¿A salvo?

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Capítulo 8

Harry, Hermione, Ginny y Ron estaban sentados alrededor de la mesa de la cocina. Sobre ella había cuatro tazas en las que solo quedaban restos de chocolate caliente.

Se habían quedado solos. Fleur se había marchado a su cuarto en cuanto el chocolate había sido servido. Lo que todos habían agradecido ya que se había pasado diez minutos diciendo en alto sus pensamientos y poniéndolos más nerviosos.

La señora Weasley había comenzado a estresarse y no se había quedado quieta desde entonces. Recorría toda la casa haciendo cualquier tarea que pudiera distraerla por al menos unos minutos.

Ginny estaba tan nerviosa que había comenzado a morderse las uñas. Ron daba golpecitos con el pie a la pata de la mesa mientras trataba de arrebañar los restos de chocolate de las cuatro tazas. Harry miraba fijamente a la ventana atento a cualquier movimiento en el jardín, pero acababa de distraerse con un gnomo que trataba de atrapar a otro. Hermione murmuraba cosas en silencio que los otros eran incapaces de entender.

—¿Por qué tardan tanto...? —se preguntó Hermione angustiada.

Harry dejó de prestar atención a los gnomos y Ron dejó la última taza que había tomado. Ambos se encogieron de hombros y Hermione se pasó la mano por el pelo tratando de desenredarlo.

—¡Deja de darle con el pie a la mesa, Ron! —exclamó Ginny con exasperación.

Ron resopló y apartó el pie de la madera. La cocina volvió a quedarse en silencio.

—Ron—murmuró Hermione haciendo que el chico le prestara atención—tienes chocolate en la nariz.

Ron frunció el ceño y aceptó la servilleta que Harry le daba.

—Tal vez...—empezó a decir Ron mientras se limpiaba la nariz. Luego miró las expresiones de los otros tres que lo miraban expectantes.

—¿Tal vez qué? —inquirió Hermione con una expresión amenazadora.

—Nada—respondió Ron con la voz más aguda de lo normal.

Los cuatro se quedaron en silencio para dejar paso a un nuevo sonido. Se habían profuducido tres fuertes estampidos en la verja al frente de La Madriguera y pudieron ver a tres figuras que recorrían el jardín con mucha prisa. La segunda figura se podía percibir que cargaba algo entre los brazos.

La señora Weasley entró en la cocina en el momento en que Harry, Ginny, Hermione y Ron se levantaban de sus asientos.

La puerta de la casa se abrió de repente causando gran estrepito y los tres hombres empezaron a entrar con aspecto cansado.

Al comienzo de la comitiva iba Kingsley Shacklebolt que se quitó su sombrero y en cuanto llegó hasta la señora Weasley la asió de los hombros y la agitó intranquilo.

—Necesitamos una habitación—pronunció el hombre con la voz llena de preocupación—rápido, Molly.

La señora Weasley se limitó a asentir y sin decir palabra comenzó a guiarle. Kingsley se volvió al segundo hombre e hizo un gesto afirmativo.

Lupin entró en la cocina y a los cuatro chicos les dio un vuelco el corazón. En sus brazos llevaba a una chica pálida y ojerosa de cabellos castaños. Tenía los ojos cerrados y descansaba sobre él. El labio le sangraba y una cicatriz adornaba su mejilla. Su pierna izquierda estaba ensangrentada e iba goteando por el suelo. La ropa que llevaba estaba raída y llena también de sangre, polvo y suciedad.

La señora Weasley miró a Andrea con preocupación mientras Lupin se colocaba bien a la chica antes de empezar a subir las escaleras detrás de Kingsley. Ella no reaccionó ni se movió.

Andrea Bletchley y el príncipe mestizo ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora