En su propia habitación del hotel Traders, Coraline se ha despojado de su uniforme de trabajo. Sale de la bañera. Acaba de darse una ducha fría. Es justo lo que necesitaba para recuperarse de las emociones de la mañana. Posa su vista en el espejo que hay en la pared. Recorre con sus ojos su cuerpo, reprimiendo un involuntario escalofrío. Se viste con un albornoz. Sale del aseo y se sienta en el pequeño escritorio que le han proporcionado. Hay un portátil en él. Lo abre, y tras encenderlo hace clic en Skype. Inicia una videollamada. Apenas tarda unos veinte segundos en ser contestada. Una cara sonriente la recibe. Automáticamente sonríe.
—Hola, mamá —la saluda, haciendo un gesto con la mano—. Primero de todo: ¿cómo estás hoy?
—Oh, ya sabes —Tara se encoge de hombros—: la ciática me vuelve loca, pero no es nada nuevo —le cuenta, y ambas se echan a reír—. ¿Qué tal tú, cielo? Estos días te he visto muy agobiada.
—Bueno... El trabajo me genera mucha presión —admite, y el rostro de su madre pasa de sereno a preocupado.
—Lo harás bien, cariño —la anima—. Tu padre y yo te hemos educado lo mejor que hemos sabido, y puedo decirte sin duda alguna, que estoy muy orgullosa de la mujer en que te has convertido —la pelirroja contiene las lágrimas—. Y él también lo estaría.
—Gracias, mamá —se seca las lágrimas con la mano—. Significa mucho para mí —suspira profundamente—. Es solo que no quiero decepcionar a mi nuevo jefe...
—Ya me habías hablado de él —menciona Tara—: Alec Hardy —recuerda que la pelirroja mencionó el nombre del nuevo inspector—. ¿Cómo es trabajar con él?
La oficial de policía se cruza de brazos. Apoya la espalda en el respaldo de la silla, pensativa. ¿Qué cómo es trabajar con Hardy? Buena pregunta. Sabe cómo es trabajar con Ellie, pero con Alec... Es algo completamente distinto. Tras unos segundos, se decide.
—Es... Interesante —a falta de una palabra mejor—. Es algo brusco en sus palabras, pero sus actos dicen mucho de él —se explica, y la mirada de su madre se suaviza. Le preocupaba que ese nuevo jefe la mangonease por ser una novata. Le alivia que no sea así—. A pesar de que solo llevo trabajando tres meses con Ellie, me ha permitido indagar, analizar datos... Y contrastar mis hipótesis con él. Me está dando bastante libertad.
—Me alegra oírlo, hijita —dice Tara, tomando un sorbo de café—. Parece un buen hombre.
—Lo es —afirma casi al momento la pelirroja. Esto sorprende a su madre. Sabe que Cora es experta en realizar juicios rápidos de carácter. Que ella alabe a su nuevo jefe dice mucho de él—. Aunque... —su voz se torna preocupada— Ahora que tenemos un homicidio entre manos, me parece que estoy metiendo la pata en cada paso que doy. Ha depositado su confianza en mis capacidades... ¿Qué voy a hacer si no estoy a la altura?
—No digas tonterías. Claro que estarás a la altura —asegura su madre—. Te conozco desde que saliste de mis entrañas. Si algo te caracteriza, Lina, es tu determinación y tu sentido del deber y la justicia —utiliza aquella abreviatura de su nombre de forma cariñosa y algo amonestante—. Si te da libertad en el caso de Danny, significa que le has impresionado.
—Tienes razón —afirma la novata en un tono más animado—. No puedo permitir que la presión pueda conmigo... Tengo que ser fuerte y sobrellevarlo, como él ha dicho. No estoy sola.
—«¿Él ha dicho?» —su instinto de madre se impone—. ¿Qué es lo que ha pasado?
—No...
—No te atrevas a decirme que no ha sido nada, Coraline Harper —la corta su madre, antes siquiera de que pueda inventarse una excusa. Cora se muerde la lengua. La conoce demasiado bien. Y acaba de usar su nombre completo. Eso indica que está en problemas—. Veo las marcas de tus uñas en el dorso de tus manos —le comunica, provocando que la pelirroja haga un amago para esconderlas de la cámara del portátil—. ¿Qué... ha... pasado? —puntualiza cada palabra.
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El Silencio de la Verdad (Broadchurch)
FanfictionBroadchurch es un pueblo normal y corriente de la costa inglesa de Dorset, cuya monotonía solo se ve alterada por la llegada puntual de algún turista estival. Sin embargo, todo cambia cuando el cuerpo de un niño de once años, Daniel Latimer, hijo de...