𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐗𝐕

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𝑨𝒎𝒊𝒈𝒐𝒔

Luego de un agradable almuerzo lleno de chistes malos y comentarios con doble sentido, Nora tuvo que irse a trabajar, dejando solos al trío dinámico para que se instalaran en su habitación y pudieran descansar luego de un largo viaje.

Las horas pasaron tan rápido como alguien hundiéndose en un gran y espeso charco de mermelada, con cada quien sumergido en su propio mundo sin hacer nada más que intercambiar un par de palabras con cualquiera de los otros dos cuando lo veía necesario.

Durante las arduas horas de aburrimiento en donde no había nada interesante por hacer sin tener que involucrar a otra persona, Daniel pensó en parte de la conversación que habían tenido a la hora del almuerzo. Cierto apelativo con el que Nora seguía empeñada en llamarle y al que a él le irritaba demasiado no salía de su cabeza.

No debía ser así, pero desgraciadamente lo era.

Como fuera, cualquier pensamiento incoherente quedó de lado en el momento justo en que Nora le envió un mensaje avisándole que ya había llegado y que podían verse en su habitación.

En consecuencia a eso, ahí estaba Daniel tocando la puerta de la habitación de Nora.

Al escuchar el suave golpeteó, Nora frunció con ligereza el entrecejo.

Realmente no esperaba que Daniel apareciera en su habitación tan pronto.

Era eso o ella se había tardado más de lo usual en comer la barra de chocolate que encontró en su bolso.

Fuera como fuera, apenas le había dado tiempo de quitarse los tacones cuando ya andaba abriendo la puerta.

Le regaló una pequeña sonrisa amigable al rubio al tenerlo en frente.

―Hola.

«¿En serio Nora?, ¿solo eso vas a decir?», le reprochó su subconsciente.

―Hola Pecosa.

La mirada de Daniel recorrió todo el cuerpo de Nora, quedándose mucho más tiempo del necesario en sus piernas que lucían una linda falda de tubo que acentuaba su cintura y marcaba sus gruesos muslos.

Ella se veía jodidamente sexy con esa falda, y él sabía que no debía sexualizarla por algo tan común e inocente como una simple falda, pero es que...

Desvío rápidamente su mirada de las piernas de Nora al percatarse del rumbo que estaban tomando sus pensamientos.

Lo que él no sabía es que sus pupilas estaban dilatadas, oscureciendo su mirada y delatando sus pensamientos de forma "indirecta".

―¿Puedo pasar? ―preguntó, aparentando tranquilidad.

Obviamente que Nora se percató de su intensa y oscurecida mirada sobre ella, no es como que fuera ciega para no hacerlo, pero prefirió pasarla por alto ya que no la había hecho sentir incomoda.

Se hizo a un lado para dejarlo pasar, y una vez estuvo dentro, cerró la puerta.

―Bien...

¿Qué se suponía que debía decir ahora?

¿Cómo demonios comenzaba una conversación?

Hasta eso se le había olvidado a la pobre.

―¿Qué tal si vemos una película o charlamos un poco mientras se hace la hora de la cena? ―sugirió.

Daniel volteó a verla y apretó los labios para contener una sonrisa.

Ahora la idea de una película no ayudaba mucho gracias al significado que le habían dado.

Una Perfecta MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora