𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐗𝐗𝐕𝐈

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𝑺𝒆𝒏𝒕𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔

El patio trasero en la casa de los hermanos Martínez se podía considerar como un área común gracias a la gran cantidad de tiempo que los Dan y Luca pasaban allí, por ende era el mejor lugar para estar.

Recostados sobre un tapete en el césped con un gran árbol dándoles sombra y rodeados de un ameno silencio, Daniel y Nora se consumían en sus propios pensamientos.

La pelirroja estaba recostada con los ojos cerrados pensando en lo que podría hacer esa tarde junto a Daniel mientras que este estaba concentrado en su cuaderno garabateando algo, o bueno, eso es lo que Nora pensaba, pero él hacía de todo menos garabatos.

Él pensaba en lo lindo que estaba yendo el día, en lo relajado que estaba después de tanta tensión, y en cómo le salían con naturalidad los trazos que marcaba en la hoja.

Sin embargo, no estaba del todo relajado ya que se sobresaltaba cada que Nora se removía.

Si ella llegaba a abrir los ojos y él aun no había tirado lejos el cuaderno, le daría un infarto.

A pesar de los años aún seguía teniendo traumas e inseguridades ligadas a su arte que trataba de ignorar a toda costa, y Nora conocía un poco del tema por lo que voluntariamente se había mantenido con los ojos cerrados todo el rato, dándole a Daniel espacio para que pudiera desarrollar sus habilidades.

Ella recordaba a la perfección el día en que Daniel le enseñó un dibujo y como este se había puesto nervioso ante la opinión que pudiera emitir.

Hasta el momento no había preguntado qué era lo que sucedía para darle tiempo a Daniel de que se lo contara por cuenta propia, además de que no había surgido el tema, pero era algo que rondaba en su mente constantemente.

―Amo esto ―habló en voz baja, rompiendo el silencio entre ambos ―. Me encanta que estemos así tan tranquilos disfrutando de la compañía del otro. ―Abrió ligeramente los ojos para ver la expresión de Daniel y luego los volvió a cerrar antes de que él lanzara el cuaderno sobre su regazo a cualquier rincón del jardín ―. Es tan relajante, ¿no crees?

Daniel tenía que darle la razón en eso a Nora.

Hace muchísimo tiempo que no se relajaba de tal forma.

Sí, habían momentos de descanso, y sí, cuando tomaba su cuerpo dejaba de estar tenso, pero nada de eso se comparaba con estar verdaderamente relajado.

Hasta ahora ese día había sido el más sereno que tenía en años, y no iba a negar que gran parte de la razón de ello era la pelirroja.

—Sí, lo creo —murmuró él, dejando de trazar para mirar el dibujo por unos segundos —. Nunca pensé estar aquí así. —Cambió de color—. La verdad es que llega a ser sorprendente. Me ayudas a hacer cosas tan difíciles como si fueran acciones tan sencillas.

Ya se le había soltado la lengua a Míster Filosofo.

¿Por qué pasaba eso cada que hacía arte?

No lo sabía y debía seguir viviendo con ello.

Nora abrió los ojos ante la sorpresa que esas palabras le causaron y miró a Daniel en busca de algún rastro de broma en su expresión.

—¿En serio...? —preguntó por lo bajo, no pudiendo creer lo que acababa de escuchar.

Jamás alguien le había dicho nada como eso ni parecido, y el que Daniel se lo dijera lo hacía sentir como si fuera el mejor de los halagos.

Allí tuvo respuesta para su sonrojo y los latidos rápidos de su corazón. Ahora debía buscarle respuesta a esto pero en todas las situaciones anteriores en las que había estado con Daniel.

Una Perfecta MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora