Capítulo XXXIV

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Colombia:

Habían pasado días desde que todos nosotros fuimos a nuestras citas de psicología con ONU, la fiesta estaba cada vez más cerca y había algo en mí que me decía a gritos que sería muy especial, y no solamente porque era la fiesta de los latinos, sino que sentía que algo más iba a suceder ahí, ruego a Dios porque sea algo bueno.

México cada vez me enamoraba más, y es que no tenía cómo explicarlo pero cada vez estaba más y más segura de que quería pasar mi vida con él, si, siglos y siglos.

Yo nunca en mi vida pensé en enamorarme de alguien, y nunca creí que sería algo lindo y tierno, más bien creí siempre que sería esas típicas relaciones donde abundan los problemas pero aún así están unidos, no estoy diciendo que México y yo no tengamos problemas, porque aún los humanos decidirán si están de acuerdo con nuestra relación, aunque para ser sincera, en cuestión a quien tengo que amar, la opinión de los humanos no me es necesaria.

Aunque con Méx todo es diferente, él siempre fue mi amigo, mi mejor amigo, siempre lo encontré perfecto, aún recuerdo perfectamente la vez que me di cuenta de que lo quería, fue en una de nuestros tantos viajes en grupo, caminábamos por las calles de Italia, el sol quemaba mi cara, México tenía un sombrero perfecto que lo cubría del sol, él no dejaba de reprocharme que me había advertido sobre el calor, yo muy testaruda no le hice caso de llevar sombrero, y bien, ahí estaba mi consecuencia, después de molestarme durante quince minutos diciendo que él si tenía sombrero, Méx me dió el suyo con una sonrisa gigante, pude apreciar muy bien el verde de sus ojos, tal dos esmeraldas con brillo sin par, y me di cuenta de que Méx nunca fue sólo un amigo, siempre lo ví de una manera diferente, no pude evitar sentir que están segura con él, no pude evitar sentir que lo quería, y no, no como un simple amigo, porque no lo era, Méx fue, es y será mi amor más fuerte.

Ojalá en algún momento Méx y yo podamos estar juntos...

— Ahg, eso de enamorarse es tan estúpido. — murmuró mi hermana Venezuela a un lado mío.

— ¿Cuánto tiempo llevas ahí? — le dije al notar su presencia.

— Desde que empezaste a balbucear sobre tu enamoramiento heterosexual.

Bueno, peores vergüenzas no he pasado.

— Mierda, lo dije en voz alta.

Mi hermana asintió sin ganas y entró a mi cocina a buscar algo, salió con una manzana en su boca y otra en su mano, lanzó la manzana en su mano.

— ¡Oye! ¿Qué demonios haces? — la reprendí al ver que lanzó la manzana.

— Alimento a Panamá.

Abrí los ojos como platos y me giré a dónde Venezuela lanzó la manzana, encontré a la pequeña Panamá mordiendo la manzana mientras me saludaba con la mano.

Reí de manera nerviosa y agité mi mano en el aire para responder a su saludo, Venezuela volvió a lanzar otra manzana, me giré asustada a comprobar si Panamá se encontraba bien, pues me daba miedo que le hubiese pegado, pero ella estaba sana y salva, el que tenía la manzana era Ecuador, y en realidad yo estaba muy confundida, no sabía desde cuándo mis hermanos se aparecían por mi casa como si nada hubiera pasado.

— Como sea, en unos días es la fiesta de los latinos y necesito estar deslumbrante para el evento. — dije entusiasmada tomando asiento en la barra de la cocina.

— Siempre estás deslumbrante. — me dijo Ecuador desde el sofá mientras comía su manzana.

— Gracias, pero hablo enserio, nosotros debemos vernos geniales, es la primera vez en siglos que hacemos un evento así.

TU, YO Y LA LOCURA DEL AMOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora