familiar, nada, nada parece remover el más mínimo recuerdo, deshago la maleta y pongo en el cajón superior de la mesita de noche la bandana y el frasco de perfume que me regaló Sanem, no puedo separarme de ellos, siento que son parte esencial de los dos años perdidos de mi vida.

Una ducha rápida y decido tumbarme en la cama para descansar un rato antes de ir a su casa a comer, enciendo el teléfono y se me ocurre desplazarme por la galería de fotos, no se me había ocurrido hacerlo hasta ahora, puede ser una forma de entender quién era.

Acabo confirmando que Can Divit había perdido definitivamente la cabeza por esa chica, si es que todavía tenía alguna duda al respecto, soy fotógrafo y no pasa nada, pero no me puedo creer la cantidad de instantáneas que le he sacado en los últimos meses.

Hay cientos de Sanems diferentes en estas fotos: aquí está sonriendo, allí está pensativa, luego un poco tonta al poner una cara divertida, pero sobre todo hay una Sanem cuyos ojos expresan todo el amor y la adoración posibles por quien está detrás del objetivo.

Ver esas fotos me hace recorrer un escalofrío, siento un sentimiento poderoso en esa mirada, casi envidio a ese Can que tuvo la suerte de ser el destinatario de un sentimiento tan sincero e intenso.
Una risa burlona surge de forma espontánea, Puedes empezar a tener problemas de disociación en este punto, eras tú quien miraba a esa chica enamorada de esa forma, eras tú quien era el destinatario de esas sonrisas y esas miradas apasionadas.

Las fotos de nosotros entonces son otro descubrimiento, ver cómo la tenía tiernamente entre mis brazos, cómo le sonreía, cómo le acariciaba el pelo encantado, cómo la miraba con la misma mirada de adoración que ella tenía para mí, me estremece hasta la médula, no me reconozco, creo que nunca antes había tenido esas actitudes con ninguna mujer.

Es una confirmación más de la singularidad de lo que habíamos compartido, una confirmación de las palabras de mi padre cuando dice que nunca ha visto a nadie amar tan profundamente como yo la amaba. Es definitivamente irónico que ahora haya olvidado por completo un amor tan grande y especial, entiendo aún más lo terrible e intolerable que debe ser para Sanem aceptar tal situación.

Me levanto impaciente para ir con ella, tengo mil preguntas que hacerle, quiero averiguar todo lo que pueda sobre lo que pasó entre nosotros, quiero entender lo que pasamos y cómo casi nos casamos.

Termino de vestirme y estoy a punto de salir de la habitación cuando, no sé por qué, se me ocurre volver a acercarme a la mesita de noche y coger el pañuelo para guardarlo en el bolsillo. No tengo ni idea de por qué lo hice, pero de alguna manera siento que me reconforta, me tranquiliza.

Salgo de la casa y sigo sus indicaciones, llegando unos instantes más tarde frente a un edificio completamente hecho de ventanas de cristal que da a un precioso jardín lleno de macetas de colores, hamacas y sillas de colores pastel.
Sonrío pensando que este ambiente parece reflejar perfectamente a la chica soleada que conocí a través de las fotos que vi antes, eso debe ser
Sanem, no es la chica angustiada que conozco desde que me desperté. Me sacudo estos pensamientos y subo los escalones que conducen a la entrada de un enorme espacio abierto que alberga la cocina y el salón.

Sanem está junto a la estufa, tiene los auriculares en los oídos y está moviendo las caderas al ritmo de una música que debe ser extremadamente sensual a juzgar por los movimientos que veo frente a mí, definitivamente trago saliva con angustia y doy unos pasos a un lado para entrar en su campo de visión.
Veo que se sobresalta y, desgraciadamente, deja de moverse de esa forma tan seductora que, debo admitir, me impresiona y no poco.

Se quita los auriculares y se pasa una mano por el pelo - Lo siento, tenía la música en los oídos y no te he oído venir -.

Asiento sonriendo divertido pensando en la escena de un momento antes - Sí, me lo había imaginado -.

- Pero no te quedes aquí, ven, siéntate. Ya casi he terminado, voy a poner los platos y ya voy, si quieres poner música, ahí tienes tu viejo tocadiscos, el del cobertizo.

Me lo regalaste junto con tu colección de LPs -

Sigo la dirección de su mirada y encuentro a un viejo amigo, lo había comprado años atrás en Frikoy Antika Pazari, un mercadillo que se celebra todos los días en las callejuelas del viejo Estambul.

Me enamoré de ella a primera vista, la monté con cuidado y la amé como si fuera una vieja reliquia familiar, una confirmación más de que debía quererla tanto para habérsela regalado.

Repaso los viejos discos que he comprado a lo largo de los años en el mismo mercado y elijo la canción que más me ha emocionado siempre.

Empiezan a sonar las primeras notas, me doy la vuelta para ir a sentarme cuando veo a Sanem que, en cuanto ponemos los platos en la mesa, se queda congelada en el sitio con la mirada perdida en el espacio, parece haberse transportado completamente a otro espacio y a otro tiempo.

Inclino la cabeza mirándola con curiosidad, ¿qué le pasa?

Siempre y para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora