Tan solo palabras hirientes

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Capítulo 26

Andrea sentía que su mente trataba de desconectarse de la realidad mientras subían a un cuarto que estuviera libre. Para intentar no concentrarse en el mareo y el mal estar que de repente la había abordado, lo hizo en Fred.

En lo que la transmitía en ese momento. El calor que desprendía al rodearla con los brazos, la tensión de sus músculos, su respiración que se volvía más pesada al tratar de llevarla por las escaleras.

La sensación de frio y vacío que tenía en el cuerpo le era familiar de una manera desagradable, pero su cabeza no le dejaba saber el porqué.

Apoyó la mano sobre su torso como si eso la conectara un poco más a la realidad de la que parecía dispuesta alejarse. Fred bajó la cabeza y le sonrió, pero no pareció darse cuenta de su aturdimiento.

—Ya casi estamos—le escuchó decir en una voz muy lejana.

Andrea quería decirle que no se encontraba bien, pero las palabras no escapaban de su boca. Notó cómo él se detenía en el ¿segundo piso? ¿Tercero? Había perdido la cuenta. Empujó una puerta a su derecha y entraron en la habitación.

Percibió como avanzaba unos pocos pasos más y se detenía de repente. Con cuidado la bajo, al poner los pies en el suelo tropezó y tuvo que apoyarse en él.

Miró hacia los lados asustada, había notado que algo la rozaba, como una sombra. Sentía que algo no iba bien, su mente comenzaba a alejarse de su cuerpo. ¿Qué le habían puesto junto al Veritaserum?

—¿Te encuentras bien Andrea? — preguntó un eco de la voz de Fred.

Ella movió la cabeza sin saber de dónde provenía la voz, a pesar de que el chico la estaba sujetando. Murmuró un tenue «no» sintiendo como se le nublaba la vista. Tenía mucho frío y la sensación de vacío era cada vez más grande, tanto que parecía absorberla. Sabía que algo malo iba a ocurrir.

La voz de Fred llegaba de entre las tinieblas que la rodeaban, pero sonaba demasiado lejos. Sus palabras distorsionadas no eran capaces de devolverla a la habitación, él trataba de abrazarla y ella temblaba desorientada y mareada.

Uno risa maniaca resonó en sus oídos con gran estruendo.

De repente, abrió muchos los ojos y gritó de dolor. La marca ardía como no lo había hecho en mucho tiempo, Andrea no recordaba que fuera capaz de provocar tanto sufrimiento. Nunca había sido tanto, en tan solo un momento.

El ardor la devolvió por unos segundos a la realidad, se encontró cara a cara con Fred que trataba de asirla por los hombros, parecía muy asustado. Andrea le miró sintiendo todo el dolor retorcer cada pequeña molécula de su cuerpo. Sin darse cuenta se aferró a su jersey con las manos, y cuando su iris se volvió más claro, gritó sin saber que decía. Como si no fuera ella la que hablaba.

—Haz que pare...por favor—imploró desesperada.

Fred movía los labios y giraba su cuello para mirar a la puerta como si estuviera avisando a alguien, Andrea no lo sabía, no era capaz de escucharle. El dolor aumentó rozando el límite y la sensación de frío giró en torno a ella con mucha más violencia. Temblaba.

Sus manos soltaron al chico y el grito se extinguió mientras perdía por completo el control de su cuerpo al dejarse caer hacia atrás.

Y siguió cayendo en la oscuridad, sin saber si estaba lista para volver a tocar el suelo.

Tras angustiosos segundos, su alrededor se volvió más claro y antes de que pudiera ver nada más, golpeó con fuerza una tarima de madera negra. El impacto la dejó dolorida y aturdida, con nuevas heridas en las manos y pinchazos en las costillas. Pero no fue suficiente para evitar que mirara donde estaba.

Andrea Bletchley y el príncipe mestizo ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora