Siempre y para siempre

76 - Nosotros

Sanem

Es extraño saber que tengo frente a mí las dos almas del hombre que amo, siempre las he percibido como diferentes aunque ese hombre maravilloso haya sido siempre el único amor de mi vida. Es extraño encontrar la complicidad de tantos momentos vividos en el pasado con el viejo Can y vivir con él esa intimidad que sólo había conocido con el nuevo Can.
Nuestra primera cena en la cubierta del barco esa noche fue preciosa, Can se había asegurado de que todo estuviera listo para una velada romántica bajo las estrellas, arrullada por el lento balanceo del barco y el único ruido de fondo era el temblor de las velas movidas por el viento.
Comimos hablando del pasado, de los acontecimientos que nos llevaron a darnos cuenta de que nos amábamos profundamente, de los miedos y malentendidos que se interpusieron entre nosotros y de las emociones sentidas durante el distanciamiento y luego durante nuestro redescubrimiento.

- Me enamoré de la imagen del aventurero que viajaba por el mundo para retratar la belleza y la verdad, pero en el fondo siempre tuve un miedo terrible a que decidieras marcharte, no podía soportar la idea de que me dejaras para ir a los Balcanes tras nuestra ruptura por la venta de mi perfume a Fabri y no podía aceptar tu pérdida cuando te fuiste en el barco tras el incidente con Yigit. Mis inseguridades siempre han guiado mis acciones Can, siempre pensé que no era suficiente para mantenerte aquí en Estambul cerca de mí. Saber que te mentí, que te oculté verdades incómodas me aterró, pensar que podrías abandonarme una vez que te enteraras de lo sucedido fue mi peor pesadilla y cuando sucedió no fui capaz de manejarlo y aceptarlo-.

- También es mi culpa que te sintieras tan inseguro Sanem, constantemente ponía a prueba tu amor, ante cada problema en vez de hablar y tratar de entender tu punto de vista decidía que se acababa y te decía que no eras especial para mí, que eras igual que los demás.
Amenacé repetidamente con irme porque quería huir de los problemas, no era capaz de aceptar que pudieras amarme real y profundamente como decías porque en la vida nadie, ni siquiera mi madre, me había querido así ni me había puesto por delante de sus necesidades. Tú fuiste el primero en hacerlo, me habías confesado aquella noche en el jardín de mi casa que me querías más que a ti mismo y con el tiempo me lo demostraste varias veces, y yo estaba convencido de que era incapaz de amar de la misma manera, siento mucho la forma en que me comporté Sanem -

Nos abrazamos y nos perdonamos una vez más las dudas e incertidumbres que habían entorpecido nuestro amor a lo largo del tiempo y la ternura de aquel gesto pronto se convirtió en pasión, sentí algo diferente en su tacto, un nuevo asombro y delicadeza, una sensación de redescubrimiento, fue como si los dos Can que había vivido y conocido hasta entonces se reconciliaran por fin en el maravilloso hombre que me tomó en sus brazos y me hizo suya bajo un cielo acolchado de millones de estrellas.

A partir de esa noche, nuestra vida ha sido extraña y maravillosa, con una rutina diaria completamente nueva en los estrechos espacios bajo cubierta, la intimidad de compartir el camarote que durante todo un año le había acogido sólo a él lejos de mí y siendo constantemente mecido por las olas del mar. Era extraño pero maravilloso estar sólo nosotros, el mar, el viento, el cielo y nuestra inagotable pasión finalmente libre para expresarse bajo el sol abrasador como a la luz de la luna bajo el cielo estrellado.

Can prefería navegar cerca de las costas de la baja California y luego a lo largo de las de México, Guatemala, Nicaragua y Costa Rica, interrumpiendo los días de navegación y deteniéndose de vez en cuando para visitar los pequeños pueblos costeros.
Cada parada ha sido una aventura para descubrir lugares tan diferentes a los que conozco, he saboreado cada matiz del paisaje, la peculiaridad de las casas como las sonrisas de la gente.
Mi albatros vuelve a cumplir su promesa, me lleva a descubrir el mundo con él, esta vez y para siempre juntos.

Los días pasaron lentamente, como si estuviéramos fuera del tiempo, inmersos en la paz del silencio del mar abierto y los coloridos paisajes que de vez en cuando nos detenemos a visitar mientras las noches son sólo para nosotros, para inolvidables momentos románticos de intensa pasión mientras nuestro destino se acerca cada vez más.

Llegamos al atardecer al pequeño puerto de Sàmara, en Costa Rica, y nos dirigimos directamente al emporio local donde tenemos que aprovisionarnos de víveres antes de salir al mar hacia las Islas Galápagos. Can está buscando algunos artículos de ferretería necesarios para algunos trabajos de mantenimiento en el barco y se lo hice saber:

- Can alejarme unos minutos, vuelvo a recorrer la calle porque he visto expuestos en el exterior de una pequeña tienda unos pañuelos muy bonitos que me gustaría comprar para regalar a mi hermana y a mi madre - No tardo mucho y vuelvo a estar con él, llevamos todas nuestras compras de vuelta al barco y nos lanzamos, de la mano, a descubrir las coloridas calles de este rincón del paraíso entre playas doradas y frondosas palmeras decidiendo cenar en uno de los típicos restaurantes con techo de paja instalados directamente en la playa.
Es una hermosa noche iluminada por una espectacular luna llena que se refleja en el mar y mientras la brisa del mar nos trae olores exóticos y embriagadores, volvemos hacia el barco de la mano encantados por la belleza de esta noche tropical.

Una vez a bordo nos tumbamos en una toalla en la proa para admirar el espectáculo que ofrece la luna más grande que he visto en mi vida, es el escenario perfecto para lo que tengo en mente.
Le digo a Can que me espere un momento, bajo a la cubierta y vuelvo rápidamente hacia él, entregándole un pequeño paquete envuelto en un papel de color.
Me mira asombrado y curioso, desenvuelve la cajita y levanta la tapa quedándose unos interminables instantes mirando el contenido, definitivamente estoy ansioso por ver su reacción, levanta una mirada emocionada hacia mí y me regala la más hermosa de sus sonrisas.
Me coge las dos manos y se las lleva a los labios, me abraza con fuerza mirándome durante mucho tiempo con sus ojos brillantes de emoción y exultación.

Oh Sanem, ¿cómo te las arreglas para hacerme el hombre más feliz de esta tierra cada día y cada momento? Cada vez que pienso que no puedo ser más feliz desde que te has convertido por fin en mi esposa, te las arreglas para conmocionar mi corazón y que te ame aún más.

- Te entiendo porque eso es exactamente lo que haces conmigo, consigues que te quiera un poco más y ahora me has hecho el regalo más bonito que cualquier mujer podría desear Puede, no tienes ni idea de cómo me siento, dijiste que querías hacer todo lo posible para hacerme feliz y al parecer lo estás consiguiendo definitivamente.
Acabamos de llegar a ser NOSOTROS, ahora y siempre, pronto parece que seremos nosotros y el fruto de nuestro gran amor, seremos mamá y papá, seremos una familia, dime, ¿estás preparado para un pequeño o una pequeña Divit?-