Sangre.
Sangre.
Sangre.
Todo lo que veo es sangre.
En mis piernas, en mis brazos, en mis pechos y en mi rostro.
Mi rostro.
Mis manos están manchadas, el suelo está empapado.
Mi vista va hacia el reflejo en el espejo roto.
Mis ojos mojados brillan a pesar de estar más oscuros que de costumbre.
Después de todo, son ojos sin vida.
Pero no son mis ojos los que llaman mi atención sino mi rostro partido en dos.
O eso parece.
Mi mano se levanta y toca el espejo manchado con sangre.
Mi sangre.
Parece irreal lo que muestra. Una herida tan grande que es imposible no notarla.
Mi rostro partido en dos, por una herida profunda.
Mi vista va hacia mi brazo alzado, este está rojo.
Manchados por la sangre que sale de las pequeñas heridas.
Pero las heridas no sanan.
¿Por qué no sanan?
¿No funcionó?
¿No lo logró?
¿Por qué no sanan?
¿Por qué no desaparecen?
¿Por qué no quiero que sanen?
No sanen, por favor, no sanen.
"Athea"
Me levanto sobresaltada en una gran oscuridad.
Mi respiración está acelerada, mi corazón palpita muy fuerte y estoy llena de sudor.
Una asquerosa voz retumba en mi mente a pesar de ya haber despertado.
Esa única y asquerosa voz.
La misma voz.
La cicatriz de mi cuello empieza a picar, me rasco con desesperación.
Mis uñas largas empiezan a dañar mi piel, rasgando un poco la cicatriz.
Pero una mano me detiene.
— Athea. — el rostro de Adonis aparece frente a mí.
Su cabello revuelto y su pijama ajada me da a entender que despertó al mismo tiempo que yo.
Gracias a la misma pesadilla.
Gracias al mismo recuerdo.
Su mano se pone sobre la mía, logrando que mi atención sobre la picazón se detenga.
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MUNIS
FantasyHubo una explosión. Solo eso. Una explosión que calló a todo el mundo. Las risas, los parloteos...Todo quedó en un profundo silencio. Nadie se imaginó que los problemas comenzarían, que la tranquilidad de sus vidas sería eliminada tras esa explosió...