Capítulo 23

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¿Alguna vez han sentido un dolor tan profundo que los deja sin aliento?

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¿Alguna vez han sentido un dolor tan profundo que los deja sin aliento?

Las lagrimas en los ojos que no hace más que nublarse la vista, el aire que no entra en sus pulmones que arden, queman.

¿Un dolor tan fuerte que te consume a tal punto que no puedes moverte o siquiera gritar? ¿Si?

¿No es el mejor sentimiento del mundo?

Lo es.

Claro que lo es.

Mis ojos están cerrados. Mi cuerpo tiembla mientras se quema por las ondas de poder que viajan por mis venas.

El viento esta cada vez más fuerte logrando que mis piernas tiemblan un poco más.

Claro que el lugar secreto que encontró Adonis no fue nada más y nada menos que el techo del colegio. Donde la única entrada es la puerta olvidada que no se puede abrir por mucho que lo intentes o bueno, la ventana de mi habitación, exclamando un poco.

Mis piernas no resisten y mi cuerpo se deja caer sobre mis rodillas. Mi respiración está agitada, presiono con mi mano mi corazón tratando de aliviar el fuerte dolor que amenaza con hacerlo explotar.

Levanto mi vista con mucha dificultad, cerrando un poco mis ojos por la luz del sol. Miro a Adonis con un gran sonrisa.

—Duele.—le digo con la respiración entrecortada.—Todo mi cuerpo.

Adonis me mira serio. Está sentado con las piernas y brazos cruzados sin apartar sus morados y frustrados ojos de mi pobre cuerpo adolorido.

—Creo que deberías de parar. Es suficiente por hoy.

—No lo es.—me niego tratando de ponerme de pie, pero mi cuerpo no reacciona.—Solo estamos empezando.

Pongo mi temblorosa mano sobre mi rodilla, intentando encontrar el equilibrio para ponerme de pie.

Luego de varios intentos lo único que logro es sentarme con las piernas estiradas.

—Es un avance.—admito sonriéndole a Adonis mientras apunto mis débiles piernas.

—Es suficiente.—dice

—Creo que si estoy sentada o parada no cambia mucho. Total solo tengo que concentrarme para quemarme interiormente ¿no?—digo estirando mis brazos, comenzando a cerrar mis ojos para volver a expulsar mi poder dentro de mi cuerpo para fortalecerlo.

—Es suficiente.—Adonis me tomó de los brazos que ya estaba esperando la descarga de energía.

Mis ojos se abren molestos, mi boca se abre para disputar con él pero una voz nos hace mirar hacia una de las pequeñas torres que hay en el techo.

—Hazle caso, si sigues así, no harás más que desgastar tu cuerpo en vez de mejorar tu mun.

Como si el dolor hubiera desaparecido me apoyo en el nombre de Adonis para ponerme de pie, y, aunque hubiera querido acercarme y encarar al pelinegro con chaqueta amarilla, tengo que quedarme ahí, sin lograr mover mis piernas, sin poder mantenerme de pie sin la ayuda de Adonis.

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