Capítulo XXXV

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Australia:

Fueron días los que pasé en mi territorio sin salir de mi hogar, en realidad extrañaba a mi familia y amigos, a mi padre también, y no mentiré, extrañaba a Sam como no tenía una idea, pero me preparé mentalmente para salir a dar un paseo tranquilo de una vez por todas, y así lo hice, salí a correr un poco, después limpié mi casa, estaba algo sucia por el tiempo que estuve fuera, alimenté a mi araña gigante que dejé en mi gran jardín y me mantuve sereno hasta que observé una notificación en mi teléfono, era México, me invitaba a una especie de celebración llamada “La fiesta de los latinos” no comprendí por qué me invitaba a mi, así que él tuvo que explicarme pacientemente que me consideraba su amigo y quería que asistiera, dijo también que mis hermanos mayores irían y que invitó a Nueva Zelanda quién se limitó a responderle con un tajante NO. Vaya, eso no me sorprendió, en lo absoluto.

Medité unos segundos sí iría a la fiesta o no, me resultaba bastante complicado ir con el duelo de mi padre, aunque ya habían pasado unas semanas no sentía ganas de salir o divertirme, ni siquiera tenía ganas de comer, sin embargo lo hacía, para no hacerme daño.

Decidí responder después el menaje confirmando o no mi asistencia, por lo mientras me dediqué a observar los paisajes a través de los vitrales que se encontraban en mi sala, era todo tan bello, al parecer lo tenía todo, ¿entonces por qué me sentía tan jodidamente vacío?

Cerré los ojos y sacudí mi cabeza para ir a la cocina por una taza de café, a ver si así se me quitaba esa horrible sensación de querer volver.

Escuché el tono de llamada de mi teléfono y lo respondí de manera rápida, era mi hermano mayor.

— ¡Buenos días chiquito! — saludó alegremente.

Rodé los ojos por su notable alegría, al parecer todos estaban de buenas y yo era el único amargado que no podía ver el sol sin balbucear que lo odiaba.

— ¿Causa? — pregunté desganado refiriéndome al punto de su llamada.

— ¡Ah! Soborné a México para que nos invitara a todos a la fiesta de los latinos, ¿ya te invitó? — mencionó como si fuera lo más casual del mundo sobornar a personas.

— ¿Lo sobornaste?

— En realidad no, lo torturé, corté su dedo índice. — respondió para después soltar una estruendosa carcajada.

— Joder, en verdad estás loco.

— Sólo los martes, hermanito.

— Hoy es lunes.

Él se quedó en silencio unos segundos y suspiró.

— Bueno eh... En realidad no corté su dedo. — confesó con culpabilidad.

— ¡Por supuesto que no lo hiciste! Él te mataría. — exclamé de manera obvia.

— ¡No! Bueno si... ¡No importa! No lo torturé ni soborné, iba a invitarnos de todos modos.

— ¿Enserio? — musité con ironía.

Él hizo un sonido de asentimiento y luego mencionó que la llamada era solamente para confirmar mi asistencia, lo pensé unos segundos y le dije que en realidad no tenía la menor idea sobre ir o no, Canadá le arrebató el teléfono y entonces me suplicó durante cinco minutos que fuera con ellos, acepté cansado.

Después de un rato colgué la llamada y resolví algunos asuntos que tenía pendientes sobre el país, era lunes, la fiesta era el día sábado, según ellos para estar el domingo crudos y sin pararse todo el día, me pareció algo excesivo y una broma, pero oh vamos, eran los latinos, eso jamás terminaría.

TU, YO Y LA LOCURA DEL AMOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora