𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐗𝐈

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𝑪𝒖𝒂𝒓𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒈𝒂𝒕𝒐𝒔 𝒚 𝒖𝒏 𝒑𝒐𝒄𝒐 𝒅𝒆 𝒊𝒏𝒇𝒐𝒓𝒎𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏

Esa linda y soleada mañana, el ambiente estaba cargado de un delicioso aroma a café y pan recién horneado provenientes del pintoresco cafetín con toques hippies en donde Daniel y Nora tomaban el desayuno en su tercera salida de "amigos y solo amigos y nada más que amigos".

―¡Vamos!, prueba un poco.

Daniel reía entre dientes al momento de fastidiar a Nora con querer darle un pedazo de panqueca bañado en salsa de tomate, pues, ella le acababa de confesar que lo odiaba en todos los sentidos.

―Una probadita, Pelirroja. Mira que se ve delicioso.

Todo lo contrario.

Se veía extremadamente asqueroso, pero era divertido ver la cara de asco que ponía Nora ante la combinación de hot cakes con miel y salsa de tomate.

―¡Ya basta Daniel! ―le pidió en un pequeño grito al tiempo en que intentaba alejarse lo más que podía de esa asquerosidad.

Odiaba el kétchup en cualquier cosa, ¿cómo no odiarlo con panqueques si se suponía que no debería estar ahí?, imposible no hacerlo.

Además de que cuando invitó a Daniel a desayunar lo menos que le pasó por la mente fue que él atentaría contra su bienestar y la salud de su estómago.

«Nota mental: esperar siempre lo peor».

―Eso es asqueroso ―gruñó con el gesto arrugado.

Daniel volvió a soltar varias carcajadas por la expresión de profundo desagrado de Nora.

―Oh vamos, no debe ser tan malo...

Se llevó el tenedor a la boca y cuando probó el primer bocado no pudo siquiera masticar.

Nora tenía razón. Era asqueroso.

Ahora tenía dos opciones:

La primera era escupir todo en una servilleta y machacar su ego, y la segunda era tragar y esperar que no le diera diarrea.

Por supuesto que eligió la segunda opción.

―Buenísimo ―se forzó a decir, intentando no reír por su propia estupidez, y de forma disimulada alejó la salsa de su plato.

Nora lo miró como si se hubiera vuelto loco, pero al notar que había alejado la salsa, puso los ojos en blanco y sonrió con diversión.

―¿Ah sí? ―Arqueó una ceja en su dirección ―, entonces no te molestara comerte todo con esa asquerosa salsa hecha por el Diablo.

Daniel tragó grueso y miró a Nora con los ojos muy abiertos.

El estafador estaba resultando ser estafado.

―Mm–mhm, no. ―Negó como un niño pequeño―. No puedo porque... Porque debo dejarle de esa salsa a los niños necesitados. A ellos les gusta mucho ―se excusó de mala manera antes de tomar un gran trago de su jugo y así intentar quitarse el asqueroso sabor del kétchup con la miel ―. Ya sabes, esto... No voy a comer más, estoy lleno.

La pelirroja apretó los labios en una fina línea, intentando no reír por la excusa tan mala del rubio.

Le resultaba gracioso y adorable que el pobre no supiera mentir.

―Oh claro, los niños necesitados necesitan kétchup. ―Puso los ojos en blanco y le sonrió.

Pese al incidente con la asquerosidad hecha por el Diablo, la mañana estaba resultando agradable y divertida.

Una Perfecta MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora