Al mirarla a la cara y observar la luminosidad de su piel, sus largas pestañas, sus ojos que parecían más grandes y sensuales que nunca con aquel maquillaje, sus labios pintados de un color más oscuro del que solía utilizar. Por un instinto primitivo me encendió la sangre. Quise besarla en la boca y probar su sabor. Trate de borrarme esas imágenes del cerebro.
Stella traía un vestido rojo sangre de tirantes, ligeramente escotado, con los brazos al descubierto; y la falda le daba apenas arriba de las rodillas. El vestido resaltaba sus hermosas curvas y su bella figura. Tenía una sonrisa fresca y alegre.
— ¿Es que nadie te ha enseñado que es muy poco inteligente interrumpir una conversación privada? — le espetó Ximena, en un tono amenazador. Yo aún no asimilaba aquel espectáculo. No podía quitarle la mirada de encima con ese escote.
Stella sonrió falsamente. — Es un espacio público. — replicó. Y de pronto, ante mí, en una intensa visión fugaz, ha surgido la mirada de aquellas mujeres, el odio silencioso de aquellas miradas, provocándome un escalofrío. Ximena siempre había sido muy problemática y no dudaría en ser ella una de la primera en armar un escándalo enfrente de todos.
— Si no quieres pasarlo mal, lárgate. Esta es una conversación privada. — Ximena estaba cada vez más furiosa.
— ¿Ah, sí?
Frunció el ceño.
Temí que Ximena fuera a abofetearla. En este momento yo me interpuse entre las dos. — Ximena, Te pido que te vayas y que te vayas ahora mismo, — le lancé una mirada desafiante. — primero porqué tu vista me haría un mal espantoso, y segundo porque tu presencia aquí renovaría el escándalo a cada momento.
Ximena torció el gesto. — Bien. Hablamos más tarde. — dijo, no sin antes mirar con recelo a Stella.
Stella me miró de inmediato. Enarqué las cejas. — No contaba con tu presencia. Ya estaba convencido de que todo esto es una mierda.
Stella alzó una mano. —Yo vine por mi voluntad y puedo también por mi voluntad retirarme.
La tomé por la barbilla y sus ojos miraron a la izquierda, a la derecha, y hacia abajo. Mírame, le ordene. Cuando me miró le solté la barbilla. — ¡No estés jugando con mi paciencia, Stella!
Bajó la voz para decirme. — hablas como si no hicieras lo mismo. — Stella se mordió el labio y miro a otra parte.
—No. Si haces eso, lo empeorarás.
La Stella que conocía no era esa mujer. Tal como sospechaba, con la ropa adecuada, un buen peinado y algo de maquillaje, era lo suficientemente guapa. Ella era una persona muy diferente al estereotipo de mujeres despampanantes, es decir, aquellas que quieren estar muy bien rodeadas y tener toda la atención. Stella es una mujer con una belleza serena que le sentaba muy bien. Aunque no era el tipo de mujer con el que solía frecuentar... en este caso, sería lo mejor.
Le miré la mano y fruncí el ceño. — ¿Dónde te has dejado el anillo?
—Ah.
Abrió el bolso, sacó la cajita y se puso el anillo.
Miré a todos lados, —Tienes que llevarlo puesto todo el tiempo.
—Vamos, no exageres. Se me olvidó ponérmelo. No estoy acostumbrada a llevar joyas. —Sonrió... una sonrisa expresiva y traviesa.
— Gracias por recordármelo, amorcito.
Enarqué las cejas. —¿Amorcito?
— he buscado un apelativo. Ya sabes, como si fuéramos grandes enamorados.
ESTÁS LEYENDO
Forced marriage. (+18)
Teen FictionAnthony Prince, un joven millonario que a sus 26 años, no cree en sentimientos, ni en compromisos. La palabra matrimonio y familia, son conceptos que ni siquiera existen en su mundo. A él solo le importa divertirse con las mujeres, solo sexo... 1-07...