Draco se larga

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Capítulo 11

La primera noche que Andrea durmió en el sofá, a pesar de que Fred y George trataron de convencerla de lo contrario, fue la peor. Las pesadillas volvieron y fueron mucho peores, solo consiguió dormir tres horas y ni siquiera fueron seguidas.

Se despertó a las cinco de la mañana temblando y con lágrimas en las mejillas, abrazada al cojín que había estado usando como almohada.

En cuanto cerró los ojos con la intención de descansar un poco más, supo al momento que no podría volver a hacerlo. Así que los abrió de nuevo y se quedó contemplando el techo de madera sobre su cabeza hasta que el despertador sonó en ambas habitaciones.

Aquel día Andrea estuvo distante, Fred y George se fijaron en sus ojeras y en el mal aspecto que presentaba, pero como habían prometido a su madre dejarla su espacio, no la presionaron para que hablara.

Desayunaron en silencio. Los gemelos trataban de hablar sobre cosas que pudieran llamar su atención para que la chica se uniera a la conversación, pero ella se encontraba sumida en sus oscuros pensamientos y ni siquiera prestó atención a sus palabras. Al despedirse tuvieron que decírselo tres veces antes de conseguir sacarla por un momento de su trance.

Cuando ellos se marcharon Andrea se tiró sobre el sofá que había dejado de ser cama y se colocó los cascos con la primera cinta que encontró en el walkman. Como un efecto instantáneo, en cuanto la música comenzó a sonar las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas.

De nuevo el tiempo pareció acelerarse, y después de muchas canciones, Andrea consideró que había sido suficiente.

Volvió a comer en silencio mientras Fred y George discutían sobre un gran pedido que estaban planeando hacer. Lo único malo que Andrea encontraba a tener que quedarse con ellos era el hecho de que no tenía una habitación para ella sola, sino un salón. Y aunque por un lado era bueno porque la obligaba a no encerrarse, en ese momento habría preferido contar con aquella opción.

No quería seguir sentada en la mesa cuando terminó de comer por miedo a que alguno de los dos se atreviera a preguntarla y no fuera capaz de mantener la calma. Así que bajo su atenta mirada recogió su plato y se sentó en el sofá con un nuevo libro que no era capaz de leer.

Se sentía un poco maleducada haciendo eso, cuando todavía seguían allí en la mesa, pero tampoco se sentía con fuerzas de hacer nada más.

Al caer la noche, no había hecho nada más que mirar el libro y la pared. Además de que había estado un buen rato asomada a la ventana, con cuidado de que no se la pudiera ver, observando a los peatones que caminaban con prisas por la calle adoquinada.

Fred y George parecían haber tenido un día largo y agotador, y ella a pesar de no haber hecho nada, sentía que los parpados le pesaban más de costumbre por lo poco que había dormido.

Cuando salió del baño con la ropa que usaba para dormir, vio que la cama ya estaba preparada y Fred terminaba de limpiar la cocina con un último movimiento de varita.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó él mientras la chica se dejaba caer sobre el sofá-cama pensando en todas las pesadillas que iban a volver a atormentarla.

Ella respondió un simple «más o menos» cuando Fred comenzó a apagar las luces.

—Sigue en pie lo de dejarte mi cama, o que vengas conmigo—le recordó él sonriendo.

—Gracias—le contestó Andrea sin mirarle, tumbándose sobre el colchón.

Fred apagó la última luz y se encerró en su cuarto cerrando la puerta con suavidad hasta extinguir la luz que provenía de él. Andrea suspiró y se recostó en la cama sin poder parar de pensar en lo que ocurriría si se quedaba dormida.

Andrea Bletchley y el príncipe mestizo ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora