Capítulo XXVI

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Australia:

Todo iba muy bien, era increíble todo lo que veía con sólo dos días de viaje.

Nosotros podíamos viajar de día, pero nos gustaba más viajar de noche, a Sam le encantaba mirar las estrellas a través del cristal del camper mientras oíamos cualquier canción que pasara en las estaciones de radio o alguna que Mau gritaba que pusiéramos. “¡Pongan Counting Stars!” gritaba desde las camas del camper mientras yo conducía y Sam cantaba. Sam rodaba los ojos y ponía la canción que el pelinegro quería, a mi me encantaba ver las estrellas reflejadas en los ojos de Sam, me encantaba ir por la carretera de noche, me sentía libre, me sentía humano.

Realmente su compañía era grata.

— Sam, te toca conducir. — dije.

— ¡No! Yo no sé conducir muy bien, vamos a morir.

Entonces hice lo que nunca hubiese hecho.

Normalmente yo hubiese seguido conduciendo mientras rodaba los ojos, pero esa noche no fue así, yo me paré del asiento del conductor mientras dejaba la camioneta andar por sí sola, obviamente puse el piloto automático, sólo quería asustar a Sam y ayudarla para que conduciera.

— ¡Maldito Jack! ¡Vamos a morir! — balbuceaba ella mientras se sentaba en el asiento del conductor e hacía su mayor esfuerzo por conducir.

Dos horas más tarde, Sam le había perdido el miedo a la carretera y conducía como si nada, me sentía bien, porque había logrado que Sam saliera de su zona de confort y se superara a sí misma.

En la mañana desperté en el asiento del copiloto, con una Sam que me gritaba que ella había conducido y no habíamos muerto. Ella estaba realmente feliz y eso me ponía más feliz a mí.

— ¿Que haremos aquí? — pregunté mirando un mapa del sitio en una pared.

— ¡Vamos a el centro Ecológico! — gritaron los hermanos al mismo tiempo.

Obviamente apoyé su idea. Últimamente nuestros pies ardían al caminar tanto, pero valía cada maldito segundo.

Hicimos un mundo de cosas, probamos sin fin de productos locales, hasta que se llegó la noche.

Pero yo recuerdo que había prometido llevarla a un sitio mejor que ese centro comercial, a simple vista yo ya cumplí mi promesa, pero no, yo quería que Sam me acompañara a un sitio donde la ciudad se veía perfecta de noche. Y así lo haría. La llevaría al cerro de la campana.

— ¡Mau! Llevaré a Sam a otro sitio. ¿Crees que puedas conducir esta noche? — le pregunté tímidamente al pelinegro que yacía sentado en el asiento del copiloto.

— Bien, lo haré. Cuida bien a Sam, Jack, confío en ti.

Yo asentí con una sonrisa de oreja a oreja y me dirigí a Sam que se encontraba mirando algo.

— ¡Sam! Acompáñame a un lugar.

— ¿Huh? Está bien. Iré.

— Sólo cierra los ojos cuando te diga, es una sorpresa. — le dije aún muy feliz.

Ella asintió como una niña pequeña, de hecho, ambos parecíamos niños pequeños en ese momento.

Caminamos por la ciudad, hasta que estuvimos cerca de nuestro destino y le pedí a Sam que cerrara los ojos, la guíe tomándola por los hombros. Sam confiaba en mí.

[...]

— ¡Llegamos! ¡Abre los ojos, Sam!

Ella obedeció en un santiamén. Sus ojos brillaron por las luces de la ciudad, aunque también brillaron al notar el lugar a dónde la había llevado.

TU, YO Y LA LOCURA DEL AMOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora