𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕𝐈

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𝑴𝒚 𝒐𝒉 𝑴𝒚

Daniel ya estaba harto de hacer el papel de niñera.

Unos cuantos días más habían pasado igual que los anteriores, solo siguiendo a Nora en su aburrido y tranquilo día, revisando sus redes para ver si posteaba algo medianamente interesante e interceptando sus llamadas sobre la lista del súper... lo típico cuando observas a alguien desde la lejanía.

«Definitivamente no sería un buen acosador. Esto es más aburrido que escuchar a Luca hablar sobre software y hardware, pero trabajo es trabajo», era su pensamiento más recurrente.

Como era ya de costumbre, ese día se quedó hasta tarde vigilando el balcón de la pelirroja, siendo diferente al resto de los otros día el hecho de que en esta ocasión la luz de la sala no se apagó a la misma hora de siempre y que Nora pasaba con más frecuencia por esta como si estuviera...

¿Arreglándose?

Si era así entonces había ocurrido un enorme milagro, siendo que era la primera vez que la pelirroja salía de noche.

Y es que desde hace varios días Nora había querido salir a divertirse un rato y por fin, luego de insistirle a su hermano por un tiempo, esa noche consiguió lo que tanto quería.

El chico había llamado un par de horas antes diciendo que consiguió convencer a sus amigos de ir esa misma noche a uno de los clubs más populares y recientes de la ciudad, y por supuesto que ella no dudó ni un segundo en apuntarse a la salida, después de todo, había insistido mucho como para quedarse en casa sola a última hora.

Su enorme dilema vino a la hora de encontrar el atuendo perfecto para la ocasión ya que no podía vestir cualquier cosa gracias al maravilloso invierno. Quería verse sensual y provocativa sin caer en lo vulgar, pero no quería pasar frío al salir del auto, y tampoco quería pasar calor al estar dentro del club.

Al final la solución se la dio su hermano, diciéndole que estaría dentro del club más tiempo que en la calle por lo que era mejor que no llevara nada caluroso a menos que quisiera morir de hipertermia.

Obviamente no quería morir, por lo que terminó decidiéndose por un hermoso vestido de satén con tirantes de un color azul eléctrico que resaltaba sobre su piel blanquecina y contrastaba con el tono rojizo de su cabello; el vestido de escote recto se amoldaba perfectamente a las suaves curvas de su cuerpo, realzando lo justo y necesario, y dándole ese aire juvenil que su ropa holgada de andar en casa le robaba. Su largo cabello rojizo iba suelto y caía sobre sus hombros en suaves ondas que le otorgaban volumen. Y como casi siempre, había optado por un maquillaje natural que ocultaban parcialmente las pecas de su rostro.

―¡Te ves increíblemente sexy, Nora! ―se halagó a sí misma en cuanto se miró en el espejo con la finalidad de infundirse confianza y seguridad, sintiendo que las necesitaba más que nunca.

Estando sentado con una postura relajada dentro de su auto oculto entre las sombras de un oscuro callejón, a Daniel le llamó mucho la atención ver una melena pelirroja ondearse a través del estacionamiento, quedándose boquiabierto de la impresión al enfocar mejor su vista y darse cuenta de que se trataba de Nora.

¿En serio esa era la misma chica que había visto durante días solo en pijamas y en ropa holgada y sencilla?

¡Se veía jodidamente sexy!

Con una sacudida de cabeza, Daniel se obligó a dejar de babear, sintiéndose contrariado por el pensamiento de lo mal que se veía un tipo mirando de esa forma a una chica, y con la gran necesidad de admirar su belleza.

Daniel pensó en que si estuvieran en un concurso de belleza en donde el fuera el juez y Nora estuviera compitiendo contra la pintura de "La creación de Adán", definitivamente dictaría que Nora era mucho más hermosa, aun cuando competía contra una de sus obras favoritas.

Una Perfecta MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora