𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈

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𝑬𝒍 𝒔𝒆𝒄𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒐 𝒅𝒆𝒍 𝒑𝒆𝒒𝒖𝒆𝒏̃𝒐 𝑺𝒂𝒏𝒕𝒐𝒓𝒊𝒏𝒊

La sede de la transnacional en donde trabajaba Nora era enorme, y el edificio era tan alto como un rascacielos y tan lujoso como la tacita de té de la Reina de Inglaterra.

Pero eso no le importaba a Daniel que de milagro había podido levantarse temprano luego de tan agitada noche, pues, no se quedaron con las ganas después de la maravilla del chocolate y el espejo, por lo que en cuanto encontraron una caja de condones siguieron con su fiesta privada; pero teniendo en cuenta que habían ido a Washington con un fin que no era precisamente sexual, no le quedó de otra que pararse para acompañar a Luca y a Nora.

De nada le sirvió ya que solo estaba sentado en un sillón de la oficina de Nora escuchando como ella y su primo intercambiaban términos sobre documentos, computadoras y archivos de respaldo que él no entendía del todo.

Parecía un niño enfurruñado por no querer estar ahí e irritado por despertar una hora antes de lo habitual.

Con la mejilla recargada del puño en un gesto aburrido, los veía a ambos platicar y a Luca teclear Dios sabrá que en la computadora de la pelirroja.

―Entonces... en idioma de simples mortales, ¿se puede resolver o no? ―preguntó solo para no quedarse dormido del aburrimiento.

―Si se puede ―respondió Luca con una pequeña sonrisa de suficiencia curvando sus labios.

Él era tan bueno en lo que hacía que no podía evitar pavonearse de sus habilidades.

―No hicieron gran cosa ―siguió hablando y le mandó una mirada significativa a Daniel ―. Solo utilizaron un programa para ocultar los archivos de la vista de todos. Algo así como la carpeta segura de tu celular con la que solo puedes entrar con una contraseña ―explicó como si no fuera la gran cosa, cuando la realidad es que si lo era, y le había costado horas averiguar el problema y "resolverlo".

Nora miró a Luca con la sorpresa tiñendo su expresión.

«¿Ocultar los archivos?, ¿por qué alguien haría eso?, ¿qué ganan con hacerlo?».

Ella no podía creer que algo como eso estuviera pasando. Se sentía como si estuviera en una de esas películas de espías internacionales.

―Tengo un plan ―volvió a hablar Luca antes de voltear su mirada a Nora ―. Espero que no te moleste.

―Dudo que le moleste, si fuera así no estuviéramos aquí.

Daniel se acercó por fin, colocándose a un lado de Nora y rozando intencionalmente el brazo con el de ella al cruzarse de brazos. Miró la computadora y...

―No entiendo una mierda de lo que escribes pero sigue así, vas bien pulga.

Luca lo miró y negó varias veces.

―Si me prestarás atención cuando te hablo seguramente sabrías ―fue lo único que dijo.

―¿Cuál es tu plan? ―cuestionó la pelirroja, completamente concentrada en la computadora aunque tampoco tuviera mucho conocimiento sobre lo que hacía Luca, solo veía letras, números y símbolos sin sentido.

―Utilizaré un programa que solo nos revelará la información oculta momentáneamente ―su tono de voz ahora era bastante serio, el chico estaba adoptando un porte profesional ―, y la pasaremos a un USB para que tengas acceso luego.

―Pero, ¿por qué? ―cuestionó nuevamente, no viéndole sentido a ese plan.

Le parecía absurdo volver a ocultar la información que tanto necesitaban.

Una Perfecta MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora