Capítulo 27

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"¿No te das cuenta que las estás haciendo adicta?"

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"¿No te das cuenta que las estás haciendo adicta?"

"Adicta"

"Adicta"

"Adicta"

"Adicta"

—¡Bemus!—un grito me sobresalta.

Por unos instantes me desconecte al no saber adonde me encuentro.

Mis ojos se cierran un poco incómodos antes la gran luz frente a mí.

Mi mano trata de tapar la gran luz, pero un chico alto de cabello rojo se para justo en frente, dándome la sombra que necesito. Noto que me mira un poco confundido.

—¿Estás bien?—pregunta poniendo una de sus manos en mi hombro.

En mi mente vienen las palabras de Athea, una risa entre nerviosa y nerviosa sale de mis labios.

—Todo bien, solo algo cansado. Me pasé leyendo sobre los orígenes de los munis toda la noche.—digo y la verdad es que no miento.

Luego de las teorías de que Athea es la persona que entró al colegio esa noche con un gigante poder, es que con todo lo que ha pasado tiene cada vez más sentido.

—Estás un poco pálido, te llamé desde allá.—Neo señala la entrada al colegio.—Pero estabas con la mirada perdida. ¿Seguro que todo bien?—pregunta nuevamente pero noto como la mirada se va a la chica de trenzas verdes perdiendo completamente su atención en mí.

—Todo bien, no te preocupes.—respondo.

Un golpe seco se escucha a la par mía, me sobresalto un poco pero suspiro algo irritado al ver a Casia, que ha tirado su pesada mochila justo a mi lado haciendo que el viejo banco de madera tronara por el golpe.

Voy a preguntarle qué le ocurre ya que parece estar de peor humor que de costumbre pero es una tranquila respiración que me hace apartar la mirada de ella.

Gea se sienta a mi lado de la manera más silenciosa posible. Sus ojos se cierran por unos segundos, deja salir aire de sus labios lentamente.

La chica de cabello blanco voltea su rostro hacia mí, sonriéndome.

Gea intenta tomar mi mano pero por alguna razón mi subconsciente la aparta.

Cierro los ojos unos segundos sabiendo bien que si los abro encontraré su rostro con un ceño fruncido.

Aparto todos los pensamientos de mi mente, abro mis ojos y tomo su mano y le devuelvo la sonrisa.

—Lo siento, estoy un poco nervioso por la clase.—le digo, no es mentira del todo.

—No te preocupes, estaremos bien.—me alienta. Gea acuesta su cabeza en mi hombro, soltando un suspiro más fuerte mientras aprieta mi mano.— Estaremos bien gracias a ti, Bemus.—susurra

Y, aunque antes esas palabras me hubieran alegrado, siento en mi pecho una gran presión.

Mi frustración comenzó por ella.

Por la chica de cabello morado que, justo en este momento está saliendo del colegio con una cara de frustración parecida a la mía.

Pero no solo su presencia hace que nosotros cinco y todo el colegio la mire, sino que, por segunda vez, al lado de Athea, está Eneas.

El pelinegro se limita a no mirar a nadie, Eneas juega con lo que parece ser la mochila de la chica nueva.

—Acérquense todos, vamos formen filas de diez personas todos enfrente de mí.—la voz del profesor Areleous suena por todo el jardín logrando que cada uno de los estudiantes se muevan rápidamente siguiendo sus órdenes.

Nosotros nos levantamos también, dejamos nuestras mochilas en la banca y nos agrupamos.

El profesor nos observa con su típica cara seria.

Trata de visualizar a cada uno de los estudiantes que están frente a él.

Algunos mechones de su blanquecino y largo cabello le tapan la cara debido al viento, pero no deja de observarnos.

—¡Basta!¡Ya lo sé!¡Shh!—un susurro detrás de mí logra sobresaltarme.

Noto como el profesor observa a los alumnos que está a mi derecha así que me doy permiso de girar un poco mi cabeza y así lograr unir mi mirada con Athea, que, curiosamente se ve menos serena que de costumbre.

Ella no nota mi mirada, parece más concentrada hablando con su mun que por alguna razón parece ansioso. El chico con cabello de oro no para de susurrarle rápidamente en su oído.

Una fuerte brisa mueve su cabello hasta su rostro, ella lo aparta molesta, por su movimiento el vendaje de su cuello hace presencia con más intensidad llamando mi atención, logrando que mi ceño se frunce.

Como si hubiera recibido un bofetada que me hiciera abrir los ojos, paso mi mirada por todo su cuerpo, preguntándome seriamente si todos esos vendajes son nuevos o sin ella los ha tenido desde siempre.

De cualquier modo, ¿Qué le habría podido pasar para tener que cubrir absolutamente todo su cuerpo con vendajes? ¿Esto significa que solo le hizo creer a Neo que se había curado?

No puede ser.

Mi mirada va hacia su mano, veo su palma y noto que los vendajes van más allá de la manda de la camisa y terminan en su muñeca. Pero no tiene ventajas en su mano.

¿Qué quiere decir eso? ¿Puede curarse o fue un truco? Y si en dado caso si puede hacerlo ¿por qué no se cura las heridas que pueda tener en sus brazos, piernas y cuello? ¿Será que solo no le gusta mostrar piel?

Las preguntas se acumulan en mi cabeza frustrándome más al no poder conseguir una respuesta.

Me sobresalto un poco al darme cuenta que los susurros de Athea terminan y me alarmo al subir mi mirada de su palma hasta sus ojos.

Sus morados ojos están fijos en los míos, Athea me mira con una ceja alzada y sus labios sellados. El chico ha desaparecido.

Noto, a la distancia, como me pregunta que porque la estoy observando. Y aunque Athea siempre se había mostrado irónica con sus comentarios y miradas esta vez parece más tensa.

Frunzo el ceño y luego aparto la mirada tratando de fingir que lo que dice el profesor Areleous es más importante que todas las preguntas que giran por mi mente.

Miro hacia el frente, parece ser que el profesor aún no ha pronunciado palabra.

Todos los alumnos miran a las plataformas circulares pensando en quienes serán los primeros.

—Ayer muchos de ustedes progresaron, no tanto como me hubiera gustado pero no puedo pedir más sabiendo que muchos no dan todo de sí a pesar de saber que estar en este colegio no es nada más que un privilegio. Y, aunque haya varios que se niegan a mejorar, dadas las circunstancias lograrán hacerlo por la fuerza.—dice, sin importarle lo más mínimo los alumnos que se desmayaron durante la última clase.—Bueno, comencemos.

El profesor Areleous mira la tabla con los nombres de los alumnos tan rápido que hubiera sido imposible que leyera verdaderamente un nombre.

Levanta la vista y fija su mirada detrás de mí.

Él ya tiene un nombre en mente y todos lo notan.

—¡Oh! Señorita Athea, gracias por honrarnos con su presencia, debido a su falta de asistencia del día de ayer ¿por qué no nos ayuda siendo la primera del día de hoy?

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