Llegamos al mejor lugar, el gran escenario para relajarse y conectarse. Una vez que aparcamos y bajamos del vehículo, Stella miraba todo con sus ojos bien abiertos, estaba asombrada. — No me puedo creer que a ti te guste estos lugares.
— Me agrada este lugar. — susurre entre dientes.
Ella arqueó una de sus cejas. — Así que, después de todo te gusta la naturaleza, ¿verdad?
—Supongo que sí. — digo. Mientras le hago señas para que caminemos — ¿¡Vamos!?
Asintió.
Ambos caminamos hacia la entrada, nos detenemos frente a las columnas de piedra que flanquean el paso al Real Jardín Botánico. Antes de que pueda preguntar, me apresuro a pagar las entradas y nos adentramos en un universo de naturaleza escondido entre hormigón y asfalto.
A medida que avanzamos por las avenidas y la vegetación se vuelve más frondosa la atmósfera va cambiando, consiguiendo que te olvides de dónde te encuentras. Caminando en silencio, uno junto al otro. No resulta incómodo, sino extrañamente íntimo. Nuestras miradas tropiezan y nos sonreímos. No tengo ni idea de adónde nos dirigimos y tampoco me importa, me limito a dejarme llevar. Con cada paso la melancolía se va disipando un poco y comienzo a sentirme más ligero.
La relajada belleza que confiere la paleta de colores del otoño mezclándose en perfecta armonía, unido a los juegos que las luces crean a nuestros pies y las últimas hojas que, todavía, resisten en las ramas le otorgan al paisaje una cualidad casi mágica.
—Dios. Esto es precioso. ¿Puedes creer que nunca antes había estado aquí? —ella admiro las altas copas de los árboles que bordean el sendero por el que transitamos. No se ve a ninguna otra persona aparte de nosotros y la sensación de paz casi se puede palpar.
Caminaba relajada con las manos dentro de los bolsillos del chaquetón blanco. Ella mantenía la mirada fija en el camino.
—Hubo un tiempo en el que pasaba muchas horas aquí. Es uno de mis lugares preferidos —hice una pausa y observe lo que nos rodea—. Fue hace mucho. Aquí pase gran parte de mi adolescencia antes de mudarme a New York. Estaba terminando la carrera de Administración y Dirección de empresa, en todo ese tiempo yo trabajaba de becario con un gran amigo de mi padre. Me sentía perdido, no sabía que quería hacer con mi vida y venir aquí me ayudaba a aclarar las ideas.
Ella sacudió la cabeza al oír aquellas palabras, pero sin embargo no dijo nada.
— ¿Qué pasa? — pregunte
Stella hizo el ademán de cerrar con un cierre sus labios y sonrió.
Puse los ojos en blanco. — Puedes hablar. Solo dime lo que piensas. —insistí.
— Con respeto a qué aquí siempre has venido a aclarar tus ideas. —ellas se mordió el labio y siguió hablando. —... Mmm. Creo que aún no has aclarado tus ideas, o, ¿Me equivocó?
La miré. —Con cuerdo contigo. Todo ha sido una locura, pero ahora eres una pequeña parte de esto
Stella me miró fijo a los ojos. Meneó lentamente la cabeza de un lado al otro. — Tú me has metido en esto.
—Eh, si yo te metí, fue para tu bien!
Se escuchó un resoplido... — ¿¡Mi bien!? — exclama. — iba a trabajar y ganar mucho dinero para pagarte.
Pase las manos por mi cabello. —Creo que aún seguirías en deuda conmigo... — Me burló. Y ella pone los ojos en blanco, llevándose las manos a los oídos todo con el fin de no seguir escuchando lo que iba a decir.
ESTÁS LEYENDO
Forced marriage. (+18)
Teen FictionAnthony Prince, un joven millonario que a sus 26 años, no cree en sentimientos, ni en compromisos. La palabra matrimonio y familia, son conceptos que ni siquiera existen en su mundo. A él solo le importa divertirse con las mujeres, solo sexo... 1-07...