Capítulo 42

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Siento la fría brisa en mis mejillas, imaginándome que por ello, estas están rojas

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Siento la fría brisa en mis mejillas, imaginándome que por ello, estas están rojas.

Mi corazón palpita tan fuerte dentro de mi pecho y nerviosismo corre por todo mi cuerpo.

Es como cuando me acerqué a esa puerta de casa, esa única puerta oscura que papá y mamá me había prohibido entrar.

Tengo exactamente ese mismo sentimiento, de miedo y emoción al mismo tiempo, de descubrir algo que cambiaría todo, para bien o para mal.

Y, aunque en ese momento abrir esa puerta fue lo que destruyó a mi familia, está diferente y más emocionante puerta frente a mí tiene algo magnético que aunque todo mi cuerpo me pide que huya, tratando de convencerme de que sea lo que sea no vale la pena, estoy ahí, observando el morado cabello del chico delante de mí, dispuesta a hacerle todas las preguntas que él me permita, él, o mi agitado corazón.

Lo que aguante más.

Me quedé viendo el perfil de Adonis, que se ha quedado viendo como Athea desaparece, y fue en ese momento en que las palabras salieron sin que yo lo hubiera pensado realmente.

Pero estoy aquí, dispuesta a controlar mi corazón para poder hacer todas las preguntas que pueda.

Por que según lo poco que Bemus pudo decirme entre clase y clase es que había logrado descubrir algo sobre el mun de Athea, y aunque supuestamente el mun de Athea es el chico que está delante de mí, la chica parece tener más de uno y eso es entre muchas cosas lo que necesito averiguar.

—¿Y bien?—la voz de Adonis hace que me sobresalte un poco

—Athea nos asustó hoy.

Mis palabras salen sin que lo quiera, como parecen hacerlo últimamente.

El ceño fruncido de ambos fue instantáneo. El sin entender y yo, bueno, sin entender tampoco.

Me sorprendo al ver la sonrisa de Adonis, una sonrisa típicas de ellos dos, completamente traviesa.

Como puedo miro sus ojos pero los aparto al instante sin poder evitar notar la emoción en ellos.

Curiosamente, una emoción que ya he visto en los ojos de Athea.

—Lamento lo que hizo...

—Ni siquiera sabes a lo que me refiero.—lo interrumpo un poco molesta por su tono, mostrándome que no le interesa realmente pero que simplemente está tan acostumbrado a excusarse por ella que no es relevante.

—Tienes razón, no tengo idea de que hizo ella para asustar a tan capacitados munis.

—Ahora te estás burlando.—digo y sin entender de dónde saco la fuerza lo recrimino con mi dedo alzado.

Adonis alza sus manos y me sonríe con una ceja elevada. Se nota desde lejos que está disfrutando de la situación.

—No lo hago, juro que no lo hago.—retengo mi respiración en el momento en que me obligo a detener mi mirada en sus morados irises. Hay sinceridad, o al menos es muy bueno ocultando su deshonestidad.— Si puedo ser completamente sincero, que de hecho es lo que quieres, todos me dan curiosidad.

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