𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐗𝐗

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𝑽𝒆𝒕𝒆 𝒚 𝒑𝒆𝒈𝒂 𝒍𝒂 𝒗𝒖𝒆𝒍𝒕𝒂

El gemido fuerte que soltó Nora rebotó por toda la habitación, deleitando a Daniel con la belleza de su sensualidad, por como echaba la cabeza hacia atrás y saltaba sobre él sin tabú alguno.

Otra vez habían estado teniendo un lindo momentos juntos cuando esa pasión carnal que aparecía espontáneamente los dominó nuevamente como si se tratara de un espectro ponzoñoso que aparecía en el momento justo para arrastrarlo a ese profundo abismo de pasión y deseo que tanto les encantaba.

Habían empezado en el mesón de la cocina incluida en la habitación, para terminar en la cama con ella sobre él, jadeando, gimiendo y quemándose en el deseo.

Luego de varias posiciones y horas después en donde solo tuvieron pequeños descansos, por fin quedaron exhaustos y saciados.

Daniel aún estaba dentro de ella, con la cabeza nublada por el placer. Tomó una profunda respiración para recuperar el aliento antes de alzarse un poco sobre sus codos.

La miró debajo de él, estando completamente desnuda, y no pudo evitar pensar en lo hermosa que se veía toda sudada, con las mejillas sonrojadas y con esa mirada oscurecida gracias a lo que se provocaron mutuamente segundos atrás.

Nora le regaló una pequeña sonrisa y le dio un casto beso en los labios antes de darle un pequeño empujón para que se quitara de encima de ella.

Se notaba cansada, ¿y cómo no estarlo? Habían pasado gran parte de la noche haciendo "cardio", pero también se veía bastante satisfecha.

Hacía algún tiempo que ella había armado una lista con sus mejores orgasmos y, no era un secreto que ahora los únicos que estaban allí eran los orgasmos que le provocaba Daniel, cada uno superando al anterior. Se sorprendía ante eso, pero le agradaba de sobremanera, y quizás era por eso que aunque se repitiera miles de veces que no volvería a tener sexo con Daniel, seguía cayendo.

Ella quería mantener eso de ser solo amigos, no queriendo perderlo solo por unos cuantos desliz, pero siempre había algo que terminaba encendiendo la chipa entre ellos y no quería decir que no porque realmente le encantaba estar con Daniel de esa forma y no creía que se cansaría jamás de eso.

Le parecía increíble como él le hacía sentir tantas cosas, y no solo en el ámbito sexual, sino también fuera de este.

La hacía sentir en confianza. Con seguridad. Cada que estaba con él sentía que nada malo podía ocurrir y que le podía contar lo que fuera. Se sentía tan a gusto con su compañía que podrían estar en un completo silencio y aun así ella estaría feliz de que él estuviera allí.

Sin darse cuenta, Daniel se había vuelto parte esencial de su día a día. No había día que no pensara en él o lo incluyera en algún plan loco para el futuro.

Espera que ellos siempre estuvieran juntos, ya fuera como amigos, amantes o lo que fuera. Nora solo quería su radiante compañía.

Luego de dejar en el bote de basura el condón usado, Daniel se tendió con pesadez en la cama junto a ella.

Había cierto gusto en su mirada estando cómodo al lado de ella. A pesar del enorme placer que era estar con Nora en ese tipo de momentos, ella le brindaba tranquilidad absoluta. Jamás después del sexo él se había sentido tan sereno con una chica recostada sobre su pecho y él jugando con su cabello como con ella.

Tenía que admitir que ese tipo de momentos le encantaban, aunque nunca los buscase. Quizás eso era lo mejor. Lo espontáneos que eran al hablar, al mirarse, al reír, al sentirse, al ser ellos mismo con el otro porque era sencillo, cómodo, agradable.

Una Perfecta MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora