𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐋

27 0 0
                                    

𝑬𝒍 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒆𝒏𝒛𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒍𝒂𝒓𝒈𝒂 𝒄𝒓𝒊𝒔𝒊𝒔

Efímero: palabra de siete letras a la cual Daniel estaba muy acostumbrado.

Podía definir varias sensaciones, momentos y cuestiones de su vida con esta palabra.

Felicidad. Molestia. Alegría. Euforia. Ira. Tristeza.

Unos eran más largos que otros, pero todos ellos efímeros.

Siempre terminaban.

Un momento feliz jamás duraría para siempre. La tristeza ahogándolo en agonía tampoco lo haría.

¿Qué ocurría?

Aunque Daniel lo supiera, su forma de manejar las cosas era... distinta.

Nora había salido muy temprano a trabajar, lo que significaba que él estaba solo con su ansiedad provocada por sus sentimientos al tope por no tener nada que lo hiciera reprimirse o controlarse.

Se encontraba sentado en el piso, sin siquiera poder sentirse culpable por todo el desastre que había hecho.

Estaba muy quieto viendo a la nada.

A su alrededor, muchísimos snacks, platillos y bebidas de todo tipo a medio comer; lápices, pinturas, lienzos, hojas rotas y arrugadas, y dibujos rotos a la mitad en una clara muestra de exasperación; también una botella de alcohol estaba tirada por allí además de un vaso servido de este a la mitad.

Y lo peor no era eso.

Lo peor era que podía verse a sí mismo al otro lado de la habitación.

No tenía ni la menor idea de cómo.

Se sentía en un limbo, viendo claramente desde la otra esquina como estaba en medio de todo esto tan quieto como una estatua.

¿Qué le había pasado?

Se preguntó sin saber bien si fue en el cuerpo de la esquina o en el que estaba sentado.

Recordaba que...

¿Qué recordaba?

Su ceño se frunció.

Identidad.

Su nombre era... Donato... No, Darío... Dios, no... ¿Dominik?

De repente pareció que su cerebro hizo clic. Su cuerpo y mente se unieron en un golpe sordo, intentando claramente recuperar la consciencia.

Estaba preso de un repentino vacío en el estómago, el pecho, y en todo el puto cuerpo.

Nora volvería, ¿no?

¿Y si en realidad se había ido para no volver?

Era estúpido pensar eso. Sus cosas seguían allí, pero... también tenía más en Gladstone.

¿Se habría cansado de él?

No sería nuevo. Todos estaban cansados de él.

Su madre se había cansado de él cuando era un niño y por ello lo abandono. Su padre fue por el mismo camino en su adolescencia.

No le sorprendería si Nora solo...

Tomó una vez más el plato de espaguetis a su lado que había pedido a servicio a la habitación, engulléndolo como un animal.

No saboreaba. Solo tragaba en un intento de llenar aquel vacío.

No, no era suficiente.

Ensalada. Quizás con la ensalada.

Una Perfecta MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora