Mi pregunta a medias queda en el aire cuando los pasos de Talía, Gea y el profesor se hacen presentes en el pasillo.
El profesor Arealous escanea rápidamente la escena.
Athea levanta la cara hacia él y noto sin entender nada que no hay rastro de ninguna cicatriz en su rostro.
Los cansados ojos de Athea chocan con los del profesor. El pasillo se queda en silencio unos segundos.
El profesor asiente y luego aparta la mirada de Athea.
—Eneas, en el escritorio de mi oficina hay una carta, envíala al director inmediatamente. Señorita Talía, señorita Gea, pueden regresar a clase, Señor Neo, señorita Casia necesito que vengan conmigo y Señor Bemus.—el profesor me mira pero mis ojos siguen fijos en el rostro de Athea que sigue con las manos en el suelo y su morado cabello sobre su cara mientras respira menos de lo normal. —Lleva a Athea a su habitación, su mun está indispuesto en este momento.
Mi mirada va al profesor Arealous sin entender sus palabras.
—Ahora.—ordena y todos comienzan a moverse.
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Nos quedamos solos en el pasillo.
Todos se han ido sin mediar palabra ya que sus mentes siguen repitiendo una y otra vez lo que ha pasado con los nuevos alumnos.
Miro a mi derecha, esperando ver a Adonis tirado en el piso, con la respiración agitada y algo, pero no hay nadie.
Adonis ha desaparecido.
Aun tratando de regular su propia respiración observo a Athea quien sigue con las rodillas y manos en el suelo.
Su cabello cubre su rostro y parece que ha dejado de respirar.
—No...—un susurro tan silencioso sale de su boca pero aun así hace que me sobresalte un poco.
Me acerco instintivamente queriendo saber si fue parte de mi imaginación.
—No puedo levantarme.—la voz de Athea suena más fuerte ahora pero por su tono de voz demuestra que hubiera preferido morir antes de mostrar debilidad ante mí.
Inevitablemente me río, Athea levanta la mirada un poco molesta. Deja salir aire de su boca fuertemente pero luego sonríe de lado.
—Deja de reírte y ayúdame.—dice, la chica de cabello morado levanta su mano hacia mí.
Su cuerpo está tan débil que la mano que está en el suelo no soporta su peso.
Tengo que pararme rápidamente para poder llegar a tiempo y sostenerla por sus hombros para que no caiga.
—Tranquila, no te esfuerces tanto.—le digo.
Athea pone sus dos manos en el suelo nuevamente y yo me pongo a su lado para ayudarle a ponerse de pie.—Vamos.—digo.
Empezamos a caminar. Las piernas de Athea se tambalean así que avanzamos lentamente.
Me concentro en cada paso tratando de hacerlo lo menos brusco posible, aun así, de vez en cuando la chica libera algunos quejidos de dolor.
La verdad es que no puedo ni imaginar el dolor que tuvo que sentir en la plataforma. Cualquiera estaría desmayado.
Empezamos a subir gradas, por algún motivo me muevo aunque no tenga ni idea de adonde se encuentra el cuarto de Athea.
Luego de un rato noto que mis pies se mueven por inercia, como si no fuera la primera vez que camino hacia allí.
Llegamos al lado opuesto de las habitaciones, mi ceño se frunce un poco por la confusión. Mi boca se abre un poco por un recuerdo, el mismo pasillo delante de mí es el mismo de esa vez, esa vez sentí un tremendo poder que no me dejaba ver más allá.
En mi mente recorro el sentimiento de condición que sentí esa vez.
Mis ojos van a Athea pero sus ojos apenas están abiertos, la chica balbucea un poco.
Giro mi rostro un poco para ver si Adonis está cerca pero no hay nadie.
Veo el pasillo frente a mí y por algún motivo me quedo esperando sentir la misma barrera que esa vez pero nada.
Llegamos a una puerta, miro hacia abajo tratando de averiguar como abrir la puerta sosteniendo a Athea de la cadera con una mano y de la otra agarrando la mano que la chica tiene sobre su hombro.
Trato de maniobrar un poco para que no se me caiga pero antes de que mi mano derecha toque la manija de la puerta esta se abre.
Me quedo quieto unos instantes esperando ver a Adonis del otro lado de la puerta pero otra vez, no hay nadie.
—Entraré.—digo en voz alta como si estuviera pidiendo permiso o algo.
Entro sin poder evitar mirar a mi alrededor.
Una cama frente a mí y otra está al lado opuesto de la habitación.
Nada está fuera de lugar, no parece que haya ningún objeto personal. Es una habitación tal y como estaban cuando recién llegamos al colegio. Solo que no sabía que de otro lado de las residencial hubiera habitaciones también.
Miro las dos camas tratando de averiguar cuál es la de ella.
Como no hay nada que muestra una separación decido acercarme a la primera.
Con todo el cuidado que mis cansados brazos me permiten pongo a Athea en la cama.
Ella se queja un poco pero logra acomodarse.
Athea se pone boca abajo, poniendo su cabeza sobre una almohada.
Sus ojos están fijos en la ventana que tienen a su lado, arriba de un pequeño sofa.
Sigo su mirada pero mis ojos se detienen al ver un raro reloj mirado que da vueltas por todos lados sobre sí mismo.
Frunzo el ceño al no encontrar sentido hasta que realizo que me he quedado demasiado tiempo parado ahí en la habitación de la que sigue siendo una completamente extraña llena de secretos.
Volteo a verla, esperando verla dormida debido al silencio pero sus ojos están abiertos y siguen fijos en la ventana.
—Bueno yo...—empiezo a querer caminar hacia la salida pero la mano de Athea toma mi camisa, sin apartar sus ojos del mismo objetivo a la distancia.
—Quedate...—su voz es suave, tanto que parece un susurro.— Adonis no aparecerá hasta dentro de un par de horas, por favor.—su mano suelta mi camisa y cae como carne sin vida sobre la cama.
Dudo un poco, pero luego de unos segundos, sin saber por qué, asiento, con la pequeña esperanza que al estar tan débil, pueda responder a alguna de mis preguntas.
Me sobresalto un poco al escuchar como el pequeño sofá debajo de la ventana comienza a acercarse a mí. Me dejo caer sobre él y observo a Athea.
Mi corazón empieza a acelerarse cuando sus oscuros ojos morados hacen contacto con los míos y como su boca empieza a abrirse.
Y me emociono por que sé bien que luego de toda esta extraña semana por fin podré tener una conversación con ella.
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MUNIS
FantasyHubo una explosión. Solo eso. Una explosión que calló a todo el mundo. Las risas, los parloteos...Todo quedó en un profundo silencio. Nadie se imaginó que los problemas comenzarían, que la tranquilidad de sus vidas sería eliminada tras esa explosió...