Había pasado días desde la pequeña discusión que hubo entre Daphne y Stella. Yo a ella no le reclamé nada, ni le dije nada. Ambos habíamos actuado como si ese día jamás existió. Sin embargo, estuvimos tomando una cierta distancia. Pues, aunque vivimos en la misma casa, cada quien tomaba caminos separados. Ella normalmente salía temprano y yo me quedaba en la oficina hasta tarde con el fin de no verla.
Daphne, por el contrario, se dedicaba acompañarme hasta muy tarde empeñada en resolver los problemas que estaba teniendo con BMG.
Esta noche me encontraba trabajando desde la oficina de mi casa, necesitaba estar solo, y concentrarme en los temas referentes a la empresa. Por suerte, Stella había empezado a colaborar como voluntaria en un refugio de una asociación protectora de animales. Iba asiduamente los fines de semana y ayudaba en lo que se necesitase. Dylan la había invitado en ser voluntaria, sabía que hoy iba a ir a un concurso con el fin de recaudar fondos. Mi hermano siempre tan generoso con todos.
Ella insistió tanto en qué yo fuera, pero le dije que no me apetecía ir a una celebración que no tenía beneficios para mí. Así que se molestó conmigo, y se fue sola.
Había pasado varias horas que Stella aún no regresaba y la verdad no estaba de mi interés irla a buscar o al menos eso intentaba. Creo que Stella puede hacer cualquier cosa con su vida y no debería de importarme.
Estaba trabajando en mi oficina de la casa, cuando empiezo a escuchar unos pasos. Supe de inmediato que era ella. Podía reconocer sus pasos a distancia. La puerta estaba abierta y ella entró sin tocar. Se paró delante de mí, en silencio. Ninguno atinó a decir una palabra.
—Si esperas que me disculpe, no lo voy a hacer — dije, y bebí de un trago. El whisky no me supo a nada. No estaba para saborear nada.
—Me he sentido como una idiota estando sola y peor aún, aguantar las preguntas de todos, preguntando por qué no estabas a mi lado. —espetó, resentida—. Por lo menos podrías haber apartado tu hosca actitud y haber fingido ser un marido atento. Ese es el acuerdo, ¿recuerdas? Cuando estemos en público tenemos que actuar como si todo fuese normal entre nosotros.
—Si no querías sentirte así, no debiste ir. — murmuré. Apreté el vaso con fuerza antes de dejarlo con un golpe seco sobre el escritorio. Me puse de pie, para rodear mi escritorio y acercarme a ella paso a paso, con las manos entre los bolsillos de mis pantalones. —¿Qué sucede, cariño? ¿De repente te sientes sola?
— Eres un imbécil. Ojalá nunca hubiese aceptado ser parte de toda esta farsa. — podía ver el odio que me tenía reflejada en su mirada.
—¿Y por qué lo hiciste? —pregunto.
—Tu hermano tenía razón. No debí cruzarme en tu camino. Nunca.
— Crees que yo estoy feliz por haberte conocido, por supuesto que no. —Gruñí, agarrándola de los brazos.
—Te detesto — dijo, mirándome a los ojos.—Eso está mejor —dije soltándola. — Estaba comenzando a preocuparme de que te estuvieras apegando a mí.
— ¡Como si yo fuese tan estúpida!
— Como te lo he dicho, no confundas la lujuria con el amor, Stella podemos hacerlo cuando quieras, pero no trates de ver en ello nada más de lo que es.
— Te odio. No puedo ni soportar el pensar que me toques.
— Mientes.
— Estoy hablando con la verdad.
Levanté su barbilla.
— Dime qué te hice, para que hables de esa manera.
— Hoy por la mañana te vi junto a Daphne.
Así que mi instinto me había dicho la verdad. Alguien nos había visto juntos, y ese alguien era Stella.
—¿Sientes no ser ella? Anhelas que yo ...
Stella levantó la mano y me dio una bofetada. Antes de que yo pudiera seguir hablando.
Entonces estaba lleno de odio, respiré profundamente, intentando calmar mi enfado, ante aquella actitud que tenía Stella en contra de mí.
—¿Sabes una cosa? —dije fríamente. —No debiste haber hecho eso. —inquirí, con la voz llena de ira.
—Te meres eso y más. — escupió. Pero algo en ella, me decía que luchaba contra el miedo que la estaba invadiendo. Puedo oler su miedo que me tiene, aunque ella se dé valor.
—Yo podría decir lo mismo de ti. — conteste. Tomándole un mechón de su cabellera y acercándola a mí. — Y todavía lo estás suplicando, ¿no es así, Stella.? Quieres que te lleve sobre ese maldito escritorio y te demuestre lo despiadado que puedo llegar a ser. Vamos, acepta. Me deseas. ¿Quieres que te lo demuestre?
—Aparta tus sucias manos de mí.
Me acerqué aún más hacia ella. Roce mis labios con la intención de provocarla. — Sé que lo deseas. — dije, mirándola directamente a los ojos. Sus pupilas estaban dilatadas.
Me preguntó que estará pasando por la mente de Stella, la notaba como si estuviera un debate con ella misma.
Cuando presioné mi cuerpo contra ella, nos besamos, no supe quién lo hizo primero, pero cuando ocurrió, sentí como si un terremoto sacudiera mi cuerpo. Acaricie la lengua de ella con la mía, tan apasionadamente.
Entonces la hago retroceder hasta que la parte posterior de sus muslos queda apretada contra el escritorio.
Muevo las manos hasta el dobladillo de su vestido y comienzo a subírselo por las piernas.
—Me arrepentiré de esto mañana. — la escucho gruñir.
Sujeto la parte posterior de sus muslos y la subo sobre el escritorio. Me quedo de pie entre sus piernas y le saco el vestido por la cabeza. Le beso un hombro y después el otro.
—Antho...
Llevo mi dedo, índice sobre sus labios en señal se silenció. Le desabrocho el sujetador y, a continuación, bajo la cabeza y tomo un pezón con la boca. Su cuerpo entero se arquea hacia atrás y sus muslos se tensan alrededor de mi cintura.
Momento en el cual bajé la cabeza para besarle el pezón derecho, jugueteando con él con su boca para chuparlo a continuación. También lo mordisqueó antes de comenzar a hacer lo mismo con el otro pezón, haciendo que ella perdiera completamente el control.
Stella cierra las manos en mi pelo, y necesito cada gota de mi fuerza de voluntad para no tomarla en ese mismo momento. — ¡Te deseo! — le digo mientras me muevo de nuevo hasta su boca. Tiene los ojos cerrados, pero sus labios están entreabiertos.
Conozco perfectamente cuál es su punto débil para que utilice esas cuerdas vocales.
Abre los ojos de golpe y yo recorro su cuello con un dedo. Está tratando de formular una respuesta sarcástica, pero tengo su cuerpo en mis manos y no parece ser capaz de pronunciar palabra alguna.
Le beso el cuello con suavidad. Uno de sus brazos está alrededor de mi cuello y el otro me está aferrando el bíceps. Tenía una expresión casi ansiosa en el rostro. Le paso las manos por los costados y engancho los dedos alrededor de las finas tiras de sus braguitas.
Mientras se las bajo, ella levanta las caderas para ayudarme. Ahora está desnuda, subida al borde del escritorio, sin nada, salvo unos tacones negros de casi ocho centímetros. — Vamos a dejarte los tacones puestos...— susurro.
Separo más sus muslos y recorro la parte interna de su pierna con una mano. Ella la observa mientras lo hago, cautivada. Me quedo sin aliento cuando la toco.
Está más que preparada. Frunce los labios y sus ojos se cierran. Me siento como si fuera un adolescente tocando a una chica por primera vez. ¿Cuántos minutos, horas y días me habré pasado soñando con tocarla de este modo? Ansioso por saborear el tacto de Stella Juego con ella, provocándola, frotándola, deslizándome. No había podido hacerlo la última vez, así que me tomo mi tiempo. Me siento tan fascinado por el tacto de su cuerpo, por los sonidos que produce, que fácilmente podría pasarme una hora haciendo esto. Podría hacerlo todos los días. Quiero hacerlo todos los días. Nuestras frentes están una contra la otra, nuestros labios se están tocando, pero no se mueven. Tiene la mano tras la parte posterior de mi cabeza. Puedo sentir su necesidad en la forma de tensarse de su cuerpo. Me gusta ser la causa de su respiración entrecortada, de sus músculos sacudiéndose. Me gusta que su cuerpo responda a mis manos. Todavía tengo un dedo dentro de ella cuando hablo.
—Esta vez no quiero a hacerte el amor. —Mi voz suena ronca. —Quiero follarte. —le susurro al oído. Se queda paralizada, o más bien congelada. Me bajo los pantalones y me los quito. Stella me observa con ojos salvajes y vidriosos. Se tumba con el pelo colgando del lateral del escritorio, tan largo que roza la alfombra. Tiene las piernas dobladas por las rodillas y los talones encima del escritorio; exactamente igual que si hubiera salido de una fantasía erótica.
**********
Horas después. Stella salió de la ducha, evitando mi mirada de forma significativa al entrar en la habitación principal. —Stella tenemos que hablar.
—Si no te importa, preferiría no hacerlo —dijo, tomando el cepillo entre su mano. Rápidamente, pasó el cepillo por su cabello y se paró frente al espejo.
—Escúchame, Stella—dije mientras me acercaba a ella y la tomaba del brazo.
—No quiero hablar contigo —repitió. —. No quiero tener nada que ver contigo. Eres un gilipolla arrogante, eso es lo que eres.
—Joder, ¿puedes callarte y escucharme? —gruñí, apretándole el brazo.
—Te has aprovechado de mí. —murmuró al tiempo que me miró en el espejo, con un brillo en los ojos que se apagó cuando su mirada se cruzó con la mía.
Me aclaro la garganta. —Yo no hice eso. Podrías haberme detenido en cualquier momento, pero no lo hiciste.
—¡Hiciste imposible que me pudiera resistir a ti! ¡Y te de testo por eso!
Elevé las cejas con confusión. — No es mi culpa si tú no tienes autocontrol.
En cuestión se dio media vuelta y me miró de forma inexpresiva. — Eres tú el que no tiene autocontrol. — respondió.
Rodeo los ojos. — ¿Podemos hablar como personas adultas?
— Parece difícil poder entendernos.
Elevé una ceja. —No entiendo porque tú cambio de actitud.
— ¿Por qué no vas y le preguntas a Daphne?
— ¿Sigues con lo mismo?
Se cruzó de brazos y respiró profundo antes de hablar. —Antes de salir de la ducha te escuché hablando con ella. —Maldición no debí contestar esa llamada. — Entonces los rumores son ciertos. —susurró.
Intenté acercarme a ella, pero ella dio un paso atrás. No podía comprender su propio comportamiento. Stella tenía los ojos abiertos de par en par y los labios entreabiertos.
—Mira... lo siento. No debiste escuchar nada. —dije. Pero ella se limitó a seguir mirándome.
Demonios... ¿por qué siempre tengo que comportarme como un idiota con ella?
La miré directamente a los ojos y le dije: — Me has alejado de ti, Stella. Soy un ser humano. Estaba tratando de encontrar a alguien por quien reemplazarte.
Ella traga saliva y baja la mirada mientras yo la observo en silencio.
Suelto un suspiro.
—Me arrepiento de eso. La arrastré a algo, ella está enamorada de mí, y eso es una ventaja. Me parecía que la única forma de compensar la falta que me estabas haciendo. No puedo negar que quiero que siempre estés a mi lado. Me agrada estar contigo en todo momento.
Ella parpadeó varias veces antes de hablar. —¿Y cómo sé yo si me está diciendo la verdad? —ella se cruzó de brazos. —Vamos, después de todo eres el rey del hielo. No creo que puedas tener sentimientos por nadie.
Ella tiene razón, después de ser un gilipolla es imposible que alguien pueda pensar lo que siento. Si tan solo supiera Stella que con ella me siento otra persona, es como si ella fuera el arcoíris en medio de las tormentas de mi vida. Por más que he intentado negar mis sentimientos hacia ella, no puedo, simplemente no puedo sacarla de mis pensamientos.
— Lo siento —suelto. — Seguramente te he hecho daño.
— Y mucho... —murmuró, apartando la mirada. — Como tú lo has dicho. No confundas la lujuria con el amor, podemos hacerlo cuando queramos, pero no trates de ver en ello nada más de lo que es.
— Stel...
—Por más que intentamos algo esto no va funcionar. Debería de existir confianza, sinceridad, el deseo de compartir. Pero no lo hay.
Tenía razón, pero por mi mente no sabía cómo reaccionar ante esto. No sabía que decir. — Stella.
Ella hizo un ademán de silencio, para que yo no dijera nada. — Es mejor que nos mantengamos en el margen.
Y como balde de agua fría, me hizo reaccionar en el instante. Debo seguir alejada de ella.
—De acuerdo. — dije, y salí de la habitación dando un portazo. Si Stella quiere que sigamos distanciados eso haré. Cada quien tendrá su espacio.
ESTÁS LEYENDO
Forced marriage. (+18)
Teen FictionAnthony Prince, un joven millonario que a sus 26 años, no cree en sentimientos, ni en compromisos. La palabra matrimonio y familia, son conceptos que ni siquiera existen en su mundo. A él solo le importa divertirse con las mujeres, solo sexo... 1-07...