La boca de Bemus se abre y el chico se deja caer sobre el sofá pesadamente.
Sus puños toman nuevamente su uniforme.
Sonrío un poco y me estiro hacia mi mesa de noche para tomar unos pañuelos y limpiarme la cara.
Lo hago en silencio observando cómo el chico con la mirada baja aun proceso lo que acaba de pasar.
—Aquí está la respuesta a tu pregunta.—le digo y luego me quejo al ver la sangre sobre el pañuelo.
Luego me quedo viendo, esperando que haga otra pregunta.
Se queda unos minutos más en completo silencio, su ceño se frunce y sus ojos van directos a los míos con una confianza repentina que asusta.
—Pero tus cicatrices...—mi sonrisa aparece en mi rostro.—...no desaparecen.—completa su frase.
Empiezo a quitarme las vendas de mi brazo derecho y Bemus parece retener la respiración.
Aparta la mirada y su ceño se frunce de nuevo como si le costara fingir que le interesan mis cicatrices.
Tomo su mano y lo acerco, Bemus se sobresalta por mi toque pero antes de siquiera poder negarse sus dedos ya está tocando las cicatrices de mi muñeca.
—Puedes mirarlas.—le digo.
Un escalofrío pasa por mi espalda, como si mi piel estuviera de gallina por enseñar algo que jamás le creí enseñarle a alguien.
Los ojos de Bemus me miran dudosos pero vuelve sus ojos a mi brazo.
Toma mi muñeca con la otra mano, sujetándola. Como si estuviera hechizado empieza a trazar cada una de ellas.
Las chiquitas, las largas, las de forma extrañas.
Recorre todo mi brazo.
—¿Por qué...?—los labios de Bemus se separan lo suficiente como para hacer esa pregunta pero sus labios se cierran asustando de lo que preguntara tanto como de escuchar la respuesta.
Aunque Athea tiene dos posibles respuestas para lo que podrían ser dos posibles futuras preguntas decide irse por la que es, a su parecer, la respuesta menos aburrida.
—No lo sé.—los ojos del rubio van a los ojos de la chica pero ella no lo mira.
Los ojos de Athea estas fijos el su cicatriz favorita, esa que se hizo en forma de mariposa, o bueno, el esqueleto de una.
—No desaparecen cuando soy yo la que las hago.—las palabras de la chica de cabello morado suenan tan normales que el cambio de ambiente es drástico.
Aunque esas simples palabras fueron tan impactantes como para dejar sorprendido a cualquiera al chico no le tomó mucho tiempo reaccionar ante ellas.
Su respiración se acorta un poco y por su mente pasan al menos cien preguntas sobre cómo una chica de tan solo dieciséis años pudo lastimarse tanto.
—Las heridas se curan pero las cicatrices permaneces, no te parece algo ¿irritante?—Athea trata de encontrarle humor a la pesada escena pero parece que los oídos de Bemus se han tapado por el impacto.
Lo único en lo que puede pensar es en la gran cantidad de cicatrices en el brazo izquierdo vendado, en sus piernas, también en su cuello y en su...
—Tu rostro...también tienes una cicatriz en tu rostro.—la mano de Bemus toma la muñeca de Athea sin quererlo, el sonido vuelve a estar presente para él.
Pero, Athea que hace unos momentos estaba bromeando sobre algunas curiosas figuras en su codo, se queda completamente seria.
Su cuerpo tenso y lo que parecería ojos brillosos y llenos de vida están completamente oscuros.
Por primera vez en mucho tiempo Athea se ha quedado sin palabras y sus muros de hierro se han convertido en nada más que una fina y débil hoja de papel.
Por la mente de Athea pasan imágenes de las últimas horas sin poder encontrar el momento justo que puede explicar como él sabe sobre esa cicatriz pero no hay nada y siente frustración por lo inútil que por primera vez su mente estaba resultando.
Bemus logra sin concentrarse mucho, captar que la energía del cuerpo de Athea está cambiando y sin saber bien porque siente la necesidad de disculparse con ella.
Y eso hace.
Bemus se disculpa pero Athea sigue sin formular palabra.
Bemus piensa que es un buen momento para irse pero por alguna razón aún tiene la esperanza que Athea conteste un par de preguntas más.
Sabe bien que no tendrá otra oportunidad como esta. Como la chica no parece tener intención de echarlo las palabras que rondan por su cabeza salen sin previo aviso.
—"Sigues igual..."—los ojos de Athea que estaban sobre sus pies aun con zapatos van a los de Bemus pero esta vez, el chico aparta la mirada.—Dijiste eso cuando me encontraste con Gea en el pasillo.—la chica hace un gesto de confusión.—Oh em... La chica de cabello blanco.
Athea reacciona asintiendo con una sonrisa de travesura dándole a entender que ya sabe de qué habla.
Y como si la conversación de la cicatriz de su rostro nunca hubiera pasado, el corazón de Athea vuelve a palpitar con emoción.
Bemus se alivia un poco, así que continúa.
—Tú dijiste eso, como si tú y yo ya nos hubiéramos visto antes pero antes de tu primera clase no te había visto nunca ¿cierto?—sus ojos chocan con los de Athea.
Aunque esperaba que la chica se riera y negara todo, ella solo se queda mirándolo y sonriéndole.
Y cuando sus ya un poco más rojizos labios se abren Bemus deja de respirar.
—Yo estuve ahí, el día que incendiaste ese pueblo.
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MUNIS
FantasyHubo una explosión. Solo eso. Una explosión que calló a todo el mundo. Las risas, los parloteos...Todo quedó en un profundo silencio. Nadie se imaginó que los problemas comenzarían, que la tranquilidad de sus vidas sería eliminada tras esa explosió...