Capítulo VI

101 12 12
                                    

Argentina:

Estaba escuchando una que otra canción hecha por gente nacida en mi territorio, mis audífonos blancos inundaban perfectamente mis oídos de música. Tanto que posiblemente la persona que estaba a lado mío en el avión podía escucharla también, me encaminaba a una junta de la ONU, estaba tranquilo, pero quería ver a mis amigos y a mi padre, España, sí. El y yo nos llevábamos de maravilla, lo perdoné de cualquier cosa y así estaba mejor, mucho mejor. El vuelo era tardado, pero ya estaba acercándome a el territorio de Estados Unidos.

[...]

Llegué a Estados Unidos, bajé del avión y me apresuré a tomar un taxi, lo subí e indiqué la dirección y en unos minutos ya estaba a la vista aquel edificio tan grande y con clase, que tenía el logo de las Naciones Unidas, acomodé mi ropa y mi cabello, y entré apresuradamente, en el lobby del edificio estaban todos los representantes.

Suspiré de alivio porque había llegado temprano, una que otra chica humana me dirigía la mirada de una manera coqueta, solamente les respondía con una gentil sonrisa y un saludo.

Estas chicas son tan tiernas

Mi subconsciente pensaba eso, realmente nada como una atrevida latina que casi casi llegaba a besarte.

A lo lejos ví a Perú, ella estaba hablando con dos personas que estaban de espaldas, le hice señas de lejos y ella me vió, sonrió y se despidió de las personas con las que estaba hablando.

Mi mejor amiga venía corriendo hacía mí de una manera infantil y brusca a la vez, su cabello subía y posteriormente caía en sus hombros, extendió los brazos dándome señales de que me iba a abrazar quisiera o no. Así que abrí mis brazos igual y cuando ella llegó la levanté y di vueltas, Perú era mi mejor amiga, como si fuera mi hermanita menor, tan tierna e infantil, pero también muy lista y cuándo quería podía ser toda una decente señorita.

— Eres una jirafa — me dijo arrugando la nariz una vez que la bajé al suelo, era más alto que ella, y se molestaba por eso.

— Y vos sos un duende — ataqué astutamente, ella abrió su boca sorprendida y juntó sus cejas haciendo una mueca de enfado – ¿Sabes que más? Sos irritante – finalicé con una sonrisa victoriosa.

Mierda, esa pelotuda no se va a quedar callada.

Y como fue, la morena pensó unos segundos su defensa, y habló.

— Puedo ser un duende irritante, Arge... — me miró a los ojos amenazante — Pero oh vamos, tu, sin este duende irritante de acá — dijo señálandose a sí misma — estarías en la mierda.

Reí en mis adentros, esa duende realmente era mi mejor amiga, y por más que me costara admitirlo, ella tenía toda la razón.

— Na, puedo solo sin ti, enana — me ganó el ego antes que los sentimientos.

— ¿Entonces ya no te ayudo con Polonia? — dijo dándome una sonrisa burlona y lobuna. La miré con los ojos muy abiertos, dando a entender que no dijera más.

—  Vos ganas — dije rendido y ella aplaudió para sí misma. — Vamos, nos esperan en la junta.

Caminamos y llegamos al sitio donde se realizaría la junta, nos pidieron sentarnos en la mesa de América, ya que no éramos tantos países como Europa o Asia, que tenían que dividirse en más de una mesa por continente, nuestra mesa era rectangular, pero solo podíamos sentarnos de un lado, para poder mirar a ONU, Perú y yo nos sentamos juntos, ella del lado derecho de Bolivia y yo del lado izquierdo de  México.

— Hasta que te veo, Arge. — saluda el con una sonrisa mirando al frente para no ser vistos.

— Lo mismo digo pelotudo — sonreí y nos saludamos con su típica palma abierta y puño.

TU, YO Y LA LOCURA DEL AMOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora