Capítulo XXII

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Colombia:

Malditos.

Me estaban dañando, joder, dolía como el mismo infierno, no podía ni pensar, pero estaba enfadada, jodidamente enfadada, iban a escucharme, no podían tratar así a mi gente, iba a plantar la cara y darle una bofetada. A mí nadie me trata así.

Bajé del elicóptero de México con dolor en mi pierna y abdomen, mi secretaria me recibió preocupada, le pedí que no hablara, yo solamente quería estar en silencio para planear mi jugada. Llegamos a la casa del hombre.

El sonido de mis tacones resonaba por los pasillos desolados de su casa, acomodaba mi cabello constantemente, quería asegurarme de lucir perfecta e invencible, y lo era.

Toqué la puerta del despacho suavemente.

— Adelante. — dijo.

Abrí la puerta, la cerré con más fuerza de la necesaria y el hombre me miró de arriba a abajo con una mueca de disgusto.

— ¿Qué hiciste qué? — pregunté apoyando mis manos en el escritorio frente a él. Me encargué de verme desafiante.

— No te metas, no eres nada aquí.

Me enfureció su comportamiento, me había minimizado, siendo que yo era su país, sin embargo, no dejé que me afectara. Debía verme fuerte.

— Más bien TU no eres nada sin mí. Recuerda tu puesto. — dije victoriosa con una sonrisa burlona mientras miraba mis uñas con superioridad.

— Mi puesto es ser el hombre al que perteneces.

No sabes con quien te metes, Duque.

— Esto no funciona así, ni yo les pertenezco ni ustedes a mí. — aclaré.

— Realmente no me interesa tu pensamiento. Solamente les daré su merecido a los rebeldes.

Oh si... Yo sé cuál era su “merecido”

Realmente estaba acabando conmigo, rodeé el escritorio y le dí una gran bofetada, estaba llena de rabia, no podía creer que ellos fueran capaces de hacer cosas como esta. Pero no medí las consecuencias.

El hombre se levantó y avanzó hasta a mí para darme una bofetada igual a la que yo le dí.

Mi mejilla ardió con su tacto, cerré mis ojos en una mueca de dolor y lo miré con odio, él parecía tranquilo y no se arrepentía.

— Aunque te duela, Duque. El pueblo y yo vamos a arreglar esto.

Dije y me dí la vuelta golpeándolo con mi largo cabello castaño al girarme.

Salí directo a mi casa, tenía al menos un mes que no estaba ahí, entré rápidamente y fui a mi sola habitación, me tiré en la cama a pensar y pensar lo que había sucedido, supuse que mi gente ya estaría haciendo marchas pacíficas en la calle, entonces tomé una gorra, unos lentes y un pans que jamás usé, un cubre bocas y según yo, estaba lista para que nadie me reconociera. No podía hacer mucho contra Duque directamente, porque ese maldito sería capaz de hacerme mucho daño, y eso era lo que menos necesitaba, entonces me mezclé contra la gente de la marcha más cercana.

Pero las cosas salieron mal...

Gritos, personas corriendo, estruendos, desastre, fuego, autos... Me perdí.

[...]

No supe que había pasado. Según yo, fueron tres días que estuve ahí. El primer día logré huir a casa y sentirme cobarde, el segundo apareció otra herida en mi pecho, y el tercero...

TU, YO Y LA LOCURA DEL AMOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora