Capítulo 36

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Su reacción es lo que esperaba

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Su reacción es lo que esperaba.

Sus ojos sorprendidos y su cuerpo tenso.

Mi sonrisa se entristece y él lo nota porque por muy divertido que pueda resultar ver como las expresiones humanas cambian de un segundo al otro sé que el recuerdo de lo que pasó hace un par de años es algo que lo persigue hoy en día.

Bemus se queda callado sin poder hacer más preguntas.

Lo miro, tomo un poco de aire y comienzo a contarle con todo los detalles que puedo.

—Estaba huyendo. Había sido unos...momentos difíciles.—mi cuerpo se tensa cuando las imágenes de ese día vuelven a mi mente.— No llevaba agua, comida o abrigo. Fue una estupidez salir solo así pero lo único que importaba era huir. Mi cuerpo...estaba muy débil, habían pasado muchos días y yo...ya no podía seguir caminando.

Una risa seca sale de mi garganta y sé que Bemus nota que no son bonitos recuerdos.

—Llegué a un punto en que mi cuerpo cayó sobre la fría nieve, todo giraba y ya no tenía fuerza para mantener los ojos abiertos. Estaba muriendo, faltaba muy poco y bueno no se cumplió, tristemente.

Bemus frunce el ceño pero espera a que siga hablando.

—Calor, luego de lo que pareció una eternidad sentí calor. No sé como o cuanto tiempo después pero pude abrir los ojos y habían llamas. Había mucho ruido esa noche y como pude me arrastré y entre los arbustos, lo vi. Un pequeño pueblo a tan solo una colina abajo de mí incendiándose. Me resbalé y caí rodando hasta la puerta trasera de una casa. No había nada, imaginé que todos habían huido por el fuego. Me desmayé y me desperté hasta el día siguiente. Ya te imaginarás, me desperté completamente confundida. Estaba en una caliente cama y bajo un techo y bueno...estaba viva. Revisé todo en esa casa, tomando todo lo que pude meter en una vieja maleta. Cuando salí vi que algunas casas estaban hechas cenizas...

Bemus cierra los ojos y ahí es cuando noto que él se culpa.

¿Él cree que lastimó a alguien?

Sus manos empiezan a temblar y aunque trata de ocultarlo nota como sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas.

—No quiero oírlo.—Bemus se levanta con la respiración agitada y el cuerpo tenso.—No quiero oír como los maté.

—No lo hiciste.—digo, los ojos llorosos del chico le miran con furia advirtiendo que no está para juegos.

¿Así de desesperada me veía cuando Lakaios me dijo que no lastimé a nadie con esa explosión?

—Tomé todo lo que pude de algunas casas pero tuve que refugiarme en el bosque ya que la gente del pueblo que se había refugiado ahí estaban volviendo. Bemus..—mi mano toma la de él, sus ojos chocan con los míos y yo trato de demostrarle que estoy siendo completamente honesta.— Eras pequeño, estabas asustado y era de noche.Loo que viste que fue un incendio gigante no fue más que dos casas. Casas que según escuché, no estaban habitadas.

Los ojos del chico se humedecen otra vez, sin estar seguro si creerme o no.

—Los escuché hablar de ti, ellos estaban preocupados, muchos piensan que moriste porque tu casa estaba completamente en llamas y no encontraron sus cuerpos. Tú y la persona que vivía contigo, fueron los únicos desaparecidos tras ese accidente. No me quedé luego de eso, nunca he podido confiar en la gente así que me escondí en el bosque, seguí caminando ya con más posibilidades de sobrevivir con lo que había robado en el pueblo. Y en una de esas noches te encontré, había una fogata frente a ti y bueno ella estaba cocinando algo en una lata.

—Mi madre...—susurra Bemus, sin apartar su mano de la mía, mientras su respiración empieza a ser más lenta.

Bemus se deja caer en el sofá agotado y aunque está tratando de procesar todo.

—Buenos, los seguí unas cuantas semanas pero nunca me atreví a salir. Tenía miedo de ustedes pero más miedo daba estar sola. Debo admitir que ver a tu madre cocinarte me enseñó mucho de lo que sé hoy en día.—digo y río un poco, aparto mi rostro, ocultándolo con mi cabello, tratando de ocultar mi triste sonrisa al recordar la manera tan caída que ella tenía al tratar a su hijo. Aparto esos pensamientos y volteo a verlo.—El día que encontraste el folleto del colegio fue el día en que nuestros caminos se separaron, porque al verte con tu...madre, sabía que mereces estar aquí y yo sabía que no podría seguirte más— así que huir, nuevamente.

Termino mi relato y separo mi mano de la de él.

Bemus sigue sin formular palabra y yo miro como el viento comienza a ser más violento, logrando que la ventana choque una y otra vez.

Con mucho cuidado me levanto, me quejo del dolor pero logro llegar a la ventana. Saco un poco el rostro, dejando que el viento ventile mi cara.

Unas pocas gotas de lluvia caen sobre mis párpados pero no me aparto, respiro más profundo viendo como una nube negra empieza a cubrir el sol.

—Lamento no habértelo dicho antes, no es tan fácil como "hola soy Athea la chica que te siguió por todo el bosque sin que te dieran cuenta, seamos amigos"—digo dándome la vuelta con una sonrisa y con el corazón latiendo con fuerza por la última parte que claramente espero no sea tomado en broma.

Pero Bemus sigue sin reaccionar.

Aparto la mirada cuando una solitaria lágrima cae sobre su rostro.

Camino con dolor hasta mi cama y me siento frente a él.

Su cabeza está agachada y sus puños sostienen su pantalón con fuerza, Bemus oculta su rostro.

Bajo mi cabeza también, Bemus se asusta por mi cercanía, levanta su rostro lo justo para que nuestras frentes queden juntas.

Aunque su respiración se corta él no se aparta.

Cierro mis ojos y respiro hondo, transmitiendo todas las imágenes de la historia que le conté, andando todos mis recuerdos de esa noche y de las semanas en las que lo seguí.

Ofreciéndole algo que para mí siempre será doloroso, recuerdos de una buena relación madre e hijo.

Escucho su sollozo cuando termino de enseñarle todo, levanto su rostro, separando su frente de la mia, observando sin perderme un solo detalle de su rojo y húmedo rostro.

Es un mar de emociones. Tristeza, alegría, nostalgia, alivio...

Me dejo llenar por todos ellos y mi corazón late más fuerte.

—No lastimaste a nadie Bemus. Todos están bien.—los ojos se le llenan de lágrimas otra vez. Porque estas palabras son lo que el chico tanto había esperado escuchar.

Seco sus lagrimas con mis puños y le regalo una sonrisa y sorprendentemente, él me la devuelve.

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