Hubo una explosión.
Solo eso.
Una explosión que calló a todo el mundo.
Las risas, los parloteos...Todo quedó en un profundo silencio.
Nadie se imaginó que los problemas comenzarían, que la tranquilidad de sus vidas sería eliminada tras esa explosió...
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Los cuatro chicos llegan a la cafetería, cuando lo hacen Bemus, molesto, empieza a contarle todo lo que su compañero había hecho y como de costumbre todos terminaron riendo de las desgracias de este.
Las clases empiezan normal, al no tener los mismos mun, cada quien se va a su respectiva clase luego de desayunar.
Es hasta la quinta hora que todos se reúnen nuevamente debido a que reciben clases que no requieren separación de habilidades.
En el colegio Eiren no solo reciben formación para sus mun sino que reciben materias como cualquier otro colegio humano, con el fin de que todos los MUNIS puedan vivir en un mundo humano sin problema y sin tener que tener que depender de sus poderes.
Los alumnos están completamente concentrados en su trabajo cuando la puerta de la clase se abre.
Para sorpresa de todos es el propio director que entra.
Todos los alumnos se ponen de pie ante su presencia como signo de respeto.
El director les sonríe y asiente para que todos vuelvan a tomar asiento.
—Buenos días alumnos, espero que hayan pasado un buen fin de semana, escuché que varios lograron hablar con sus familiares.—dice dedicándose el tiempo de observar a cada uno de los alumnos presentes.—No alargaré más esto debido a que sé que se preguntan la razón de mi visita.—dice y todos los alumnos se ríen, el director bromea sobre su habilidad para controlar y leer mentes cuando realmente no lo usa a menos que sea un caso completamente necesario.
—Sé bien que escucharon que este año se escogió a una persona para que sea un nuevo integrante de este colegio.—suelta, los murmullos comienzan. Se comienza a sentir el nerviosismo y la emoción de los alumnos.—Y bueno, ella ya esta aquí. Chicos les presento a su nueva compañera de clase.
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Estoy nerviosa y realmente odio estarlo.
Espero lo que parece una eternidad hasta que el director Lakaios llegó por mí.
Sé bien que él puede sentir mi nerviosismo porque estoy segura de haber escuchado su risa más de una vez mientras caminabamos por los largos y vacíos pasillos.
