Capítulo 30

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Los temblores pararon después de un rato

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Los temblores pararon después de un rato.

Athea observa sus manos en momentos como si estuviera debatiendo si empezar o no.

Miro al profesor que parece más nerviosos de lo que jamás lo he visto.

Escucho una pequeña risa e inevitablemente mi mirada va a mi derecha, del otro lado del jardín, al final de la gran masa de alumnos, ahí está Eneas, aun con la mochila de Athea en unos de sus hombros.

El chico pelinegro muerde su labio impidiendo que una sonrisa salga de sus labios.

Mi ceño se frunce y no puedo evitar pensar que ellos ya se conocían antes y, hablando de conocidos, a mi mente llega las palabras de Athea

"No has cambiado nada, no te lo tomes a mal, me alivia."

¿No has cambiado nada?

¿Cambiar de que?

¿Cuándo ella podría ver o sentir un cambio en mi?

¿Cuándo nos vimos ella y yo?

Mi pregunta al igual que las miles que han aparecido junto a la chica de pelo morado, se queda sin respuesta.

Athea ha bajado sus manos, su espalda se tensa dándonos la espalda. Tengo la sensación de que ha cerrado sus ojos.

Pasa lo que todos estábamos esperando, Athea comienza a llenarse de su poder.

Empieza desde sus dedos, sus venas lentamente empiezan a iluminarse, sus manos empiezan a temblar un poco.

Athea mueve un poco el cuello como si el dolor comenzara a ser una molestia.

Mi rostro regresa a su mano, las venas iluminadas ya casi llegan a su muñeca.

Mi ceño se frunce al ver un espacio entre las venas iluminadas, como si hubiera algo que las dividiera.

Mientras los minutos pasan, los brazos de Athea empiezan a iluminarse por caminitos morados.

A pesar de los vendajes se puede ver claramente que en lo que parece más de dos minutos Athea casi llega a sus hombros.

Nadie puede negar estar sorprendido, primero por llenar su cuerpo lentamente no de golpe, como todos cometimos el error de hacer, sino que nadie había avanzado tan rápido sin gritar, temblar más de la cuenta o desmayarse.

Pero ahí es cuando la duda aparece otra vez.

Tal vez su mun no es tan fuerte.

Noto como sus piernas empiezan a temblar y me doy cuenta de que sus venas brillan más dejando su cuello y cabeza hasta el final.

Levanto mi vista hacia su rostro, pudiendo verla medio de perfil, esperando una expresión de sufrimiento me sorprendo un poco al ver una gran sonrisa en su rostro.

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