McLaggen la caga

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Capítulo 30

—O sea que, entre una cosa y otra, no ha sido el mejor cumpleaños de Ron, ¿verdad? —dijo Fred.

Era de noche. La enfermería se hallaba en silencio; habían corrido las cortinas de las ventanas y encendido las lámparas. La cama de Ron era la única ocupada.

Harry, Andrea, Hermione y Ginny, sentados alrededor de él, habían pasado todo el día tras la puerta de doble hoja intentando asomarse al interior cada vez que alguien entraba o salía.

La señora Pomfrey no les permitió entrar hasta las ocho en punto. Fred y George habían llegado a las ocho y diez.

—No era así como imaginábamos darle nuestro obsequio —dijo George con gesto compungido.

Dejó un gran paquete envuelto para regalo en la mesilla de noche de su hermano y se sentó al lado de Ginny.

—Sí, él debía estar consciente —añadió Fred.

—Fuimos a Hogsmeade y lo esperábamos para darle la sorpresa... —continuó George.

—¿Estabais en Hogsmeade? —preguntó Ginny.

—Nos planteábamos comprar Zonko —explicó Fred—. Queríamos convertirla en nuestra sucursal en Hogsmeade, pero ¿de qué nos serviría si ya no os dejan salir los fines de semana para adquirir nuestros productos? En fin, ahora eso no importa.

Acercó una silla a la de Andrea y contempló el pálido rostro de Ron.

—¿Cómo pasó exactamente, chicos?

Éstos volvieron a relatar lo que ya habían contado un montón de veces a Dumbledore, la profesora McGonagall, la señora Pomfrey, Hermione y Ginny.

—...y entonces Harry le metió el bezoar por el gaznate y él empezó a respirar un poco mejor. Slughorn fue a pedir ayuda y acudieron la profesora McGonagall y la señora Pomfrey, que lo subieron aquí. Dicen que se pondrá bien. La enfermera cree que tendrá que quedarse en la enfermería una semana, tomando esencia de ruda...

—Jo, vaya suerte que se te ocurriera lo del bezoar, Harry —comentó George.

—La suerte fue que hubiera uno en la habitación —puntualizó el chico.

A Andrea se le helaba la sangre cada vez que pensaba en lo que habría sucedido si Harry no hubiera dado con aquella piedra, recordaba lo estúpida que se había sentido al quedarse totalmente parada sin poder reaccionar.

Hermione emitió un sollozo casi inaudible. Llevaba todo el día más callada de lo habitual. Al llegar se había abalanzado sobre Harry, pálida como la cera, para preguntarles qué había ocurrido, pero después apenas había participado en la interminable discusión entre Andrea, Harry y Ginny acerca de cómo habían envenenado a Ron. Se limitó a quedarse de pie junto a ellos en el pasillo, con las mandíbulas apretadas y cara de susto, hasta que por fin les permitieron entrar a verlo.

—¿Lo saben ya papá y mamá? —le preguntó Fred a Ginny.

—Sí, ya lo han visto. Llegaron hace una hora. Ahora están en el despacho de Dumbledore, pero no tardarán en volver...

Se quedaron en silencio y observaron a Ron, que decía algo en sueños.

—Entonces, ¿el veneno estaba en la bebida? —preguntó Fred con voz queda.

—Sí —contestó Andrea, que no dejaba de pensarlo y se alegró de esa oportunidad para hablar del asunto otra vez—. Slughorn nos lo sirvió...

—¿Pudo ponerle algo en la copa a Ron sin que vosotros lo vierais?

—Supongo que sí, —admitió Harry— pero ¿por qué iba a querer envenenarlo?

Andrea Bletchley y el príncipe mestizo ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora