𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐗𝐗𝐕

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𝑵𝒖𝒆𝒗𝒐𝒔 𝒄𝒖𝒏̃𝒂𝒅𝒐𝒔 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝑭𝒊𝒐𝒓𝒆𝒍𝒍𝒂

―Como sigas dándole a la puta pierna te juro que te golpeo.

Ante tal amenaza, Daniel dejó de mover la pierna en automático.

Estaba tan nervioso por estar yendo al hospital donde Fiorella estaba internada que no dejaba de mover la pierna, creando un sonido sordo contra el piso del auto que irritaba de gran manera a Daniela.

Y se preguntaran porque estaba en ese estado si ya había ido muchísimas veces en la última semana.

Fácil.

Ahora Nora iba con él.

Cualquiera diría que era fácil.

Solo tenía que llevar a alguien para que visitara a su moribunda hermana para contentarla y que se hicieran realidad sus ilusiones, pero teniendo en cuenta los problemas en los que podía meterse con su padre, las preguntas que podría hacer dicha hermana, o que tal vez su madrastra pudiera decir algo de más...

Sí, no existía manera de que no estuviera nervioso.

Y lo peor era que Nora se veía tan tranquila con ese hecho.

Tan hermosa solo mirando por la venta.

¡Joder! Debía calmarse.

Llegaron al hospital y obviamente no se calmó, pero para ese punto ya disimulaba mejor los nervios.

Tuvo práctica en el recorrido por los largos pasillos blancos.

―Aún sigo sin entender porque estas tan nervioso ―comentó Nora justo en el momento en que las puertas del ascensor se abrían en el piso en donde estaba internada la pequeña hermana de Daniel.

No podía comprender el nerviosismo de Dan, pues no es como que èl fuera la visita inesperada de la semana a la que nadie conocía y que de seguro atacarían con una millonada de preguntas.

Es más, estaba segura de que a él lo dejarían de lado.

Eso siempre sucedía.

Por otro lado, ella si estaba nerviosa por eso, solo que sabía disimular muy bien sus nervios, pues, no eran nada del otro mundo.

Se repetía constantemente que todo saldría bien y que no tenía nada de qué preocuparse.

Y esperaba fuera así.

―Se nota que no conoces a nuestra familia paterna ―masculló Daniela al tiempo en que miraba una de sus uñas con aire desinteresado, pero rápidamente su mirada pasó a Daniel cuando este le dio un codazo.

―No son nada del otro mundo ―contradijo él a su hermana y a sus pensamientos ―, pero ya sabes, nervios de instinto natural.

Para cuando llegaron a la habitación, Daniel dudó visiblemente, pero ni siquiera le dio tiempo de pensar en si lo que estaba a punto de hacer era una buena idea cuando ya Daniela estaba abriendo la puerta, por lo que no le tocó más de otra que entrar.

Se sintió aliviado al no ver a su padre, pero eso no le dio la seguridad de no se aparecería en cualquier momento.

Sin embargo, sus nervios se fueron al caño al ver a su hermanita.

―¡Hola Florecita! ―exclamó, todo escandaloso él.

Sonrió en grande a su madrastra cuando esta hizo el típico "shhh" para callarlo.

―Hola a ti también, madrastra malvada.

Por mucho que no lo crean, eso último lo dijo con cariño.

Una Perfecta MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora