Con la ayuda de Hermione

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Capítulo 17

Como Hermione pronosticó, las horas libres de los alumnos de sexto no eran los períodos de dicha y tranquilidad con que soñaba Ron, sino ratos para intentar ponerse al día de la ingente cantidad de deberes que les mandaban.

Los chicos estudiaban como si tuvieran exámenes todos los días, y por si fuera poco las clases exigían más concentración que nunca.

Harry sorprendentemente y con la ayuda del príncipe mestizo comenzó a sobresalir en pociones, donde el profesor Slughorn se quedaba cada vez más y más maravillado ante sus progresos y logros.

Mientras que en las otras materias, Andrea se llegó a sentir agradecida con su extraño talento para hacer hechizos no-verbales, ya no eran solo necesarios para las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras, sino también en Encantamientos y Transformaciones.

Andrea trataba de explicar a Harry y Ron como lo hacía, pero lo cierto era que ni ella misma conocía el secreto. Era algo mecánico que realizaba casi sin darse cuenta.

Muchas veces, en la sala común o durante las comidas, Andrea miraba a sus compañeros de clase y los veía colorados y haciendo fuerza como si hubieran ingerido un exceso de Lord Kakadura, pero sabía que en realidad estaban esforzándose por realizar hechizos sin pronunciar los conjuros en voz alta.

Por suerte, en los invernaderos encontraban cierto desahogo; en las clases de Herbología trabajaban con plantas cada vez más peligrosas, pero al menos todavía les permitían decir palabrotas si la Tentácula venenosa los agarraba por sorpresa desde atrás.

Una de las consecuencias del gran volumen de trabajo y las frenéticas horas de prácticas de hechizos no verbales era que, hasta ese momento, Andrea, Harry, Ron y Hermione no habían tenido tiempo de ir a visitar a Hagrid, quien ya no comía en la mesa de los profesores, lo cual era muy mala señal; curiosamente, en las pocas ocasiones en que se habían cruzado por los pasillos o el jardín, él no los había visto ni oído sus saludos.

—Debemos ir y explicárselo —propuso Andrea el sábado siguiente, a la hora del desayuno, mientras miraba la enorme silla que, una vez más, Hagrid había dejado vacía en la mesa de los profesores.

—¡Esta mañana se celebran las pruebas de selección de quidditch! —objetó Ron —. ¡Y tenemos que practicar ese encantamiento aguamenti para el profesor Flitwick! Además, ¿qué quieres explicarle? ¿Cómo vamos a decirle que odiábamos su absurda asignatura?

—¡No la odiábamos! —gritó Hermione.

—Eso lo diréis vosotras; yo todavía me acuerdo de los escregutos —dijo Ron sin entrar en detalles—. Y creedme, nos hemos salvado por los pelos. Hermione, tú no le oíste hablar del idiota de su hermano; si nos hubiéramos matriculado en Cuidado de Criaturas Mágicas, ahora estaríamos enseñando a Grawp a atarse los cordones de los zapatos.

—Es insoportable no poder hablar con Hagrid —resopló Hermione con cara de disgusto.

—Iremos después del quidditch —propuso Harry para tranquilizarla.—. Pero es posible que las pruebas duren toda la mañana; se ha apuntado mucha gente. No entiendo por qué de repente el equipo despierta tanto interés.

—¡Vamos, Harry! —dijo Andrea sin disimular un deje de impaciencia—. ¡Lo que despierta interés no es el quidditch, sino tú!

—Exacto—contribuyó Hermione—Nunca habías provocado tanta fascinación, pero, francamente, no me extraña, porque nunca habías estado tan atractivo. —Andrea asintió y Ron se atragantó al mismo tiempo con un trozo de arenque ahumado. Hermione le lanzó una fugaz mirada de desdén y continuó—. Ahora todo el mundo sabe que decías la verdad, ¿no? La comunidad mágica ha tenido que admitir que estabas en lo cierto cuando tú y Andrea asegurabais que Voldemort había regresado, y que es verdad que luchaste contra él dos veces en los dos últimos años y que en ambas ocasiones lograste escapar de sus garras. Ahora te llaman «el Elegido». Vamos, hombre, ¿todavía no entiendes por qué la gente está fascinada contigo?

Andrea Bletchley y el príncipe mestizo ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora