52 - Regresos repentinos

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Sanem

Fue un verdadero shock encontrarlo frente a mí, por un momento pensé seriamente que estaba teniendo visiones cuando se presentó durante la reunión de lectura, al menos hasta que habló y sus palabras parecieron tener aún menos sentido de su presencia allí en ese lugar.

No puedo creer que esté realmente aquí, debería estar todavía en Venezuela ahora mismo, ¿por qué ha vuelto y por qué ha venido a buscarme hasta Pylmouth?

- ¿Qué quieres de mí Can Divit?

- Hay tantas cosas que tengo que decir y tantas explicaciones que dar a Sanem, que tampoco sé por dónde empezar.
Hagamos esto, empecemos por lo esencial respondiendo a su pregunta con sinceridad.

Te quiero Sanem.

Me he dado cuenta de que el Podemos que soy y el que he sido tienen una cosa en común: ambos te quieren Sanem Aydin.

Mi pobre corazón pierde un latido y luego comienza a latir a un ritmo loco, no puedo creer lo que está diciendo, no otra vez. Ya no tengo la fuerza y tal vez ni siquiera el valor para creer que es posible entre nosotros.

- ¿De verdad? ¿Y hasta cuándo esta vez? ¿Hasta que la próxima mujer llamativa venga a husmear? ¿Hasta el próximo viaje de aventura que te ofrezcan o hasta la próxima vez que cometa un error y decidas que se acabó? -

- Sanem escucha...

- Escúchame, no sé de dónde ha salido esa certeza de quererme para ti, ¿has recuperado la memoria? -

- No, tengo flashes de nosotros juntos pero no he recuperado completamente la memoria.

-No has recuperado la memoria, pero crees que me quieres como hace tres meses, ¿verdad?
Lo siento pero no puedo seguir viviendo como un satélite del gran Can Divit que decide y dispone por su vida y la de los demás.
Partiendo para este viaje una vez más has puesto tus necesidades, las tuyas por delante de todo y de todos y estoy cansado de sufrir tus miedos, tus dudas, tus elecciones.
Es hora de que pienses en mí, de que hagas lo mejor para mí y me he dado cuenta de que no eres bueno para mí Can Divit, me estás aniquilando y haciendo que deje de ser un ser sin conciencia.
Utilizas el amor que siento por ti para disponer de mi vida y decidir todo por los dos, me quieres y luego no, estás aquí y luego te vas y Sanem siempre está aquí dispuesta a conformarse con cada cosa que decidas darle.
Lo siento, pero ya no estoy dispuesto a aceptarlo.
Vuelve a Polen o a esa Adile, vete un año entero, vive tu vida como te parezca pero déjame hacer lo mismo con la mía -

Me levanto del banco y le miro con seriedad - Firma los papeles que te ha enviado Metin y acabemos con esto, creo que es lo mejor para los dos en este momento -

Me doy la vuelta para irme, pero consigo dar unos pasos y siento que sus fuertes brazos me abrazan y me estrechan contra él, mi espalda contra su pecho, su cara en el pliegue de mi cuello, acerca su boca a mi oído.

- Sanem, no puede terminar, lo que siempre ha sido entre nosotros es demasiado importante, único y no podemos perderlo, no puedo dejarte ir, lutfen por favor dame otra oportunidad, escúchame -

La emoción me impide respirar, su calor, su perfume, su voz susurrada todo parece impedirme pensar con claridad, a la Sanem enamorada le encantaría darse la vuelta en ese abrazo y perderse una vez más en ese amor que lo abruma todo y lo deja en segundo plano. Pero la Sanem que ha sido herida y dejada de lado por enésima vez ahora debe ser fuerte, debe protegerse de la fuerza destructiva que otro abandono puede tener en su vida.

- Si hubiera sido tan único no estaríamos aquí ahora Puede -

Doy un paso adelante liberándome de su abrazo y me dirijo a casa, con el alma revuelta y las lágrimas amenazando con empezar a fluir para no parar nunca.

Tardo unos instantes en darme cuenta de que un paso decidido me sigue por detrás, me giro para mirar y ahí está, guapo como el sol siguiéndome como si fuera lo más natural, con la mirada fija y la expresión decidida.

Me congelo en seco y me detengo para mirarle a la cara - Ne yapıyorsun, ¿qué haces? ¿Adónde crees que vas? -

Se encoge de hombros - Voy a ir donde tú vayas, te dije y te repito que no puedo dejarte, eres mi mujer y yo soy tu marido, me quedaré donde estés -

Abro y cierro la boca con incredulidad, no puedo contrarrestar, quiero gritar, me va a volver más loca de lo que me he vuelto en el pasado por su culpa, me doy la vuelta y empiezo a caminar de nuevo con él pisándome los talones.
Caminamos así en silencio durante un buen rato hasta que llego a la puerta de mi casa de la playa, me doy la vuelta una vez más para mirarlo.

- Can, creo que es mejor que te vayas, no creo...

- Nunca sucederá, no lo volveré a hacer, no dejaré a Sanem.

Estoy aquí para quedarme contigo, para siempre -

Me quedo un buen rato mirándole en silencio, no sé cómo interpretar sus palabras, es todo demasiado repentino e increíble y tampoco sé cómo reaccionar ante su firmeza.

Abro la verja para entrar y él me sigue puntualmente, nos metemos bajo el porche y me giro para mirarle apoyando la espalda en la puerta - Can, ¿qué pretendes? ¿Qué quieres de mí? -

Apoya una mano en la puerta junto a mi cabeza y acerca su rostro al mío susurrando:

- Quiero a mi esposa, eso es todo -

Mi corazón se acelera, mi respiración se entrecorta, mi mente se agita, ya no sé qué decir o pensar, abro la puerta y dejo que me siga dentro y luego me dirijo con decisión al dormitorio, entro y cierro la puerta.

Necesito estar sola, necesito respirar y poner en orden mis pensamientos, no entiendo su comportamiento y no sé cómo reaccionar.

Me tumbo en la cama mirando al techo durante no sé cuánto tiempo sin poder formular ningún pensamiento coherente, de tanta agitación que siento por haberle visto de nuevo. No oigo ningún ruido procedente de la habitación de al lado, quizás se haya ido, decido darme una ducha con la esperanza de que el agua fresca me ayude a despejar la mente.

Me visto y no puedo esperar más, abro la puerta y me asomo con cautela sin saber qué esperar, desde luego no a él con las mangas de la camisa remangadas que está terminando de llevar la cena a la mesa como si fuera lo más natural del mundo.

Me mira sonriendo - Vamos Sanem, la cena está lista -.

Sacudo la cabeza, aún sin estar del todo seguro de no estar soñando despierto.

Siempre y para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora