𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈

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𝑽𝒊𝒔𝒊𝒕𝒂 𝑺𝒐𝒓𝒑𝒓𝒆𝒔𝒂

La impulsividad extrema era una parte esencial de la personalidad de Daniel.

Un día estaba bien y al siguiente estaba comprando todos los libros de fantasía que podía encontrar en Amazon, luego dormía por horas y horas para después hacer todo el trabajo de una semana en tan solo un día.

Era algo con lo que había lidiado toda su vida. No lo veía como una desventaja o algo extraño. Su padre también era así muchísimas veces, también su hermana, por ello lo tomaba más como una costumbre familiar que otra cosa.

Por eso cuando el sábado por la mañana se despertó decidido a hacer una de las cosas más locas y repentinas de... esa semana, no le sorprendió en lo absoluto.

―¿Cómo que te vas a ir? ―había preguntado una adormilada Daniela, abrazando a su peluche de gato al tiempo en que se frotaba los ojos para mirar como su hermano mayor se movía de un lado a otro ―. Empiezo la universidad en dos días. Pensé que me llevarías a mi primer día.

Daniel hizo un mohín, deteniendo su andar por toda la habitación para acercarse a su hermana y tomarla de los hombros.

―Tómalo como unas pequeñas vacaciones de tu molesto hermano mayor. Además, podrás pasar más tiempo con la Pulga y los tíos, también con el Piojo.

Daniela hizo un puchero.

―No me pongas esa carita de gatito bajo la lluvia. —La abrazó —. Si en verdad eso quieres, me quedo.

—No, no, no. —Se separó un poco para verlo —. Es mejor que vayas a que estés aquí quejándote porque no te fuiste. Además, me volvería loca si llegas avergonzarme el primer día.

—Mejor lejos y seguro...

―... Que cerca y con riesgo. Exacto.

—Va, entonces —empezó las instrucciones dignas de él cuando salía mientras bajaba las escaleras y Daniela lo seguía —. Le dices a Fiorella que no puedo ir por un tiempo y que si necesitan algo puedo volver, y que ambas me llamen todos los días o por lo menos cada dos, y...

—Sí, ya sé que debo mantenerte informado de todo.

—No me refería a eso nada más. —Se volvió para verla —. Tendrás que quedarte con los Russller.

―¿¡Qué!?

—No te quejes porque ya hablé. Te están esperando. ―Volvió a caminar y esta vez la única diferencia era que Daniela lo seguía más alterada y menos adormilada —. Ni loco te dejo aquí sola.

—Puedo cuidarme sola.

Un sentimiento agrio se instaló en el pecho de Daniel.

Un mal presentimiento.

Eso no iba a pasar.

―¿Te acuerdas lo que pasó la última vez que te dejé sola? —inquirió, mirándola con seriedad.

Puede que Daniel no fuera el hermano mayor más mandón o pues, que aparente ser el más grande, pero momentos así cualquiera se daba cuenta de que si lo era. Lo mismo pasaba con Daniela, que se limitó a bajar la mirada abrazando más fuerte su peluche mientras asentía

—Lleva cosas suficientes y la moto. Cuídate, hermanita.

Le dio un beso en la frente con aire sobre protector y Daniela se lo devolvió en la mejilla. Cuando el rubio entró en su auto, observó como ella agitaba una mano antes de entrar una vez más a la casa.

Se alejó rumbo a otra ciudad.

Washington.

Norita tendría una gran sorpresa.

Una Perfecta MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora