Sam González:
Toda mi vida he sido una fugitiva de la ley, he tenido un pasado difícil desde que era una niña, solía vivir feliz con mis padres y hermanos en Nuevo León. Pero después de el asesinato de mi padre, mi madre y mis hermanos nos mudamos a Tijuana. Yo tenía alrededor de diez años, mi hermano mayor catorce y mi hermanita tenía apenas cinco.
La realidad era que mi padre se había metido en la droga, y también la vendía, haciendo a mi madre también una consumidora, lo asesinaron después de no poder pagar deudas relacionadas con eso, mi madre, para que no nos hicieran daño, nos trajo a Tijuana, se puso a trabajar, y puso a trabajar a mi hermano. Yo me quedaba sola con mi hermana todo el tiempo en el apartamento.
Años después mi madre murió de una sobredosis, pero creo que ninguno de nosotros dependía tanto de ella, mi hermano tenía diecisiete, yo trece y nuestra hermanita ocho. En cierto modo parecíamos dos padres muy jóvenes. Pero no. Era nuestra hermanita.
Ninguno de mis hermanos se drogó jamás, y yo tampoco, sabíamos que eso había arruinado nuestra familia, pero mi hermanita se enfermó, genial, era lo único que faltaba, el dinero no alcanzaba, mi hermano y yo nos matábamos trabajando casi todo el tiempo. Entonces recurrí a salidas peores. Robar.
Mi hermano y yo robábamos, el nunca hubiese permitido que mi hermana, Karla, lo hiciera siendo una niña, pero tuvo que aceptar que yo sí lo hiciera, y yo siendo una mocosa de quince años comencé a cavar mi propia tumba con esa desición.
Mi hermano no pudo asistir a la escuela, pasó su juventud lidiando conmigo y con mi hermanita, de día ambos trabajábamos y cada vez que podíamos, robábamos algo de dinero o cosas para empeñar, una triste manera de vivir.
Mi hermano me enseñó a defenderme y a no dejarme de nadie, aprendí a jamás decir mi nombre, solo el apellido, pronto, varias personas me conocían como González. Y mi nombre era cada vez menos común, a menos que lo dijeran mis hermanos.
Samara.
Solían llamarme así todo el tiempo, pero ya no más.
Mi hermana murió a la edad de doce años. Cáncer estomacal. Los últimos días fueron un infierno. Yo tenía diecisiete, y mi hermano veintiuno. La muerte de mi hermana fue hace apenas tres años.
Hoy en día tengo veinte años. Varios policías me conocen e intentan arrestarme, pero alguna vez mi hermano y yo descubrimos el escondite arriba del centro comercial. Mi hermano conoció a una chica, era una persona muy alzada, pero hasta la más fresa se vuelve de calle con el chacal indicado.
Ambos vivíamos en el mismo apartamento de siempre, yo salía de vez en cuando a trabajar en el negocio de un amigo de mi hermano, era el único lugar donde me daban empleo a pesar de estar todo el tiempo con la cara de trasero aplastado.
Esa tarde, casi me atrapaban mientras asaltaba una tienda, corrí y vi a lo lejos al rubio caminando como si nada, lo pasé y ese loco corrió detrás de mí, se estaba metiendo en un gran lío, creí que iba a perderlo de vista para siempre, pero luego vi que estaba saliendo al techo conmigo. Maldita sea, no entendía ni una mierda.
Buscó una y otra excusa para pasar más tiempo conmigo, Jack Anderson, ese era su nombre, el mismísimo chico y el único que me había hecho dudar sobre decirle mi nombre o no. Me hizo dudar, más aún no lo sabe. Sí, estuve a la defensiva con el, sin embargo no le di un puñetazo que lo dejara inconciente.
Esa noche volví a mi departamento peculiarmente feliz.
— ¿Y ahora? Es la primera vez que no te veo llegar con una cara de asco. — me dijo mi hermano apenas me vió entrar.
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TU, YO Y LA LOCURA DEL AMOR.
RandomMéxico es el representante de un país, y junto con los demás representantes supera y disfruta la vida. Pero tendrá que superar la dichosa "Chalupa del amor" ¿Será que encuentra el amor? ¿Quién será la afortunada? ¿Conseguirán los demás representante...