La huida

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Capítulo 6

Andrea se levantó aquella mañana menos dolorida que de costumbre. Se sentó sobre la cama y observó cómo amanecía mientras se quitaba la tela que se había enrollado en el gemelo cubriendo el corte que no había llegado a cicatrizarse del todo.

Se preparó y se vistió con la que consideró la ropa más cómoda para correr. Sacó la sabana de la cama y la dobló, y anudó creando una bolsa. Arrancó una de las cuerdas de la cortina y la añadió como asa a su intentó de mochila. Agarró mucha ropa y todo lo que consideró útil, y lo colocó dentro de la bolsa. Después partió el jarrón y cogió un trozo afilado para meterlo también y usarlo como última opción si no conseguía una varita.

Y después aguardó.

Se sentó al lado de la puerta desde donde podía contemplar la ventana y la posición del sol. Su rodilla no dejaba de temblar. Ni en los TIMOS había estado tan nerviosa.

Era un plan demasiado arriesgado y con muchos fallos, pero... ¿Qué otra opción tenía? Voldemort no parecía querer rendirse, Andrea estaba segura de que disfrutaba torturándola, pero dudaba que ella pudiera aguantar mucho más. Cada día que pasaba se veía peor en aquel enorme espejo del baño, que parecía recriminar y resaltar su mal aspecto.

Y, por otro lado, Andrea sabía perfectamente que Voldemort era de aquellas personas que estaban acostumbradas a conseguirlo todo y a que todos le obedezcan. Si llegaba a la conclusión de que Andrea no iba a ceder. Su vida habría llegado a su fin.

Vencer a Voldemort iba a ser imposible, y Bellatrix no había vuelto a aparecer por el cuarto desde su pequeño duelo, así que a Andrea le quedaba el eslabón débil de la cadena, la persona que entraba todos los días en el cuarto sin falta. Colagusano.

A ello, se tenía que añadir lo furiosa que Andrea se ponía al pensar en él. El hombre rata no solo era el culpable de la muerte de los padres de Harry, sino que también había ayudado a Voldemort a retornar y había matado a Cedric.

Cuando el sol comenzaba a acercarse a la posición marcada y su pierna comenzaba a temblar con más violencia, Andrea se puso de pie y se apoyó en la pared junto al marco de la puerta.

Se quedó en silencio escuchando su propia respiración. No debía faltar nada, el sol comenzaba a colocarse en el mismo sitio que ella había memorizado. Andrea contuvo el aire al escuchar los pasos torpes de Colagusano por el pasillo. Se colocó justo al lado de la puerta y espero mientras se hacían más audibles las pisadas.

El sonido se detuvo en frente de la salida y Andrea se concentró todo lo que pudo. La ranura de la puerta comenzó a abrirse con lentitud y por ella se asomó, temblorosa, la varita de Colagusano.

Sin tener tiempo para si quiera dudarlo Andrea asió la varita del mortífago con fuerza y se la arrancó de cuajo. Con el impulso abrió la puerta por completo de una patada. El animago retrocedió asustado y abrió mucho la boca mientras Andrea le apuntaba con la varita. Se dispuso a gritar, pero ella se adelantó.

—Desmaius.

El rayo impacto en su cara y Colagusano cayó hacia atrás tirando la bandeja de plata en la que había traído la comida de Andrea. Ella se dio cuenta tarde del fallo porque en cuanto el recipiente tocó el suelo produjo un estrepitoso ruido metálico capaz de alertar a cualquiera que estuviera cerca.

Andrea sin dudarlo se llevó la varita a la cabeza tal como había planeado y murmuró «vertit invisibilia» notando como su cuerpo se iba desvaneciendo. Andrea miró a ambos lados del oscuro pasillo, pero los dos eran iguales.

La chica se apartó de la puerta en cuanto escuchó nuevos pasos, esta vez más rápidos, que se dirigían hacia ella por su izquierda. Andrea sujetó la varita al frente con firmeza y se dio cuenta de que la varita de Colagusano era más corta y parecía más pesada.

Andrea Bletchley y el príncipe mestizo ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora