La final de quidditch

51 7 7
                                    

Capítulo 39

Días más tarde Andrea seguía sin haberle dirigido la palabra a Harry, a pesar de que él había tratado de disculparse en varias ocasiones.

Nunca se había enfadado tanto con alguno de sus amigos, siempre se había quedado en medio entre las peleas entre él y Hermione, Hermione y Ron, o Ron y Harry.

Ya no estaba furiosa con él, una parte de ella entendía porque lo había hecho, el problema era que no podía mirarle sin ver a Draco tirado en el suelo ensangrentado.

La cosa cambió dos días antes del partido, en el desayuno. Si Andrea había pensado que nada podría ir peor, se había equivocado, y mucho.

Al entrar en el gran comedor a primera hora de la mañana acompañada por Hermione, sintió que aumentaban los murmullos y que las miradas de los alumnos se posaban en ella.

Pensó que se había vuelto paranoica y que con el partido tan cerca creía que todo el mundo la miraría.

Pero cuando empezó a caminar hacia su mesa se dio cuenta de que ocurría algo más, la gente se apartaba y se encogía en sus asientos quedándose en silencio a su paso. Mirándola de reojo. Había miedo en sus caras.

—¿Qué es lo que ocurre? —susurró Hermione cuando llegaban a la mesa de Gryffindor. Ella también se había dado cuenta y trataba de escuchar lo que decían.

Cuando se sentaron junto a Ron y Harry, Andrea percibió que el hueco que había entre ellos y sus compañeros de casa era más grande que de costumbre.

Las lechuzas seguían llegando con el correo mientras ella alzaba la mirada hacia la mesa de los profesores. Dumbledore no estaba, y la profesora McGonagall en el asiento a su lado la estaba mirando, directamente a ella, con algo que parecía compasión. Andrea apartó la mirada extrañada y se encontró con la de Hagrid, le sonrió como hacía habitualmente, pero el hombre no le devolvió la sonrisa, pareció ofenderle que le hubiera hecho aquel gesto.

Andrea volvió la vista a su desayuno cada vez más confundida mientras Hermione le entregaba un knut a la lechuza para tomar el periódico. Al mirar a Harry y a Ron los encontró igual de atónitos que ella.

—Llevan así desde que hemos entrado — informó Ron con la boca medio llena—pero creo que es por ti, Andrea.

—Genial —murmuró ella sarcásticamente mordiendo uno de los bollos y tratando de no volverse a mirar a la gente que la observaba. Podía sentir sus miradas clavadas en su nuca.

Hermione dio un gritito murmurando «no puede ser... », soltó el periódico como si estuviera ardiendo en sus manos. Lo miraba muy asustada. Sus tres amigos alzaron la cabeza al mismo tiempo, alarmados.

—¿Qué? —preguntó Harry ansioso y atemorizado, tratando de alcanzar el papel —¿Qué es lo que ocurre? ¿Quién ha muerto?

Hermione lo apartó de sus manos y se volvió hacia su amiga. El ceño fruncido, los labios apretados. Andrea se temió lo peor hasta que ella descartó la pregunta de Harry.

—No ha muerto nadie, pero...deberías ver esto —susurró tendiéndoselo con precaución — te avisó que no te va a gustar.

Andrea se lo arrebató de la mano empezando a impacientarse y observó la portada quedándose sin aliento al ver la foto de aquella edición. Un retrato enorme de su cara ocupando la mitad de la hoja, pero aquello no fue lo que más la impactó. Fue el titular, claro y con letras gigantes.

¿Andrea Bletchley, la hija perdida de quien-usted-ya-sabe?

—¿Qué cojones es esto? —preguntó alzando el papel y mirando a Hermione.

Andrea Bletchley y el príncipe mestizo ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora