𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐕𝐈𝐈

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𝑴𝒆𝒕𝒂́𝒇𝒐𝒓𝒂𝒔 𝒊𝒏𝒆𝒏𝒕𝒆𝒏𝒅𝒊𝒃𝒍𝒆𝒔

El fuerte ronroneo proveniente del motor de un llamativo Ferrari era una de las pocas cosas que se podían escuchar en las calles parcialmente desoladas y frías de la ciudad esa noche invernal que apenas comenzaba.

La mirada azul verdosa de Daniel serpenteaba por las desérticas calles cubiertas de una fina capa de nieve, mirando de vez en cuando los espejos retrovisores con paranoia aunque la mayor parte del tiempo estuviese distraído pensando en cosas que iban más allá de sus manos y en lo iluso que era haciendo dibujitos que no salían de su cabeza.

En su mente seguía rondando el momento exacto en el que se arreglaba, ese instante en el que tuvo ganas de inventar alguna excusa para no salir de su habitación, y se quedó sentado en su escritorio con la mirada fija en la nada.

Fue un momento preciso que conocía muy bien, ese instante en donde llegaba a él una inspiración tan repentina que debía parar de hacer cualquier cosa que estuviera haciendo para ir en busca de un lienzo.

No había sentido tal sensación en años, esa sensación que lo hacía sentir vivo y con una pizca de adrenalina corriendo por sus venas que lograba que sus manos se movieran por si solas.

Hace años no tomaba un lienzo.

Aun no lo hacía.

Solo tomó la primera hoja de papel que consiguió, lápiz, colores, y dejó que su mente y reflejos actuaran por si solos.

Al ver la figura que había hecho, una animada personita en la esquina inferior de una de las hojas del expediente de su misión con los ojos avellanados y el cabello rojizo, supo que estaba en un problema emocional tan grande que comenzaba a descontrolarse.

Salió de sus pensamientos cuando Luca se dio la vuelta para mirar a Daniela.

Notaba como él llevaba días preocupado por ella y su actitud retraída. Conocían bien a la chica, sabían que cuando estaba así era porque estaba pasando un mal momento ―y no solo era por lo que había sucedido hace dos noches en el Red and Black―, solo que Luca no hacía caso omiso como lo hacía Daniel, ya que cada vez que él intentaba hacer algo para ayudar a su hermana simplemente lograba alejarla más y más, perdiendo la confianza que se tenían, confianza que él comenzaba a creer que era mucho menor de la que ambos se planteaban en voz alta.

Menos mal y era recíproco.

Luca soltó un pequeño suspiró y sonrió un poco antes de hablar.

―Estoy seguro de que dejaras a todos con la boca abierta con lo divina que te ves ―le halagó, rompiendo el tenso silencio que se había formado desde que salieron de la casa.

Ese comentario llamó la atención de ambos hermanos.

La rubia miró fijamente a Luca por un instante para luego dedicarle una pequeña sonrisa algo débil.

Su comentario no le había causado el efecto esperado.

Y por su parte, Daniel la miró por el espejo retrovisor, frunciendo un poco el ceño.

―Es más, pásenle la corona de Miss Universo de una buena vez ―agregó el rubio, siguiendo el halago de Luca ―. Desearía no ser tu hermano para poder ligar contigo.

Eso junto con la fingida cara de condolencia de su hermano mayor sí logró sacarle una pequeña risa a Daniela.

Rodó los ojos con su típica arrogancia, sintiéndose más animada.

―Ya quisieras ser suficiente hombre para poder salir conmigo.

Daniel soltó una gran carcajada por eso.

Una Perfecta MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora