La casa de los Gaunt

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Capítulo 16

En las clases de Pociones del resto de la semana, Harry siguió poniendo en práctica los consejos del Príncipe Mestizo siempre que diferían de las instrucciones de Libatius Borage, de modo que en la cuarta clase Slughorn ya deliraba sobre las habilidades de Harry y aseguraba que pocas veces había tenido un alumno de tanto talento.

Esas alabanzas no les hacían ninguna gracia a Andrea, Ron y Hermione. Pese a que Harry les había ofrecido compartir su libro, a Ron le costaba mucho descifrar la caligrafía del misterioso príncipe y Harry no podía leerle en voz alta todo el rato, porque habría levantado sospechas.

Andrea tendía a seguirlas, pero acababa negándose a hacerlo viendo la atención que recibía Harry y que no quería por parte de Slughorn, pero también por la cara que Hermione ponía cada vez que lo hacía.

Por su parte, Hermione se mantuvo firme y siguió trabajando con lo que ella denominaba «instrucciones oficiales», pero cada vez estaba más malhumorada porque éstas daban peores resultados que las del príncipe.

Andrea se dio cuenta de que cuanto más tiempo pasaba Harry con el libro, más se interesaba por descubrir quien había sido ese misterioso personaje, y donde estaba ahora.

—O por «ella» —puntualizó Hermione después de oír cómo Harry les exponía sus ideas sobre la identidad a Andrea y Ron en la sala común, el sábado después de la cena—. A lo mejor era una chica. Creo que la letra parece más de chica que de chico.

—Firma «el Príncipe Mestizo» —le recordó Harry—. ¿Cuántas chicas conoces que sean «príncipes»?

—Podría llamarse Príncipe—le dijo Andrea terminando de escribir la carta que iba a mandar a Fred.

—Es un nombre poco común, y tampoco se va a apellidar mestizo—le dijo Harry testarudamente.

Andrea se encogió de hombros y se concentró en la carta mientras que Hermione que tampoco supo cómo rebatir ese argumento, se limitó a fruncir el entrecejo y retirar su redacción «Los principios de la rematerialización» del alcance de Ron, que intentaba leerla al revés. Harry miró la hora en su reloj y guardó el misterioso libro en su mochila.

—Andrea—la llamó haciendo que guardara la carta en su mochila—son las ocho menos cinco, tenemos que irnos o llegaremos tarde a la cita con Dumbledore.

Andrea se levantó con desgana. No estaba tan emocionada como sus amigos por reunirse con el director.

—¡Oh! —exclamó Hermione, agrandando los ojos—. ¡Buena suerte! Os esperaremos levantados, estamos ansiosos por saber qué quiere enseñaros.

—Que os vaya bien —dijo Ron, y los dos se quedaron mirando cómo Andrea y Harry salían por el hueco del retrato.

Avanzaron por los desiertos pasillos con paso decidido, pero al doblar un recodo tuvieron que esconderse precipitadamente detrás de una estatua porque vieron a la profesora Trelawney, que iba murmurando al tiempo que mezclaba una baraja de sucias cartas que al parecer leía mientras andaba.

—Dos de picas: conflicto —musitó al pasar por delante de la estatua—. Siete de picas: mal augurio. Diez de picas: violencia. Jota de picas: un joven moreno, preocupado y... a quien no le cae bien la vidente. —Se detuvo en seco—. No puede ser —masculló con irritación.

Andrea oyó cómo volvía a barajar las cartas y se ponía de nuevo en marcha, dejando tras de sí un olorcillo a jerez para cocinar. Tras comprobar que la profesora se había marchado, echaron a andar a buen paso.

Andrea no dejaba de tocar su collar nerviosa y Harry pareció darse cuenta de que no estaba muy contenta.

—¿Estás bien? —le preguntó mientras giraban de nuevo en otro pasillo.

Andrea Bletchley y el príncipe mestizo ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora