Genial...Más preguntas incómodas

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Capítulo 25

Se produjo un fuerte estampido y tres personas se aparecieron en una calle poco transitada de la ciudad de Londres.

Andrea miró a su alrededor, alterada, viendo como el paisaje nevado de la Madriguera había sido sustituido por un oscuro y sucio callejón. Un gato que paseaba no muy lejos de ellos y que debía haber estado rebuscando entre la basura salió disparado al escucharlos llegar.

—Vamos—gruñó el hombre tirando del brazo de la chica.

Percy que comenzó a caminar por detrás de ellos, se acababa de limpiar la fruta que su hermano le había lanzado y ahora le clavaba con fuerza la varita entre las costillas. Andrea trató de apartarse dolorida, pero ninguno de los dos la dejó.

—No voy a atacarte, soy inocente—les recriminó ella mirándole al tratar de darse la vuelta.

Percy no contestó ni dejó de apuntarla con la varita. Scrimgeour dio otro fuerte tirón de su brazo y la obligó a avanzar por las escurridizas piedras que adornaban la calle. Con las dos manos atadas y tratando de no desestabilizarse Andrea trató de no tropezar.

—No pueden hacer esto—siguió protestando ella— ni siquiera tienen una orden, esto es ilegal...

El ministro se volvió hacia ella con sus ojos amarillentos sin dejar de arrastrarla. Sus peludas patillas y el largo cabello peinado hacia atrás le concedían un aspecto similar a un gran león.

—Yo dicto la ley, querida—le recordó con voz áspera— y mis palabras pueden ser órdenes.

Andrea lo fulminó con la mirada mientras él volvía a mirar al frente para girar en una calle aún más estrecha en la que las paredes ni siquiera tenían ventanas. Con el giro Andrea tuvo que detenerse para no tropezar, pero al segundo la varita de Percy se clavó con más fuerza y la obligó seguir caminando.

—Y yo que pensaba que éramos amigos, Percy—murmuró Andrea en un tono aburrido—nos conocemos ya de hace mucho...

El chico no contestó, Andrea le observó de reojo y supo que estaba tratando de no mirarla.

—Sabes perfectamente que yo no sería capaz de hacer algo así—prosiguió ella mucho más seria intentado ver su reacción.

La callejuela se torció hacia la izquierda y pudo ver el final de esta en un enorme muro de ladrillos al mismo tiempo que Scrimgeour se giraba para mirarla sin dejar de arrastrarla con fuerza.

—Silencio—exclamó en tono autoritario—no hables sino se te indica.

Andrea estuvo a punto de hacerle caso, pero la ira la invadió deprisa sin ella siquiera darse cuenta.

—Pensé que le gustaría que hablara...—le contestó ella indiferente—no sé...de Voldemort—sus dos acompañantes se acobardaron por un momento, pero Andrea siguió como si nada— de Dumbledore... ¿No era eso lo que querías de Harry?

Andrea sabía que se estaba pasando de la raya, pero era mejor aparentar seguridad a parecer que estaba aterrorizada, como realmente se sentía por dentro. Miró al frente mientras el hombre que la llevaba esposada se volvía hacia ella con interés. El muro de piedra seguía acercándose, pero ella no veía otra salida.

—¿Qué sabes? —preguntó sin disimular sus ansias por conocer la respuesta—¿A dónde va cuando se marcha del colegio?

—Ni lo sé ni me importa—contestó Andrea impasible.

El ministro parecía a punto de maldecirla y se vengó tirando de la cadena y de su brazo con más fuerza. La chica siguió hablando como si nada, tratando de no hacer una mueca de dolor o dejar que sus emociones controlaran su magia.

Andrea Bletchley y el príncipe mestizo ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora