𝐄𝐱𝐭𝐫𝐚 𝐈

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𝑫𝒊́𝒂 𝒅𝒆 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒐𝒔

¡Día de primos!

¡Genial!

¡Eh no!, no es genial.

O por lo menos no es genial cuando se está concentrado en otros asuntos, como por ejemplo en una bonita pelirroja con cuerpo de infarto y posible información que podría ayudarte a salvarte de la vida criminal.

Sí, era todo un dilema dramático digno de una telenovela latina o un capítulo de La Rosa de Guadalupe.

Daniel respondió al mensaje, tecleando con rapidez en la pantalla y concentrado en no poner ninguna expresión que pudiera delatar su conversación con la pelirroja.

Dejó de mirar el celular al escuchar un chasquido de dedos frente a su nariz, y frunció el ceño al ver que Daniela y Luca lo miraban mal.

―¿Qué? ―preguntó a la defensiva.

―Si vas a estar con el celular todo el rato, entonces será mejor que te largues de aquí. ―La rubia señaló la puerta cerrada de la sala de juegos.

Daniel se levantó de su silla con la mirada fija en su celular.

Le caía como anillo al dedo que lo corrieran.

―¡Daniel!

―¿Qué? Tú dijiste...

―¡Ya sé lo que dije! Pero... ¡Agh! ―Daniela buscó ayuda en su as bajo la manga ―. ¡Luca!

―Lo que quiere decir mi rubiecita es... ¡que dejes el maldito celular y nos pares bolas de una maldita vez, maldito mamagüevo! ―terminó gritándole para luego lanzarle un cojín que le dio de lleno en la cara.

Así como Daniela, Luca también estaba molesto por la falta de atención que le daba Daniel.

Antes se la pasaba encima de ellos día y noche viendo que hacían y molestando con sus idioteces de rubio tonto, pero ahora apenas y les dirigía la mirada, y todo por estar metido en ese miserable teléfono.

¡Luca extrañaba a su primo y sus fastidiosos actos!

―Estoy ocupado con... ¡Epa, no!

Muy tarde. Ya Daniela le había arrebatado el celular de las manos, aunque no alcanzó a leer mucho ya que Daniel fue inteligente y se apresuró a decir:

―Vale, vale. Dejaré el celular... ―Ella volteó a verlo, cautelosa ―solo si no lees nada.

―Solo si dejas el celular aquí ―rebatió, poniendo el aparato en todo el centro de la mesa para que los tres pudieran verlo ―. Sin tocar.

Daniel alzó las manos en señal de rendición.

―Sin tocar ―concordó muy a su pesar.

Cualquier persona con dos dedos de frente pensaría que ahora venía la parte animada del día, pero no, en realidad venía un interrogatorio, cortesía de los dos metiches frente a Daniel.

―¿Con quién hablabas? ―preguntó Daniela en tono dulce para ver si así su hermano colaboraba.

―Eso no es asunto tuyo ―contestó él, volviendo a estar a la defensiva. No quería que esos dos se inmiscuyeran en sus planes.

―¡Vuelves a contestar de esa forma y te vuelo la cara de un chanclazo, Daniel Ethan! ―amenazó el menor de todos, harto de la mala actitud de su primo.

Vale, estaba de acuerdo en que debía bajarle dos a su temperamento ya que comenzaba a sonar como la madre de los rubios, y eso no era nada bueno porque en el diccionario al lado de la palabra insoportable había una foto de la mujer, y nadie quería que él se volviera más insoportable e irritante que de costumbre.

Una Perfecta MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora